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Hechos 17 - Biblia Castilian 2003


El alboroto en Tesalónica

1 Pasaron por Anf polis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde hab a una sinagoga de jud os.

2 Según su costumbre, Pablo entró all y, por tres sábados, dialogó con ellos a partir de las Escrituras,

3 explicando y demostrando que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos, y que "éste es el Cristo, este Jesús a quien yo os anuncio".

4 Algunos de entre ellos quedaron convencidos y se unieron a Pablo y a Silas, as como una gran muchedumbre de prosélitos griegos y no pocas mujeres principales.

5 Entonces los jud os, llenos de envidia, reunieron a unos cuantos vagabundos, maleantes y revoltosos y amotinaron la ciudad. Se presentaron ante la casa de Jasón con la intención de entregarlos al populacho.

6 Al no dar con ellos, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad vociferando: "Éstos son los agitadores del mundo entero; han llegado hasta aqu

7 y los hospeda Jasón; todos ellos actúan contra los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús".

8 Al o r estas palabras se produjo un gran alboroto en la multitud y en las autoridades de la ciudad.

9 Luego exigieron fianza a Jasón y a los restantes para ponerlos en libertad.

Pablo y Silas en Berea

10 En seguida, los hermanos, por la noche, despidieron a Pablo y a Silas hacia Berea. Ellos, apenas llegaron, se fueron derechos a la sinagoga de los jud os.

11 Éstos eran de mejor condición que los de Tesalónica y recibieron con toda avidez la palabra, compulsando d a tras d a las Escrituras, para ver si era as.

12 Muchos, pues, de entre ellos abrazaron la fe y, entre los griegos, mujeres distinguidas y no pocos hombres.

13 Cuando los jud os de Tesalónica se enteraron de que también en Berea anunciaba Pablo la palabra de Dios, fueron allá, para agitar y sublevar a la gente.

14 Entonces, los hermanos despidieron a toda prisa a Pablo para que marchara hacia la costa. Silas y Timoteo, mientras tanto, se quedaron all.

15 Los que acompa aban a Pablo lo condujeron hasta Atenas y luego regresaron, con orden para Silas y Timoteo de que cuanto antes se reunieran con él.

Pablo en Atenas

16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se consum a su esp ritu en su interior al ver la ciudad repleta de dolos.

17 Discut a, pues, con los jud os y los prosélitos en la sinagoga, y cada d a en el ágora con cuantos encontraba.

18 Incluso ciertos filósofos epicúreos y estoicos dialogaban con él. Algunos dec an: "¿Qué querrá decir este charlatán?". Otros, en cambio: "Parece ser predicador de divinidades extra as" - porque anunciaba a Jesús y la resurrección -.

19 Le tomaron, pues, consigo, y lo llevaron al Areópago, mientras le dec an: "¿Podemos saber qué es esta doctrina nueva de que tú hablas?

20 Porque tú traes cosas que resultan extra as a nuestros o dos. Nos gustar a saber lo que esto quiere decir".

21 Los atenienses todos y los forasteros residentes no ten an más ocupación que hablar o escuchar las últimas novedades.

22 Pablo, entonces, de pie en medio del Areópago, dijo: "Atenienses, os veo en todo extremadamente religiosos.

23 Porque, al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he hallado incluso un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Pues bien, eso que sin conocer veneráis, es lo que os anuncio yo.

24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, siendo, como es, se or de cielo y tierra, no habita en templos hechos a mano,

25 ni tiene que ser cuidado por manos de hombres, como si estuviera necesitado de algo, ya que es él quien da a todos vida y respiración y todas las cosas.

26 Él hizo provenir de uno a todo el linaje humano para que poblara toda la faz de la tierra; él fijó los tiempos determinados y los l mites habitables,

27 para que busquen a Dios, a ver si a tientas dan con él y lo encuentran, aunque en realidad no está lejos de cada uno de nosotros.

28 Porque en él vivimos y nos movemos y somos, como ya dijeron algunos de vuestros poetas: "Porque de su mismo linaje somos".

29 Siendo, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad pueda ser semejante al oro, a la plata o a la piedra, esculpidos por el arte y el pensamiento humano.

30 Pues bien, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, Dios ahora invita a los hombres a que todos y en todas partes se conviertan,

31 ya que ha fijado un d a en el que habrá de juzgar al mundo entero según justicia por medio de un hombre a quien ha designado y por quien ha dado a todos garant a al resucitarlo de entre los muertos".

32 Al o r "resurrección de los muertos" unos se re an, y otros dijeron: "Te oiremos hablar de esto en otra ocasión".

33 As salió Pablo de en medio de ellos.

34 Algunos, adhiriéndose a él, abrazaron la fe; entre ellos, Dionisio el Areopagita, también una mujer por nombre Dámaris, y algunos otros.