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Lucas 18 - Biblia Castilian 2003


Parábola de la viuda y el juez injusto

1 Luego les propuso una parábola sobre la necesidad que ten an de orar siempre y de no cansarse nunca.

2 Les dijo: "En una ciudad hab a un juez que ni tem a a Dios ni ten a consideración alguna con los hombres.

3 Hab a también en aquella ciudad una viuda, que acud a a él para decirle: "Hazme justicia contra mi adversario".

4 Él la ignoró durante mucho tiempo. Pero luego pensó para sus adentros: "Aunque no temo a Dios ni tengo consideración alguna con los hombres,

5 esta viuda me está molestando, as que le haré justicia, para que me deje en paz y cese de fastidiarme"".

6 Entonces dijo el Se or: "Considerad bien lo que dec a este juez inicuo.

7 Y ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él d a y noche, aunque les haga esperar?

8 Yo os digo: les hará justicia sin tardanza. Con todo, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará acaso la fe sobre la tierra?".

Parábola del fariseo y el publicano

9 A algunos que presum an de ser justos y menospreciaban a los demás les dijo esta parábola:

10 "Dos hombres subieron al templo para orar: el uno era fariseo y el otro publicano.

11 El fariseo, erguido, oraba as en su interior: "¡Oh Dios! Gracias te doy, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano.

12 Ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todas las cosas que poseo".

13 En cambio, el publicano se quedó a distancia y ni siquiera se atrev a a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! Ten misericordia de m, que soy pecador".

14 Os digo que éste descendió a su casa justificado, y aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado".

Jesús bendice a los niños

15 Le presentaban también unos ni os para que los tocara; pero los disc pulos, al verlo, los reprend an.

16 Entonces Jesús los llamó junto a s, diciendo: "Dejad que los ni os vengan a m, y no se lo impidáis; pues el reino de Dios es de los que son como ellos.

17 Os aseguro que quien no recibe como un ni o el reino de Dios no entrará en él".

El joven rico

18 Uno de los jefes le preguntó: "Maestro bueno, ¿que har a yo para heredar vida eterna?".

19 Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno, Dios.

20 Ya conoces los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre".

21 Él contestó: "Todas esas cosas las he cumplido desde la juventud".

22 Cuando Jesús lo oyó, le dijo: "Todav a te queda una cosa: vende todo cuanto tienes y distribúyelo entre los pobres, que as tendrás un tesoro en el cielo; ven luego y s gueme".

23 Pero cuando oyó esto se puso muy triste, pues era extremadamente rico.

24 Al verlo Jesús, dijo: "¡Qué dif cilmente entran en el reino de Dios los que tienen riquezas!

25 Porque es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios".

26 Los que lo estaban oyendo dijeron: "¿Y quién podrá salvarse?".

27 Él contestó: "Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios".

28 Pedro dijo entonces: "Pues mira: nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido".

29 Él les contestó: "Os lo aseguro: nadie que haya dejado por el reino de Dios casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos,

30 dejará de recibir mucho más en el tiempo presente; y, en el tiempo venidero, vida eterna".

Nuevamente Jesús anuncia su muerte

31 Tomando luego consigo a los Doce, les dijo: "Mirad que subimos a Jerusalén y se van a cumplir en el Hijo del hombre todas las cosas que fueron escritas por los profetas.

32 Porque será entregado a los gentiles, y se verá burlado, insultado y escupido;

33 y después de azotarlo, lo matarán; pero al tercer d a resucitará".

34 Sin embargo, ellos nada de esto comprendieron; pues estas cosas resultaban para ellos ininteligibles y no captaban el sentido de lo que les hab a dicho.

Un ciego de Jericó recibe la vista

35 Al acercarse él a Jericó, hab a un ciego sentado junto al camino, pidiendo limosna.

36 Cuando oyó el ruido de la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.

37 Le contestaron que estaba pasando por all Jesús de Nazaret.

38 Entonces el ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de m !".

39 Los que iban delante le reprend an para que callara; pero él gritaba todav a más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de m !".

40 Jesús se paró y mandó que se lo trajeran delante. Cuando el ciego se acercó, le preguntó Jesús:

41 "¿Qué quieres que te haga?". Él contestó: "¡Se or, que vea!".

42 Y Jesús le respondió: "Pues recobra la vista; tu fe te ha salvado".

43 E inmediatamente recobró la vista y le segu a glorificando a Dios. Todo el pueblo, al ver esto, prorrumpió en alabanzas a Dios.