Comentario Biblico


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1 Estas son las palabras que habló Moisés a todo Israel a este lado del Jordán en el desierto, en el Arabá frente al Mar Rojo, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab.

2 Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-barnea.

3 Y aconteció que a los cuarenta años, en el mes undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos,

4 después que derrotó a Sehón rey de los amorreos, el cual habitaba en Hesbón, y a Og rey de Basán que habitaba en Astarot en Edrei.

5 De este lado del Jordán, en tierra de Moab, resolvió Moisés declarar esta ley, diciendo:

6 Jehová nuestro Dios nos habló en Horeb, diciendo: Habéis estado bastante tiempo en este monte.

7 Volveos e id al monte del amorreo y a todas sus comarcas, en el Arabá, en el monte, en los valles, en el Neguev, y junto a la costa del mar, a la tierra del cananeo, y al Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates.

8 Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehová juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a su descendencia después de ellos.

9 En aquel tiempo yo os hablé diciendo: Yo solo no puedo llevaros.

10 Jehová vuestro Dios os ha multiplicado, y he aquí hoy vosotros sois como las estrellas del cielo en multitud.

11 ¡Jehová Dios de vuestros padres os haga mil veces más de lo que ahora sois, y os bendiga, como os ha prometido!

12 ¿Cómo llevaré yo solo vuestras molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos?

13 Dadme de entre vosotros, de vuestras tribus, varones sabios y entendidos y expertos, para que yo los ponga por vuestros jefes.

14 Y me respondisteis y dijisteis: Bueno es hacer lo que has dicho.

15 Y tomé a los principales de vuestras tribus, varones sabios y expertos, y los puse por jefes sobre vosotros, jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez, y gobernadores de vuestras tribus.

16 Y entonces mandé a vuestros jueces, diciendo: Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, y el extranjero.

17 No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré.

18 Os mandé, pues, en aquel tiempo, todo lo que habíais de hacer.

19 Y salidos de Horeb, anduvimos todo aquel grande y terrible desierto que habéis visto, por el camino del monte del amorreo, como Jehová nuestro Dios nos lo mandó; y llegamos hasta Cades-barnea.

20 Entonces os dije: Habéis llegado al monte del amorreo, el cual Jehová nuestro Dios nos da.

21 Mira, Jehová tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes.

22 Y vinisteis a mí todos vosotros, y dijisteis: Enviemos varones delante de nosotros que nos reconozcan la tierra, y a su regreso nos traigan razón del camino por donde hemos de subir, y de las ciudades adonde hemos de llegar.

23 Y el dicho me pareció bien; y tomé doce varones de entre vosotros, un varón por cada tribu.

24 Y se encaminaron, y subieron al monte, y llegaron hasta el valle de Escol, y reconocieron la tierra.

25 Y tomaron en sus manos del fruto del país, y nos lo trajeron, y nos dieron cuenta, y dijeron: Es buena la tierra que Jehová nuestro Dios nos da.

26 Sin embargo, no quisisteis subir, antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová vuestro Dios;

27 y murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: Porque Jehová nos aborrece, nos ha sacado de tierra de Egipto, para entregarnos en manos del amorreo para destruirnos.

28 ¿A dónde subiremos? Nuestros hermanos han atemorizado nuestro corazón, diciendo: Este pueblo es mayor y más alto que nosotros, las ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; y también vimos allí a los hijos de Anac.

29 Entonces os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos.

30 Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos.

31 Y en el desierto has visto que Jehová tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugar.

32 Y aun con esto no creísteis a Jehová vuestro Dios,

33 quien iba delante de vosotros por el camino para reconoceros el lugar donde habíais de acampar, con fuego de noche para mostraros el camino por donde anduvieseis, y con nube de día.

34 Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras, y se enojó, y juró diciendo:

35 No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres,

36 excepto Caleb hijo de Jefone; él la verá, y a él le daré la tierra que pisó, y a sus hijos; porque ha seguido fielmente a Jehová.

