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Lucas 8 - Biblia Versión Israelita Nazarena 2011


Mujeres que sirven a Jesús

1 Después de esto, él andaba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y anunciando la Buena Noticia del reino de Elohim. Los Doce iban con él,

2 y también algunas mujeres que se habían sanado de espíritus malignos y de enfermedades: Miryam, llamada la Magdalena, de la cual habían salido siete demonios;

3 Yojana, la mujer de Kuza, administrador de Horedós; Shoshaná, y muchas otras. Ellas les servían con sus bienes.

Parábola del sembrador

4 Cuando se juntó una gran multitud de los que acudían a él de cada ciudad, les habló por medio de una parábola:

5 “Un sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y la pisotearon; y las aves del cielo se la comieron.

6 Otra parte cayó sobre la roca, y cuando creció, se secó, porque no tenía humedad.

7 Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos crecieron al mismo tiempo y la ahogaron.

8 Y otra parte cayó en buena tierra, y cuando creció, produjo fruto a ciento por uno”. Al hablar de estas cosas, exclamó: “El que tiene oídos para oír, que oiga”.

9 Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola.

10 Y él dijo: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de Elohim; pero a los demás [les hablo] en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.

11 “Esto es lo que significa la parábola: La semilla es la palabra de Yahweh.

12 Los de junto al camino son los que oyen, pero luego viene el Acusador y quita la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.

13 Los de sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo. Pero éstos no tienen raíz; por un tiempo creen y en el tiempo de la prueba se apartan.

14 En cuanto a la parte que cayó entre los espinos, éstos son los que oyeron; pero mientras siguen su camino, quedan ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez.

15 Pero en cuanto a la parte que cayó en buena tierra, éstos son los que, al oír con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída; y producen fruto con perseverancia.

Nada oculto que no haya de ser manifestado

16 “Nadie que enciende una lámpara la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.

17 Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.

18 Por eso, fíjense bien en lo que oyen; porque a todo el que produzca, se le dará, y a todo el que no produzca, hasta lo que piense tener se le quitará”.

La madre y los hermanos de Jesús

19 En eso vinieron a verlo su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la multitud.

20 Entonces le avisaron: “Tu madre y tus hermanos están afuera, y desean verte”.

21 Pero él les dijo en respuesta: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Elohim y la ponen en práctica.

Jesús calma la tempestad

22 En el transcurso de uno de aquellos días, él abordó una embarcación con sus discípulos; y les dijo: “Pasemos a la otra orilla del lago”. Y zarparon.

23 Pero mientras ellos navegaban, él se durmió. Entonces se desató una tempestad de viento en el lago, y ellos se iban anegando y peligraban.

24 Acercándose a él, lo despertaron diciendo: “¡Rabí, Rabí! ¡Perecemos!” Él se despertó, reprendió al viento y al oleaje del agua; y se apaciguaron, y sobrevino la calma.

25 Entonces les dijo: “¿Dónde está la fe de ustedes?” Atemorizados, se maravillaron diciéndose unos a otros: “¿Quién es éste, que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?”

El endemoniado gadareno

26 Navegaron a la tierra de los gadarenos, que está frente al Galil.

27 Al bajarse él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad, el cual tenía demonios. Desde hacía mucho tiempo no había llevado ropa, ni vivía en una casa, sino entre los sepulcros.

28 Pero cuando vio a Yahoshúa, gritó, se postró delante de él y dijo con voz fuerte: “¿Qué tienes conmigo, Yahoshúa, Hijo de Elohim Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!”

29 Porque Yahoshúa había mandado al espíritu inmundo que saliera del hombre, pues se había apoderado de él desde hacía mucho tiempo. Para protegerlo, lo ataban con cadenas y con grillos, pero él rompía las ataduras y el demonio lo impelía a los desiertos.

30 Yahoshúa le preguntó: “¿Cómo te llamas?” Y él dijo: “Legión”. Porque eran muchos los demonios que habían entrado en él;

31 y le rogaban que no los mandara al abismo.

32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacía en la montaña; y le rogaron que los dejara entrar en ellos, y él les dio permiso.

33 Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.

34 Los que apacentaban los cerdos, al ver lo que había sucedido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos.

35 La gente salió a ver lo que había sucedido; y cuando llegaron donde Yahoshúa hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Yahoshúa, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.

36 Los que lo habían visto les contaron cómo se había salvado aquel endemoniado.

37 Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos le rogó que se apartara de ellos, porque tenían mucho temor. Yahoshúa subió a la barca y regresó.

38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara seguir con él. Pero Yahoshúa le respondió:

39 “Vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho por ti Elohim”. Y él se fue, proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Yahoshúa por él.

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

40 Al regresar Yahoshúa, toda la gente lo recibió gozosa, porque todos lo esperaban.

41 Y en eso vino un hombre llamado Yaír, que era principal de la sinagoga. Se postró a los pies de Yahoshúa y le imploró que fuera a su casa,

42 porque tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Mientras él iba, las multitudes lo apretujaban.

43 Y una mujer, que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado todo su patrimonio en médicos, ninguno la pudo sanar),

44 se le acercó por detrás y tocó el borde del manto de Yahoshúa. De inmediato se detuvo su flujo.

45 Entonces dijo Yahoshúa: “¿Quién fue el que me tocó?” Y como todos negaban, Kefá le dijo: “Rabí, las multitudes te aprietan y presionan”.

46 Yahoshúa dijo: “Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí”.

47 Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, vino temblando; y postrándose delante de él, declaró ante todo el pueblo por qué motivo lo había tocado, y cómo había quedado sana al instante.

48 Él le dijo: “Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz”.

49 Aún estaba él hablando, cuando vino uno de la casa del principal de la sinagoga para decirle: “Tu hija ha muerto. No molestes más al Rabí”.

50 Al oír esto, Yahoshúa le respondió: “No temas; sólo ten fe, y ella se salvará”.

51 Cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a nadie, sino sólo a Kefá, a Yojanán, a Yaaqov, y al padre y a la madre de la niña.

52 Todos lloraban y lamentaban por ella. Pero él dijo: “No lloren. Ella no está muerta, sino dormida”.

53 Ellos se burlaban de él, sabiendo que ella había muerto.

54 Pero él la tomó de la mano, y dijo con voz fuerte: “Niña, levántate”.

55 Entonces le volvió el aliento, y al instante se levantó. Y él ordenó que le dieran de comer.

56 Sus padres quedaron asombrados, y él les encargó que no le dijeran a nadie lo que había sucedido.