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Lucas 8 - Biblia Castilian 2003


Mujeres que sirven a Jesús

1 Él prosiguió después su camino por ciudades y aldeas, predicando y anunciando en ellas el evangelio del reino de Dios. Con él iban los Doce

2 y algunas mujeres que hab an sido curadas de esp ritus malignos y de enfermedades: Mar a, llamada Magdalena, de la cual hab an salido siete demonios;

3 Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que les ayudaban con sus propios bienes.

Parábola del sembrador

4 Cuando se hab a reunido mucha gente, a la que se a ad a los que acud an a él de cada ciudad, les dijo mediante una parábola:

5 "Salió el sembrador a sembrar su semilla. Y según iba sembrando, parte de la semilla cayó al borde del camino; fue pisoteada, y los pájaros del cielo se la comieron.

6 Otro poco cayó sobre la piedra; y, después de nacido, se secó, por no tener humedad.

7 Otro poco cayó en medio de las zarzas; y cuando las zarzas crecieron juntamente, lo ahogaron.

8 Y otro poco cayó en tierra buena; y, después de nacido, llegó a dar fruto al ciento por uno". Dicho esto, exclamaba: "El que tenga o dos para o r, que oiga".

9 Entonces sus disc pulos le preguntaban qué significaba esta parábola.

10 Él les contestó: "A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de Dios; a los demás, en parábolas, para que: Viendo, no vean; y oyendo, no entiendan.

11 Éste es el sentido de la parábola: la semilla es la palabra de Dios.

12 Los del borde del camino son los que escuchan; pero luego viene el diablo y se lleva de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.

13 Los de sobre la piedra son los que, al o r, reciben con alegr a la palabra, pero no tienen ra z; creen por algún tiempo, pero en el momento de la tentación retroceden.

14 Lo que cayó entre zarzas son los que oyeron; pero con las preocupaciones y las riquezas y los placeres de la vida, se van ahogando y no llegan a madurar.

15 Lo de la tierra buena son los que oyen la palabra con un corazón noble y generoso, la retienen y por su constancia dan fruto.

Nada oculto que no haya de ser manifestado

16 Nadie enciende una lámpara para taparla con una vasija o para ponerla debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.

17 Porque nada hay oculto que no haya de quedar manifiesto; ni secreto que no haya de ser conocido y salir a la luz.

18 Mirad, pues, cómo escucháis: porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun aquello que parece tener se le quitará".

La madre y los hermanos de Jesús

19 Vino a verlo su madre y sus hermanos; pero no lograban llegar hasta él por causa de la multitud.

20 Entonces le avisaron: "Tu madre y tus hermanos están ah fuera y quieren verte".

21 Pero él les contestó: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica".

Jesús calma la tempestad

22 Un d a subió con sus disc pulos a una barca y les dijo: "Vamos a pasar a la otra orilla del lago". Y navegaron mar adentro.

23 Mientras navegaban, él se durmió. De pronto se desencadenó sobre el lago una fuerte borrasca, la barca se les anegaba y se encontrabane en grave peligro.

24 Acercáronse a él y lo despertaron diciendo: "¡Maestro, Maestro, que nos hundimos!". Entonces él se levantó, increpó al viento y al oleaje del mar, que amainaron y sobrevino la calma.

25 Luego les dice: "¿Dónde está vuestra fe?". Ellos, llenos de temor y de admiración, se preguntaban unos a otros: "¿Pero quién es éste, que incluso manda a los vientos y a las aguas, y le obedecen?".

El endemoniado gadareno

26 Arribaron a la región de los gerasenos que está en la ribera opuesta de Galilea.

27 Apenas él saltó a tierra, le salió al encuentro, procedente de la ciudad, un hombre que estaba pose do por demonios y que desde hac a bastante tiempo no se cubr a con ningún vestido ni viv a en casa alguna, sino en los sepulcros.

28 Cuando vio a Jesús, se echó a sus pies y dijo a grandes gritos: "¿Qué tienes tú que ver conmigo, Jesús, Hijo del Dios Alt simo? Por favor, te ruego que no me atormentes".