37 También contra mí se airó Jehová por vosotros, y me dijo: Tampoco tú entrarás allá.

38 Josué hijo de Nun, el cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él la hará heredar a Israel.

39 Y vuestros niños, de los cuales dijisteis que servirían de botín, y vuestros hijos que no saben hoy lo bueno ni lo malo, ellos entrarán allá, y a ellos la daré, y ellos la heredarán.

40 Pero vosotros volveos e id al desierto, camino del Mar Rojo.

41 Entonces respondisteis y me dijisteis: Hemos pecado contra Jehová; nosotros subiremos y pelearemos, conforme a todo lo que Jehová nuestro Dios nos ha mandado. Y os armasteis cada uno con sus armas de guerra, y os preparasteis para subir al monte.

42 Y Jehová me dijo: Diles: No subáis, ni peleéis, pues no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos.

43 Y os hablé, y no disteis oído; antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová, y persistiendo con altivez subisteis al monte.

44 Pero salió a vuestro encuentro el amorreo, que habitaba en aquel monte, y os persiguieron como hacen las avispas, y os derrotaron en Seir, hasta Horma.

45 Y volvisteis y llorasteis delante de Jehová, pero Jehová no escuchó vuestra voz, ni os prestó oído.

46 Y estuvisteis en Cades por muchos días, los días que habéis estado allí.


I. INTRODUCCION, 1:1-4

El escritor de Deuteronomio introduce el contenido del libro como las palabras que Moisés habló... Moisés actuó como mediador del pacto entre Dios e Israel. Por esta razón habló a todo Israel. La expresión todo Israel es característica de Deuteronomio y aparece 11 veces en el libro. Este énfasis en la unidad de Israel refleja el deseo del autor de exhortar a todo el pueblo a oír y obedecer las palabras de Moisés.

El pueblo de Israel estaba representado por los ancianos y los líderes de las tribus (27:1; 31:9, 28). Moisés habló a Israel al otro lado del Jordahn. Esta expresión significa el lado oriental del río Jordán. Escribió desde la perspectiva de uno que vivía en la tierra de Canaán, al lado occidental del río Jordán. El redactor de Deuteronomio escribió su libro muchos años después de la muerte de Moisés, en los días de Josías, rey de Judá, en el siglo VII a. de J.C. El escritor también informa a sus lectores el lugar en que se encontraba Moisés cuando habló a Israel. Esta información no era necesaria para el pueblo que había salido de Egipto, pero el Israel que vivió 650 años después de Moisés necesitaba esta información.

Las palabras de Moisés fueron pronunciadas en diversos lugares, pero en 1:5 el autor informa que cuando Moisés habló a Israel, el pueblo estaba en la tierra de Moab. El libro de Deuteronomio es presentado como las palabras del pacto que Jehová había hecho con los hijos de Israel en la tierra de Moab (29:1). Los lugares mencionados en el v. 1 fueron los sitios donde Israel había acampado durante su jornada hacia Canaán. La mayoría de los lugares de las paradas todavía no han sido identificados con exactitud por los arqueólogos bíblicos. El desierto puede ser la región árida de Sinaí, el área al sur de Canaán o el desierto de Moab (2:8). El Arabah es el área que se extiende desde el mar Muerto hasta el golfo de Acaba o Eilat (ver Deu 2:8 y la nota de la RVA en 4:49). Suf aparece en Num 21:14 como Sufá, una ciudad al sur de Moab. El viaje desde Horeb a Cadesbarnea duró once días. Esta información era para el beneficio de la nueva generación de israelitas, ya que el pueblo que había salido de Egipto no necesitaba esta información. Los once días sirven de contraste con los 40 años de peregrinación en el desierto por causa de la rebelión de Israel ( Num 14:34).

En el norte de Israel el monte Sinaí era conocido como Horeb y es el nombre preferido por el autor de Deuteronomio. Sinaí fue la montaña donde Dios se reveló a Moisés e Israel y donde fue promulgada la ley ( Exo. 19 y 20). Horeb aparece nueve veces en el libro, mientras que el nombre Sinaí aparece solamente una vez, en la sección poética del libro ( Deu 33:2). La región montañosa de Seír se refiere a la tierra de Edom.

