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Mateo 6 - Nueva Biblia Española (1975)


Jesús y la limosna

1 Cuidado con hacer sus obras de piedad delante de la gente para llamar la atención; si no, se quedan sin recompensa de su Padre del cielo.

2 Por tanto, cuando des limosna no lo anuncies a toque de trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en la calle para que la gente los alabe. Ya han cobrado su recompensa, se lo aseguro.

3 Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha,

4 para que tu limosna quede escondida; y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará.

Jesús y la oración

5 Cuando recen, no hagan como los hipócritas, que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su recompensa, se lo aseguro.

6 Tú, en cambio, cuando quieras rezar, entra en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu Padre que está en lo escondido; y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará.

7 Pero, cuando recen, no sean palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso.

8 No sean como ellos, que su Padre sabe lo que les hace falta antes que se lo pidan.

9 Ustedes recen así Padre nuestro del cielo, proclámese que tú eres santo,

10 llegue tu reinado, realícese en la tierra tu designio del cielo;

11 nuestro pan del mañana dánoslo hoy

12 y perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos a nuestros deudores;

13 y no nos dejes ceder ala tentación, sino líbranos del Malo.

14 Pues si perdonan sus culpas a los demás, también su Padre del cielo los perdonará a ustedes.

15 Pero si no perdonan a los demás, tampoco su Padre les perdonará sus culpas.

Jesús y el ayuno

16 Cuando ayunen no se pongan afligidos, como los hipócritas, que e afean la cara para hacer ver a la ente que ayunan. Ya han cobrado u recompensa, se lo aseguro.

17 Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara,

18 para no hacer ver tu ayuno a la gente, sino a tu Padre que está en escondido; y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará.

Tesoros en el cielo

19 Déjense de amontonar riquezas n la tierra, donde la polilla y el gusano las echan a perder, donde los ladrones fuerzan la entrada y roban.

20 En cambio, amontónense riquezas en el cielo, donde ni polilla ni gusano las echan a perder, donde os ladrones no fuerzan la entrada ni roban.

21 Porque donde tengas tu riqueza tendrás el corazón.

La lámpara del cuerpo

22 La esplendidez da el valor a la persona. Si eres desprendido, toda tu persona vale:

23 en cambio, si eres tacaño, toda tu persona es miserable. Y si por valer tienes sólo miseria, ¡qué miseria tan grande!".

Dios y las riquezas

24 Nadie puede estar al servicio de dos amos, porque aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero.

El afán y la ansiedad

25 Por eso les digo: No anden preocupados por la vida pensando qué van a comer o á beber, ni por el cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

26 Fíjense en los pájaros: ni siembran, ni cosechan, ni guardan en bodegas; y, sin embargo, su Padre celestial los alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellos?

27 Y ¿quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, podrá añadir una hora sola al tiempo de su vida?

28 Y ¿por qué se preocupan por el vestido? Dense cuenta de cómo crecen los lirios del campo, y no trabajan ni tejen.

29 Y les digo que ni Salomón, en todo su lujo, estaba vestido como cualquiera de ellos.

30 Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, la viste Dios así, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe?

31 Por eso no anden preocupados, pensando qué van a comer, o qué van a beber, o con qué se van a vestir.

32 Son los paganos quienes ponen su afán en esas cosas. Ya sabe su Padre del cielo que tienen necesidad de todo eso.

33 Busquen primero que reine su justicia, y todo eso se les dará por añadidura.

34 Total, que no se preocupen por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le bastan sus disgustos.