29 Es que Jesús estaba mandando al esp ritu impuro que saliera de aquel hombre. Porque en muchas ocasiones lo forzaba de tal manera que, aunque lo ataban con cadenas y le pon an grillos en los pies para tenerlo sujeto, él romp a las ataduras, y el demonio lo empujaba hacia lugares desiertos.

30 Jesús le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". Él contestó: "Legión". Porque eran muchos los demonios que hab an entrado en él.

31 Y le rogaban que no les mandara irse al abismo.

32 Hab a por all, paciendo en el monte, una gran piara de cerdos. Los demonios le suplicaron que les permitiera entrar en ellos, y él se lo permitió.

33 Salieron, pues, de aquel hombre los demonios y entraron en los cerdos; la piara se arrojó con gran mpetu al lago por un precipicio y se ahogó.

34 Cuando los porqueros vieron lo que hab a sucedido, salieron huyendo y llevaron la noticia a la ciudad y a los caser os.

35 La gente acud a a ver lo que hab a sucedido. Llegáronse a Jesús, y encontraron al hombre del que hab an salido los demonios, sentado ya, vestido y en su sano juicio, a los pies de Jesús. Y quedaron llenos de espanto.

36 Los que lo hab an presenciado contaban a los demás cómo hab a sido curado el endemoniado.

37 Entonces toda la multitud de la región de los gerasenos le pidió a Jesús que se alejara de ellos; pues estaban dominados por un miedo enorme. Entró, pues, en una barca y se volvió.

38 El hombre de quien hab an salido los demonios le rogaba que le permitiera acompa arlo; pero él lo despidió, diciéndole:

39 "Vuelve a tu casa, y refiere todo lo que Dios ha hecho contigo". El hombre se fue y pregonaba por toda la ciudad lo que Jesús hab a hecho con él.

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

40 Al volver Jesús, fue bien acogido por la multitud; pues todos lo estaban esperando.

41 Llegó entonces un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y, echándose a los pies de Jesús, le suplicaba que fuera a su casa,

42 porque ten a una hija única, de unos doce a os, que se estaba muriendo. Mientras iba andando, las gentes lo apretujaban.

43 En esto, una mujer que padec a flujo de sangre desde hac a doce a os, y que no hab a podido ser curada por nadie,

44 acercándose por detrás, le tocó el borde del manto, e inmediatamente cesó su flujo de sangre.

45 Entonces preguntó Jesús: "¿Quién me ha tocado?". Como todos negaban haber sido ellos, Pedro le contestó: "Maestro, es la multitud la que te oprime y te apretuja".

46 Pero Jesús replicó: "Alguien me ha tocado, porque me he dado cuenta de que una fuerza ha salido de m ".

47 Cuando la mujer vio que hab a sido descubierta, se acercó toda temblorosa y, echándose a sus pies, refirió delante de todo el pueblo por qué motivo lo hab a tocado y cómo hab a quedado curada repentinamente.

48 Él le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz".

49 Todav a estaba él hablando, cuando llega uno de casa del jefe de la sinagoga para avisar a éste: "Ya ha muerto tu hija; no molestes más al maestro".

50 Pero Jesús, al o rlo, le dijo: "No temas; sólo ten fe, y se salvará".

51 Llegó a la casa y no permitió que nadie entrara con él, fuera de Pedro, Juan y Santiago, además del padre y la madre de la ni a.

52 Todos lloraban y se lamentaban por ella. Pero él dijo: "No lloréis más; no ha muerto, sino que está durmiendo".

53 Y se burlaban de él, porque sab an que estaba muerta.

54 Pero él, tomándola de la mano, dijo en alta voz: "Ni a, levántate".

55 Y su esp ritu volvió a ella y se levantó inmediatamente. Entonces mandó que le dieran de comer.

56 Sus padres quedaron llenos de estupor; pero él les encargó que no contaran a nadie lo sucedido.