El v. 3 indica que las palabras de Moisés fueron proclamadas en el primer día del mes undécimo, o sea, seis meses después de la muerte de Aarón ( Num 33:38). Según Jos 5:10, la conquista de la tierra prometida empezó en el primer mes del año. Esto significa que el período desde el día en que Moisés habló al pueblo hasta la celebración de la Pascua y el principio de la conquista de la tierra prometida fue de dos meses y medio. Ya que la explicación de la ley duró solamente un día ( Deu 32:48), esto significa que el libro de Deuteronomio debe ser considerado como un resumen de los muchos discursos pronunciados por Moisés durante los 40 años de peregrinación. La asamblea de las tribus de Israel y el discurso final de Moisés ocurrió después de la victoria de Israel contra Sejón y Og ( Num 21:21-35).

Sejón, rey de los amorreos, reinó en la ciudad de Hesbón. Los amorreos inmigraron de Mesopotamia y Siria al principio del segundo milenio a. de J. C. Ellos conquistaron a los cananeos que vivían en la región montañosa de Canaán ( Num 13:29; Jos 10:6). Los amorreos también habían conquistado a los moabitas. Sejón convirtió a Hesbón en su capital y extendió su reino hasta el río Arnón ( Num 21:26).

Og era otro rey amorreo que reinaba en Basahn, una ciudadestado que estaba ubicada al norte del río Yarmuk. La capital de su reino fue Astarot ( Jos 9:10). Según Jos 12:4 y 13:12, el territorio de Og incluía Astarot y Edrei. La victoria de Israel contra Og fue en Edrei ( Num 21:33). Og fue identificado como uno de los refaítas, una raza de gigantes que vivía en Transjordania ( Deu 3:11).

II. EL PRIMER SERMON DE MOISES, 1:5-4:43

El carácter exhortatorio del libro de Deuteronomio se ve claramente en los tres sermones que Moisés predicó a Israel en la tierra de Moab. El primer sermón es un repaso de la historia de Israel y enfatiza la obra de Dios a favor de Israel (1:5-3:29). Moisés apela al pueblo a considerar y afirmar su lealtad a Jehová y al pacto hecho en el monte Sinaí. El sermón incluye una exhortación a la obediencia (4:1-14), una advertencia contra la idolatría (4:15-31) y otra exhortación al pueblo a ser fiel a la ley (4:32-40).

1. Una reseña histórica, 1:5-3:29

El pacto establecido por Dios en el monte Sinaí sigue el modelo de los tratados internacionales comunes entre las naciones del Antiguo Oriente del segundo milenio a. de J.C. El libro de Deuteronomio es similar a los tratados de soberanía usados en el Imperio Hitita, un pueblo que vivía en Anatolia. Entre los diversos elementos de los tratados internacionales de soberanía está la reseña histórica. Esta introducción histórica presenta algo similar a lo que el gran rey de los hititas había hecho por sus vasallos.

El primer sermón de Moisés contiene una reseña histórica que delinea la obra redentora de Jehová, el gran rey, a favor de Israel, su siervo, desde la salida del pueblo del monte Sinaí hasta el momento en que Israel se preparaba para entrar en la tierra prometida.

(1) Dios ordena al pueblo que salga de Horeb, 1:5-8. Otra vez el escritor de Deuteronomio establece que la ley fue proclamada al otro lado del Jordahn, cuando el pueblo estaba aún en la tierra de Moab. El otro lado del Jordán es la tierra de Moab. Esto significa que el libro fue escrito desde la perspectiva del redactor del libro de Deuteronomio (ver 1:1). La palabra ley, en heb. torah8451, significa enseñanza o instrucción . Moisés es presentado como un maestro que explica o interpreta las palabras de Jehová al pueblo.

