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Mateo 9 - Biblia Reina Valera 1865


Jesús sana a un paralítico

1 ENTÓNCES entrando en una nave, pasó a la otra parte, y vino a su ciudad.

2 Y, he aquí, le trajeron un paralítico echado en una cama; y viendo Jesús la fé de ellos, dijo al paralítico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados.

3 Y, he aquí, algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.

4 Y viendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?

5 ¿Cuál es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados; o decir: Levántate, y anda?

6 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice entónces al paralítico:) Levántate, toma tu cama, y véte a tu casa.

7 Entónces él se levantó, y se fué a su casa.

8 Y las gentes viéndolo, se maravillaron, y glorificaron a Dios, que hubiese dado tal potestad a hombres.

Llamamiento de Mateo

9 Y pasando Jesús de allí, vió a un hombre, que estaba sentado al banco de los tributos, el cual se llamaba Mateo, y dícele: Sígueme. Y se levantó, y le siguió.

10 Y aconteció que estando él sentado a comer en la casa, he aquí, que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.

11 Y viendo esto los Fariseos, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?

12 Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los que están sanos, no tienen necesidad de médico; sino los enfermos.

13 Andád, ántes aprendéd que cosa es: Misericordia quiero, y no sacrificio: Porque no he venido a llamar los justos, sino los pecadores a arrepentimiento.

La pregunta sobre el ayuno

14 Entónces los discípulos de Juan vienen a él, diciendo: ¿Por qué nosotros y los Fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?

15 Y les dijo Jesús: ¿Pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Mas vendrán dias, cuando el esposo será quitado de ellos, y entónces ayunarán.

16 Nadie echa remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor rotura.

17 Ni echan vino nuevo en cueros viejos; de otra manera los cueros se rompen, y el vino se derrama, y se pierden los cueros; mas echan el vino nuevo en cueros nuevos; y lo uno y lo otro se conserva juntamente.

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

18 Hablando él estas cosas a ellos, he aquí, cierto principal vino, y le adoró, diciendo: Mi hija es muerta poco ha; mas ven, y pon tu mano sobre ella, y vivirá.

19 Y se levantó Jesús, y le siguió, y sus discípulos.

20 Y, he aquí, una mujer enferma de flujo de sangre doce años había, llegándose por detrás, tocó la fimbria de su vestido;

21 Porque decía entre sí: Si tocare solamente su vestido, seré sana.

22 Mas Jesús volvíendose, y mirándola, dijo: Confía, hija, tu fé te ha sanado. Y la mujer fué sana desde aquella hora.

23 Y venido Jesús a casa del principal, viendo los tañedores de flautas, y el gentío que hacía bullicio,

24 Díceles: Apartáos, que la jóven no es muerta; sino que duerme. Y se burlaban de él.

25 Y como la gente fué echada fuera, entró, y la tomó de la mano; y la jóven se levantó.

26 Y salió esta fama por toda aquella tierra.

Dos ciegos reciben la vista

27 Y pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos dando voces, y diciendo: Ten misericordía de nosotros, Hijo de David.

28 Y venido a casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dice: ¿Creeis que puedo hacer esto? Ellos dicen: Si, Señor.

29 Entónces tocó los ojos de ellos, diciendo: Conforme a vuestra fé os sea hecho.

30 Y los ojos de ellos fueron abiertos; y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirád, que nadie lo sepa.

31 Mas ellos salidos, divulgaron su fama por toda aquella tierra.

Un mudo habla

32 Y saliendo ellos, he aquí, le trajeron un hombre mudo, endemoniado.

33 Y echado fuera el demonio, el mudo habló. Y las gentes se maravillaron, diciendo: Nunca ha sido vista cosa semejante en Israel.

34 Mas los Fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.

La mies es mucha

35 Y rodeaba Jesús por todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad, y toda dolencia en el pueblo.

36 Y viendo las multitudes, tuvo misericordia de ellas; que eran derramadas y esparcidas, como ovejas que no tienen pastor.

37 Entónces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha; mas los obreros, pocos.

38 Rogád pues al Señor de la mies, que envie obreros a su mies.