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Lamentaciones 1 - Nueva Biblia Española (1975)


Tristezas de Sion la cautiva

1 ¡Ay, se sienta solitaria la capital del pueblo! Se ha quedado viuda la capital de las naciones, la princesa de las provincias, en trabajos forzados.

2 Pasa la noche llorando, le corren las lágrimas por las mejillas. No hay nadie entre sus amantes que la consuele; todos sus aliados la han traicionado, se han vuelto sus enemigos.

3 Judá marchó al destierro, humillada y en dura esclavitud; hoy habita entre paganos, sin encontrar reposo; los que la perseguían le dieron alcance y la cercaron.

4 Los caminos de Sión están de luto porque nadie acude a las fiestas; sus puertas están en ruinas, gimen sus sacerdotes, sus doncellas están desoladas, y ella misma llena de amargura.

5 Sus enemigos la han vencido, han triunfado sus adversarios, porque el Señor la ha castigado por su continua rebeldía; aun sus niños marcharon cautivos delante del enemigo.

6 La ciudad de Sión ha perdido toda su hermosura; sus nobles como ciervos que no encuentran pasto, caminaban desfallecidos, empujados por la espalda.

7 Jerusalén recuerda los días tristes y turbulentos, cuando caía su pueblo en manos enemigas y nadie lo socorría, y al verla, sus enemigos se reían de su final.

8 Jerusalén ha pecado gravemente y ha quedado manchada; los que antes la honraban, la desprecian viéndola desnuda, y ella entre gemidos se vuelve de espaldas.

9 Lleva su impureza en la falda, sin pensar en el futuro. ¡Qué caída tan terrible!: no hay quien la consuele. Mira, Señor, mi aflicción y el triunfo de mi enemigo.

10 El enemigo ha echado mano a todos sus tesoros; ella ha visto a los paganos entrar en el santuario, aunque tú habías prohibido que entraran en tu asamblea.

11 Todo el pueblo, entre gemidos, anda buscando pan; ofrecían sus tesoros para comer y recobrar las fuerzas. Mira, Señor, fíjate cómo estoy envilecida.

12 Ustedes, los que pasan por el camino, miren, fíjense: ¿Hay dolor como mi dolor? ¡Cómo me han maltratado! El Señor me ha castigado el día del incendio de su ira.

13 Desde el cielo ha lanzado un fuego que se me ha metido en los huesos; ha tendido una red a mis pasos y me ha hecho retroceder, me ha dejado consternada y sufriendo todo el día.

14 El Señor hizo un fardo con mis culpas y lo ató con su mano, me lo echó al cuello y doblegó mis fuerzas, me ha entregado en unas manos que no me dejan levantarme.

15 El Señor desbarató a mis capitanes en medio de mí; hizo leva contra mí para triturar a mis soldados; el Señor pisó en el lagar a la doncella, capital de Judá.

16 Por eso estoy llorando, mis ojos se deshacen en agua; no tengo cerca quien me consuele, quien me reanime; mis hijos están consternados ante la victoria del enemigo.

17 Sión extiende las manos, pero nadie la consuela. El Señor mandó a los pueblos vecinos que atacaran a Jacob; Jerusalén quedó en medio de ellos como basura.

18 Pero el Señor es justo, porque me rebelé contra su palabra. Pueblos todos, escuchen y miren mis heridas: mis doncellas y mis jóvenes han marchado cautivos.

19 Llamé a mis amantes, pero me han traicionado. Mis sacerdotes y ancianos murieron en la ciudad, mientras buscaban alimento para recobrar las fuerzas.

20 Mira, Señor, mis angustias, me hierven las entrañas; se me revuelve dentro el corazón por mi tenaz rebeldía; en la calle me deja sin hijos la espada; en casa, la muerte.

21 Escuchen cómo gimo, sin nadie que me consuele. El enemigo se alegró de mi desgracia, que tú mismo ejecutaste; pero haz que llegue el día anunciado, y serán como yo.

22 Lleguen a tu presencia sus maldades y trátalos a ellos como me trataste a mí, por mis rebeliones: se multiplican mis gemidos, desfallece mi corazón".