La palabra explicar aparece en 27:8 y Habacuc 2:2 con el significado de escribir en piedra . Como maestro de la ley, Moisés no solamente explica o interpreta las estipulaciones del pacto y las demandas de Jehová sino que inculca en la mente y en el corazón del pueblo lo que Israel debe hacer para vivir como pueblo de Dios en la tierra prometida. La autoridad de Moisés como maestro y predicador de la torah de Jehová viene de su oficio de mediador del pacto. Su misión era exponer a Israel la implicación de vivir bajo las estipulaciones del pacto para la vida social y religiosa de la nación.

Después de la salida de Egipto, Israel fue directamente al monte Sinaí donde permaneció casi dos años (ver 19:1 y Num 10:11). Después de su estancia en el monte, el Señor ordenó al pueblo salir de la región donde estaban y empezar su marcha hacia Canaán para poseer la tierra prometida. El pueblo tenía que abandonar la seguridad de la presencia de Jehová en el monte Sinaí y experimentar la realidad del desierto. La posesión de la tierra prometida requería el sacrificio del desierto.

En el v. 6 Moisés introduce el Dios de Israel. Su nombre es Jehovah. En Ex 3:14-15, el Dios de Israel reveló su nombre a Moisés como Jehová (YHWH; ver el comentario de Andrés J. Glaze en el tomo sobre Exodo, de esta misma serie, pp. 69-71). El nombre de Dios, YO SOY, está asociado con el verbo hayah, ser . En castellano el nombre Jehová está compuesto de las letras del tetragrama YHWH y de las vocales del nombre Adonai y produce el nombre Jehová. El mismo procede de la vocalización del nombre divino en el Texto Masorético (el texto heb. del AT) y probablemente empezó a ser usado en el siglo XV d. de J.C. La expresión nuestro Dios y tu Dios es característica del libro de Deuteronomio. Las dos expresiones están relacionadas con el pacto y reflejan la relación íntima que existía entre Jehová e Israel.

La orden de marchar hacia la tierra prometida (v. 7) indica que Israel iba a seguir el camino más corto hacia Canaán. Pero por causa de la rebelión del pueblo, fueron condenados a pasar 40 años en el desierto antes de entrar en Canaán ( Ex 1:34-40). La extensión de la tierra prometida (v. 7) es una descripción ideal de la herencia de Israel. Durante la mayor parte de su historia, Israel nunca pudo alcanzar este límite ideal de sus fronteras, con la excepción de un breve período durante los reinados de David y Salomón ( 2Sa 8:3; 1Ki 4:21). La región montañosa de los amorreos es una referencia a las áreas montañosas de Canaán y Transjordania. En Deuteronomio, el nombre amorreos se usa generalmente para designar a los habitantes autóctonos de Canaán. El Arabah es el valle del Jordán. La Sefela o tierra baja es el área semi llana entre las montañas de Judá y el área fértil del llano de Filistea (ver Martin Noth, El mundo del Antiguo Testamento, Ediciones Cristiandad, p. 76). El Néguev es la región árida que formaba el desierto al sur de Judá, desde Hebrón hasta Cadesbarnea. La costa del mar es la costa del Mediterráneo. La tierra de los cananeos probablemente es una referencia al valle de Jezreel en el norte de Canaán, hacia el Líbano. Dios manda a Israel que salga del monte donde había permanecido por mucho tiempo y que marche hacia la tierra prometida a cumplir su destino.

En heb. la palabra poseer tiene la idea de recibir como herencia. La tierra de Canaán pertenecía a Jehová y ahora que Israel era su pueblo escogido, él da la tierra a Israel como una herencia especial. La tierra de Canaán fue prometida a Abraham ( Gen 15:7), a Isaac ( Gen 26:3) y a Jacob ( Gen 35:12). La conquista de la tierra en los días de Josué fue una confirmación de la promesa que Jehová había hecho a los patriarcas ( Jos 11:23; Jos 23:14).

