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Lucas 18 - Nueva Biblia Española (1975)


Parábola de la viuda y el juez injusto

1 Para explicarles que tenían que orar siempre y no desanimarse, les propuso esta parábola:

2 En una ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre.

3 En la misma ciudad había una viuda que iba a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario".

4 Por bastante tiempo no quiso, pero después pensó: "Yo no temo a Dios ni respeto a hombre,

5 pero esa viuda me está amargando la vida; le voy a hacer justicia para que no venga a reventarme sin parar".

6 Y el Señor añadió: Fíjense en lo que dice el juez injusto;

7 pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si ellos le gritan día y noche?, o ¿les hará esperar?

8 Les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando vuelva este Hombre, ¿qué?, ¿va a encontrar esa fe en la tierra?

Parábola del fariseo y el publicano

9 A algunos que, pensando estar a bien con Dios, se sentían seguros de sí y despreciaban a los demás, les dirigió esta parábola:

10 Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro recaudador.

11 El fariseo se plantó y se puso a orar en voz baja de esta manera: "Dios mió, te doy gracias de no ser como los demás: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese recaudador.

12 Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que compro".

13 El recaudador, en cambio, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; no hacía más que darse golpes de pecho diciendo: "¡Dios mío!, ten compasión de este pecador".

14 Les digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no. Porque a todo el que se encumbra lo abajarán y al que se abaja lo encumbrarán.

Jesús bendice a los niños

15 Le acercaban también niños pequeños para que los tocara. Al verlo los discípulos les regañaban.

16 Jesús invitó a que se los trajeran, diciendo: Dejen que se me acerquen los niños y no se lo impidan, porque los que son como ellos tienen a Dios por Rey.

17 Les aseguro que quien no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

El joven rico

18 Un magistrado le preguntó: Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar vida eterna?

19 Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas a mi insigne? Nadie tan insigne como el único Dios.

20 Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no des falso testimonio, sustenta a tu padre y a tu madre".

21 El replicó: Todo eso lo he cumplido desde joven.

22 Al oírlo Jesús le dijo: Aún te queda una cosa: vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, que Dios será tu riqueza; y, anda, sígueme a mí.

23 Al oír aquello se puso muy triste, porque era riquísimo.

24 Viéndolo tan triste, dijo Jesús: ¡Con qué dificultad entran en el reino de Dios los que tienen el dinero!

25 Porque es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja, que no que entre un rico en el reino de Dios.

26 Los presentes exclamaron: Entonces, ¿quién puede subsistir?

27 El les contestó: Lo imposible humanamente es posible para Dios.

28 Replicó Pedro: Pues mira, nosotros hemos dejado lo que teníamos y te hemos seguido.

29 Jesús les dijo: Se lo aseguro: No hay ninguno que haya dejado casa, o mujer o hermanos, o padres o hijos por el reinado de Dios,

30 que no reciba en este tiempo mucho más y en la edad futura vida eterna.

Nuevamente Jesús anuncia su muerte

31 Se llevó aparte a los Doce y les dijo: Miren, estamos subiendo a Jerusalén y se va a cumplir todo lo que escribieron los profetas acerca de este Hombre:

32 Lo entregarán a los paganos, se burlarán de él, lo insultarán, le escupirán;

33 después de azotarlo, lo matarán, pero al tercer día resucitará.

34 Ellos no entendieron nada de aquello; aquel lenguaje seguía siendo un misterio para ellos y no comprendían lo que quería decir.

Un ciego de Jericó recibe la vista

35 Cuando se acercaban a Jericó había un ciego sentado junto al camino, pidiendo.

36 Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello,

37 y le explicaron; Está pasando Jesús el Nazareno.

38 Entonces empezó a dar voces diciendo: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!

39 Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión dé mí!

40 Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo cerca le preguntó:

41 ¿Qué quieres que haga por ti? El dijo: Señor, que vea otra vez.

42 Jesús le contestó: Recobra la vista: tu fe te ha curado.

43 En el acto recobró la vista y lo siguió bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.