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Mateo 6 - Biblia Pablo Besson (Nuevo Testamento)


Jesús y la limosna

1 Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser mirados por ellos; de otra manera no tenéis galardón cerca de vuestro Padre que está en los cielos.

2 Cuando, pues, hicieres limosnas, no toques trompeta delante de tí, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. De cierto os digo que cobran su salario.

3 Mas tú, al hacer limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,

4 de manera que sea tu limosna en lo secreto, y tu Padre que ve, en lo secreto, te lo devolverá en lo público.

Jesús y la oración

5 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, porque gustan, en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, el orar en pie, para figurar ante los hombres (Le. 18:11). De cierto os digo que ya cobran su galardón.

6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrando la puerta, ora a tu Padre en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te lo devolverá en lo público (Cf. 10:27).

7 Y orando, no parloteéis como los gentiles, porque piensan que por su palabrería serán oídos.

8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque bien sabe vuestro Padre lo que habéis menester antes que le pidáis.

9 Así, pues, oraréis vosotros: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad como en el cielo así también en la tierra.

11 El pan nuestro, el necesario, dánoslo hoy.

12 Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros también perdonamos a nuestros deudores.

13 Y nonos metas en tentación, mas líbranos del malo ; porque a tí es el reino y el poder y la gloria por los siglos. Amén..

14 Porque si perdonareis a los hombres sus faltas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;

15 mas si no perdonareis a los hombres sus faltas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras faltas.

Jesús y el ayuno

16 Cuando ayunéis, no os pongáis carítristes, como los hipócritas, porque demudan sus rostros, de manera que parezcan a los hombres que ayunan. De cierto os digo que cobran su galardón.

17 Mas tú, al ayunar, unge tu cabeza y lava tu rostro,

18 de manera que no parezcas a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en lo público.

Tesoros en el cielo

19 No os hagáis tesoros en la tierra donde polilla y moho destruyen, y donde ladrones minan y hurtan;

20 mas atesoraos tesoros en el cielo donde ni polilla ni moho destruyen, y donde ladrones no minan ni hurtan,

21 porque donde está tu tesoro allí estará también tu corazón (Le. 12:34).

La lámpara del cuerpo

22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo fuere sano, todo tu cuerpo será luminoso:

23 mas si tu ojo fuere malo todo tu cuerpo será tenebroso. Si, pues, la luz que en tí hay, son tinieblas, ¡cuan grandes las tinieblas!

Dios y las riquezas

24 Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno, y amará al otro, o se allegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a un Dios y a Mamona.

El afán y la ansiedad

25 Por eso os digo: No os acongojéis por vuestra vida, qué comeréis y qué beberéis, ni por vuestro cuerpo, de qué os vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo que el vestido?

26 Mirad las aves del cielo, no siembran ni siegan, ni allegan en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?

27 Y ¿quién de vosotros, acongojándose, puede añadir a su estatura un codo?

28 Y por el vestido, ¿por qué os acongojáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan.

29 Os digo que ni aun Salomón, en toda su gloria, se envolvió como uno de éstos.

30 Si pues a la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios así la envuelve, ¿no mucho más a vosotros, hombres de poca fe?

31 No os acongojéis, pues,, diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos cubriremos?

32 porque todas estas cosas buscan los gentiles. Sabe, pues, vuestro Padre celestial que necesitáis de todo esto.

33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y la justicia de él, y todas éstas cosas se os darán por añadidura.

34 No os acongojéis, pues, para el día de mañana, porque el día de mañana se acongojará por sí mismo. Bástale al día su maldad.