(2) Nombramiento de los jueces, Jos 1:9-18. La elección de los líderes de Israel en Deuteronomio es una combinación de las narrativas de Ex 18:13-26 y Num 11:10-17. Las tres narrativas son diferentes pero enseñan un mismo principio: el suceso de Israel como comunidad unificada por el pacto demanda la cooperación de cada individuo en la obediencia a los líderes de la comunidad.

La selección de los jueces en Exodo 18 sucedió antes de la llegada del pueblo al monte Sinaí. Allí es Jetro, suegro de Moisés, quien toma la iniciativa de recomendar a Moisés que nombre jueces que le ayuden a dirigir al pueblo. En Deuteronomio Moisés reconoce la imposibilidad de hacer la obra sin ayuda. El Israel que había salido de Egipto era una gran multitud ( Ex 12:37-38, tan grande como las estrellas del cielo ( Gen 15:5; Gen 22:17). Los problemas de la comunidad, y la tarea de llevar esta grande multitud a la tierra prometida creó la necesidad de nombrar líderes para ayudar a Moisés. La división de la labor fue una manera de compartir responsabilidades con personas idóneas y competentes que desearan asistir a Moisés como líder, en su responsabilidad de dirigir al pueblo. La expresión en aquel tiempo (v. 9) es una referencia a la salida del pueblo de Israel de Egipto, cuando Moisés fue exhortado por Jetro, su suegro, nombrar jueces que compartieran la responsabilidad de juzgar al pueblo.

Setenta personas habían entrado en Egipto ( Gen 46:27) y ahora, en la víspera de la entrada a la tierra prometida, Israel se había multiplicado en número y llegó a ser tan numeroso como las estrellas del cielo, porque Jehová había cumplido su promesa a Abraham y su descendencia ( Gen 15:5; Gen 22:17). Moisés oró para que el pueblo fuese multiplicado mucho más, pero con el crecimiento del pueblo surgieron muchas diferencias y problemas dentro de la comunidad, lo que hizo necesario que se delegaran responsabilidades así como Jetro había sugerido. Moisés no podía cargar solo los problemas del pueblo (v. 12). Moisés usó tres palabras para describir los problemas de la comunidad: preocupaciones, cargas y pleitos (v. 12). La palabra preocupaciones (tarah2960) aparece en Isa 1:14 y se traduce en la RVA como carga . El profeta Isaías declara que las festividades y las actividades de Israel son cargas que habían cansado a Dios. La palabra pleitos (rib7379) tiene un carácter legal; se usaba en la corte legal para acusar o demandar a una persona. Aun cuando Dios había bendecido y engrandecido al pueblo, las acusaciones de Israel habían causado una carga insoportable para Dios y para Moisés.

Moisés aceptó el consejo de Jetro y recomendó al pueblo la selección de un grupo de hombres para compartir con ellos el liderazgo de la nación. En 18:21, las características que debían poseer los hombres para ser líderes de la nación enfatizaban el aspecto moral: hombres capaces, temerosos de Dios, hombres íntegros que aborrezcan las ganancias deshonestas . El narrador de Deuteronomio enfatiza la experiencia de los candidatos: sabios, entendidos y experimentados (v. 13).

Cuatro grupos diferentes de oficiales aparecen en esta lista: los jefes de vuestras tribus (v. 15a), los jefes de mil... cien... cincuenta y... diez (v. 15b), oficiales de vuestras tribus (v. 15c), y vuestros jueces (v. 16). Es difícil determinar la función exacta de estos oficiales. Los líderes de los grupos de mil, cien, cincuenta y diez indican una agrupación militar. Los oficiales de las tribus (soter7860) fueron escogidos para ejercer y administrar justicia, mantener el orden civil y la disciplina militar, al igual que los jueces mencionados en el libro de Jue. La responsabilidad de los jueces (shofetim8199) era la de oír al pueblo en sus quejas y juzgar con imparcialidad y justicia a cada individuo de la comunidad.

