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Lucas 18 - Biblia de Jerusalem 3-Edicion


Parábola de la viuda y el juez injusto

1 Les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer:

2 "Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres.

3 Había en aquella misma ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: "¡Hazme justicia contra mi adversario!"

4 Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres,

5 como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que deje de una vez de importunarme.""

6 Dijo, pues, el Señor: "Oíd lo que dice el juez injusto;

7 pues, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche? ¿Les hará esperar?

8 Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?"

Parábola del fariseo y el publicano

9 A algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola:

10 "Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano.

11 El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano.

12 Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias."

13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!"

14 Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado."

Jesús bendice a los niños

15 Le presentaban también los niños pequeños para que los tocara y, al verlo, los discípulos, les reñían.

16 Mas Jesús llamó a los niños, diciendo: "Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.

17 Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él."

El joven rico

18 Uno de los principales le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?"

19 Le dijo Jesús: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios.

20 Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre."

21 Él dijo: "Todo eso lo he guardado desde mi juventud."

22 Al oírlo, Jesús le dijo: "Aún te falta una cosa: vende todo cuanto tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego, ven y sígueme."

23 Al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

24 Al verlo, Jesús dijo: "¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!

25 Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de Dios."

26 Los que lo oyeron, dijeron: "¿Y quién se podrá salvar?"

27 Respondió: "Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios."

28 Dijo entonces Pedro: "Ya lo ves, nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido."

29 Él les dijo: "Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios,

30 quedará sin recibir mucho más al presente y vida eterna en el mundo venidero."

Nuevamente Jesús anuncia su muerte

31 Tomando consigo a los Doce, les dijo: "Mirad que subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron sobre el Hijo del hombre:

32 le entregarán a los gentiles y será objeto de burlas, insultado y escupido;

33 y después de azotarle le matarán; pero al tercer día resucitará."

34 Ellos no comprendieron nada de esto; no captaban el sentido de estas palabras y no entendían lo que decía.

Un ciego de Jericó recibe la vista

35 Cuando se acercaba a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna;

36 al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello.

37 Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo

38 y empezó a gritar, diciendo: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!"

39 Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!"

40 Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran. Cuando se acercó, le preguntó:

41 "¿Qué quieres que te haga?" Él dijo: "¡Señor, que vea!"

42 Jesús le dijo: "Recobra la vista. Tu fe te ha salvado."

43 Y al instante recobró la vista y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.