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Lucas 7 - Biblia Versión Israelita Nazarena 2011


Jesús sana al siervo de un centurión

1 Cuando concluyó su disertación al pueblo que lo escuchaba, entró en Kefar Najum.

2 En eso, el siervo de cierto centurión, a quien él estimaba mucho, estaba enfermo y a punto de morir.

3 Cuando oyó hablar de Yahoshúa, le envió ancianos de los yahuditas para rogarle que fuera y sanara a su siervo.

4 Ellos fueron donde Yahoshúa y le rogaban con insistencia, diciéndole: “Él es digno de que le concedas esto;

5 porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga”.

6 Yahoshúa fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle: “Maestro, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo.

7 Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di una palabra, y mi criado será sanado.

8 Porque yo también soy un hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y le digo a uno: “Ve”, y él va; le digo al otro: “Ven”, y él viene; y le digo a mi siervo: “Haz esto”, y él lo hace”.

9 Cuando Yahoshúa oyó esto, se maravilló de él; y dándose vuelta, le dijo a la gente que lo seguía: “¡Les digo que ni siquiera en Yisrael he hallado tanta fe!”

10 Cuando volvieron a casa los enviados, hallaron sano al siervo.

Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín

11 Al día siguiente él fue a la ciudad que se llama Naím. Sus discípulos y una gran multitud lo acompañaban.

12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, coincidió que llevaban a enterrar un muerto, el único hijo de su madre, la cual era viuda. Bastante gente de la ciudad la acompañaba.

13 Y cuando el Rabí la vio, se compadeció de ella y le dijo: “No llores”.

14 Luego se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces le dijo: “Joven, a ti te digo: ¡Levántate!”

15 Entonces el que había muerto se sentó y comenzó a hablar. Y Yahoshúa se lo entregó a su madre.

16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Elohim diciendo: “¡Un gran profeta se ha levantado entre nosotros! ¡Elohim ha visitado a su pueblo!”

17 Y esto que se decía de él se difundió por toda Yahudah y por toda la tierra de alrededor.

Los mensajeros de Juan el Bautista

18 A Yojanán le informaron sus discípulos acerca de todas estas cosas. Entonces Yojanán llamó a dos de sus discípulos

19 y los envió donde el Maestro, para preguntarle: “¿Eres tú el que había de venir, o debemos esperar a otro?”

20 Cuando los hombres llegaron donde Yahoshúa, le dijeron: “Yojanán el Inmersor nos ha enviado donde ti para preguntar: “¿Eres tú el que había de venir, o debemos esperar a otro?”

21 En aquella hora Yahoshúa sanó a muchos de enfermedades, de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista.

22 Luego respondió y les dijo: “Vayan y háganle saber a Yojanán lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia.

23 Feliz es el que no se ofende conmigo”.

24 Cuando se fueron los mensajeros de Yojanán, Yahoshúa comenzó a hablar de Yojanán a las multitudes: “¿Qué salieron ustedes a ver en el desierto? ¿Una vara sacudida por el viento?

25 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? Miren, los que llevan ropas lujosas y viven en placeres están en los palacios reales.

26 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, les digo, y más que profeta!

27 Él es aquel de quien está escrito: ‘Miren, yo envío mi mensajero delante de tu presencia, quien preparará tu camino delante de ti’.

28 Les digo que entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Yojanán. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Elohim es mayor que él”.

29 Al oírlo, todo el pueblo y los publicanos declararon justo a Elohim, al sumergirse con la inmersión de Yojanán.

30 Pero los fariseos y los intérpretes de la Torah rechazaron el propósito de Elohim para ellos, no dejándose sumergir por él.

31 “¿A qué compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué se parecen?

32 Se parecen a los muchachos que se sientan en la plaza, y se gritan unos a otros: “Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron; entonamos canciones de duelo, y no lloraron”.

33 Porque ha venido Yojanán el Inmersor, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen que tiene un demonio.

34 Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe, y ustedes dicen: “¡Ahí tienen, un hombre comelón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!”

35 Pero la sabiduría queda vindicada por todos sus hijos”.

Jesús en el hogar de Simón el fariseo

36 Uno de los fariseos le pidió que comiera con él; y cuando entró en la casa del fariseo, se sentó a la mesa.

37 En eso, cuando supo que Yahoshúa estaba a la mesa en casa del fariseo, una mujer conocida como pecadora en la ciudad llevó un frasco de mármol con perfume.

38 Se puso detrás de Yahoshúa, a sus pies, y llorando, comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas; y los secaba con los cabellos de su cabeza. Y le besaba los pies y los ungía con el perfume.

39 Al ver esto el fariseo que lo había invitado a comer, se dijo a sí mismo: “Si éste fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, porque es una pecadora.

40 Entonces, Yahoshúa le respondió: “Shimón, tengo algo que decirte”. Él dijo: “Dilo, Rabí”.

41 “Cierto acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta.

42 Como ellos no tenían con qué pagar, los perdonó a ambos. Entonces, ¿cuál de ellos lo amará más?”

43 En respuesta Shimón dijo: “Supongo que aquel a quien perdonó más”. Y él le dijo: “Has juzgado correctamente”.

44 Y vuelto hacia la mujer, le dijo a Shimón: “¿Ves esta mujer? Yo entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; pero ésta ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos.

45 Tú no me diste un beso, pero desde que entré, ésta no ha cesado de besarme los pies.

46 Tú no ungiste mi cabeza con aceite, pero ésta ha ungido mis pies con perfume.

47 Por lo cual, te digo que sus muchos pecados quedan perdonados, porque amó mucho. Pero al que se le perdona poco, poco ama”.

48 Y a ella le dijo: “Tus pecados quedan perdonados”.

49 Los que estaban con él a la mesa comenzaron a decir entre ellos: “¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?”

50 Entonces Yahoshúa le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz”.