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Lucas 8 - Biblia de Jerusalem 3-Edicion


Mujeres que sirven a Jesús

1 Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce,

2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios,

3 Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Parábola del sembrador

4 Se iba reuniendo mucha gente, a la que se añadía la que procedía de las ciudades. Les dijo entonces en parábola:

5 "Salió un sembrador a sembrar su simiente y, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada y las aves del cielo se la comieron;

6 otra cayó sobre piedra y, después de brotar, se secó, por no tener humedad;

7 otra cayó en medio de abrojos y, creciendo los abrojos con ella, la ahogaron.

8 Y otra cayó en tierra buena y, creciendo, dio fruto centuplicado." Dicho esto, exclamó: "El que tenga oídos para oír, que oiga."

9 Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola,

10 y él dijo: "A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan.

11 "La parábola quiere decir esto: La simiente es la palabra de Dios.

12 Los de a lo largo del camino son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la palabra, no sea que crean y se salven.

13 Los de sobre piedra son los que, al oír la palabra, la reciben con alegría; pero no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba abandonan.

14 Lo que cayó entre los abrojos son los que han oído, pero las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida les van sofocando y no llegan a madurez.

15 Lo que en buena tierra son los que, después de haber oído, conservan la palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.

Nada oculto que no haya de ser manifestado

16 "Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.

17 Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto.

18 Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará."

La madre y los hermanos de Jesús

19 Se le presentaron su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente.

20 Le avisaron: "Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte."

21 Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen."

Jesús calma la tempestad

22 Cierto día subió a una barca con sus discípulos y les dijo: "Pasemos a la otra orilla del lago." Y se hicieron a la mar.

23 Mientras ellos navegaban, se quedó dormido. Se abatió sobre el lago una borrasca; la barca se anegaba y estaban en peligro.

24 Entonces, acercándose, le despertaron, diciendo: "¡Maestro, Maestro, nos hundimos!" Él, habiéndose despertado, increpó al viento y al oleaje, que amainaron y sobrevino la bonanza.

25 Entonces les dijo: "¿Dónde está vuestra fe?" Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: "Pues ¿quién es éste, que conmina a los vientos y al agua, y le obedecen?"

El endemoniado gadareno

26 Arribaron a la región de los gerasenos, que está frente a Galilea.

27 Al saltar a tierra, vino de la ciudad a su encuentro un hombre, poseído por los demonios, y que hacía mucho tiempo que no llevaba vestido, ni moraba en una casa, sino en los sepulcros.

28 Al ver a Jesús se echó a sus pies, gritando con gran voz: "¿Qué tengo yo contigo, Jesús, hijo de Dios Altísimo? Te suplico que no me atormentes."

29 Es que él había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre; pues en muchas ocasiones se apoderaba de él; y, aunque le sujetaban con cadenas y grillos para custodiarle, rompía las ligaduras y el demonio le empujaba al desierto.

30 Jesús le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?" Él contestó: "Legión"; porque habían entrado en él muchos demonios.

31 Y le suplicaban que no les mandara irse al abismo.

32 Había allí una gran piara de puercos que pacían en el monte; le suplicaron que les permitiera entrar en ellos y él se lo permitió.

33 Los demonios salieron de aquel hombre y entraron en los puercos; y la piara se arrojó al lago de lo alto del precipicio y se ahogó.

34 Viendo los porqueros lo que había pasado, huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas.

35 Salieron, pues, a ver lo que había ocurrido y, llegando donde Jesús, encontraron al hombre del que habían salido los demonios, sentado, vestido y en su sano juicio, a los pies de Jesús; y se llenaron de temor.

36 Los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.

37 Entonces toda la gente del país de los gerasenos le rogaron que se alejara de ellos, porque estaban poseídos de gran temor. Él, subiendo a la barca, regresó.

38 El hombre de quien habían salido los demonios le pedía estar con él; pero le despidió, diciendo:

39 "Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo." Y fue por toda la ciudad proclamando todo lo que Jesús había hecho con él.

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

40 Cuando regresó Jesús, la muchedumbre le recibió con agrado, pues todos le estaban esperando.

41 Llegó entonces un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y, cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba entrara en su casa,

42 porque su hija única, de unos doce años, se estaba muriendo. Mientras iba, la gente le ahogaba.

43 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que no había podido ser curada por nadie,

44 se acercó por detrás y tocó la orla de su manto; y, al punto, se le paró el flujo de sangre.

45 Jesús dijo: "¿Quién me ha tocado?" Como todos lo negaban, dijo Pedro: "Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen."

46 Pero Jesús dijo: "Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí."

47 Viéndose descubierta, la mujer se acercó temblorosa y, postrándose ante él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había tocado, y cómo al punto había sido curada.

48 Él le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz."

49 Estaba todavía hablando, cuando uno de casa del jefe de la sinagoga llega diciendo: "Tu hija está muerta. No molestes ya al Maestro."

50 Jesús, que lo oyó, le dijo: "No temas; solamente ten fe y se salvará."

51 Al llegar a la casa no permitió entrar con él más que a Pedro, Juan y Santiago, y al padre y a la madre de la niña.

52 Todos la lloraban y se lamentaban, pero él dijo: "No lloréis, no ha muerto; está dormida."

53 Y se burlaban de él, pues sabían que estaba muerta.

54 Él, tomándola de la mano, dijo en voz alta: "Niña, levántate."

55 Retornó el espíritu a ella y, al punto, se levantó, y él mandó que le dieran de comer.

56 Sus padres quedaron estupefactos, y él les ordenó que a nadie dijeran lo que había pasado.