La protección de la ley israelita fue extendida no solamente a los miembros de la comunidad sino también al forastero que habitaba en las ciudades de Israel. Estos forasteros (gerim1616) probablemente eran parte del grupo de extranjeros que salieron de Egipto con Israel en la ocasión del éxodo. Los forasteros eran personas que vivían temporal o permanentemente lejos de su tierra, de su tribu o de su pueblo. Estas personas no poseían propiedades, eran económicamente débiles, y vivían bajo la protección de los israelitas. El libro de Deuteronomio exhorta constantemente a la comunidad israelita que proteja el derecho de los extranjeros (10:19; 14:29; 16:11; 16:14; 16:24; 16:17; 26:11; 27:19). Los israelitas habían vivido como gerim en Egipto y sabían por experiencia propia la dura existencia de un extranjero. Moisés enfatiza al pueblo de Israel que no podían tratar a los extranjeros así como ellos fueron tratados en Egipto (10:19).

El juez de Israel no podía ser parcial al dictar su sentencia; tenía que tratar por igual a todos y no debía ser amedrentado por nadie. El juez administraba la justicia en el nombre de Dios; por lo tanto, él representaba la justicia de Dios en la comunidad israelita. Los problemas difíciles deberían ser referidos a Moisés. El, como mediador del pacto, actuaría ejerciendo las funciones de la corte suprema de Israel.

El v. 18 es un resumen de las palabras de Moisés. Moisés dirige sus palabras al pueblo, enfatizando que había provisto para las necesidades del pueblo y los problemas de la comunidad desde el Sinaí. El pueblo sabía lo que tenía que hacer. Las instrucciones que habían sido dadas por Moisés, al pueblo que salió de Egipto, eran aún válidas para la nueva generación de israelitas que se preparaba para conquistar la tierra prometida.

(3) Moisés envía espías a Canaahn, Ex 1:19-25. Después de recibir la orden de Jehová de abandonar el monte Sinaí y marchar hacia Cadesbarnea (v. 7), los israelitas partieron en dirección al desierto. La experiencia del desierto fue muy difícil para Israel y dejó un un recuerdo imborrable en la historia del pueblo. Para ellos el desierto era grande y terrible (v. 19). De Sinaí el pueblo fue a Cadesbarnea, la última frontera antes de entrar en la tierra prometida. Después de llegar a Cadesbarnea, Israel empezó la preparación para entrar en Canaán y conquistar la región montañosa de los amorreos.

La tierra de los amorreos se refiere a todo el territorio que Jehová había prometido dar a Israel (ver 1:7). Moisés ordenó al pueblo que subiera y tomara posesión de la tierra, porque Jehová iba a cumplir su promesa hecha a los patriarcas. Moisés exhortó al pueblo a no temer, ya que la presencia de Jehová estaría con ellos en medio de la batalla. La expresión no temas ni desmayes es común en los escritos deuteronómicos ( Deu 31:8; Jos 1:9); está generalmente asociada con la guerra santa (ver cap. 20) y refleja la creencia de que la batalla pertenece a Jehová y que él lucha por su pueblo. Con las palabras Jehovah tu Dios te ha entregado, el autor de Deuteronomio presenta la conquista de Canaán como una realidad presente, afirmando una vez más la fe en que Jehová iba a cumplir su promesa. La expresión Jehovah, Dios de tus padres relaciona la conquista de la tierra con las promesas hechas a Abraham, a Isaac y a Jacob.

La traducción del v. 22 en la RVA no toma en consideración la acción consecutiva del verbo en heb. Una mejor traducción sería: Pero vosotros os acercasteis a mí y dijisteis: Enviemos delante de nosotros hombres que nos reconozcan la tierra y nos traigan información acerca del camino por donde hemos de ir y de las ciudades a las que habremos de llegar. Cuando Moisés mandó al pueblo que entrara en Canaán, el pueblo temió. Según el autor de Deuteronomio, el plan de enviar espías refleja la falta de fe y confianza del pueblo en las promesas de Jehová, de que él estaría con el pueblo. El pueblo propone enviar espías y esto se tornó en la rebelión de Israel, porque no confiaron en Jehová.

En Num 13:2 fue Dios quien sugirió enviar los exploradores a Canaán. La decisión de enviar los espías para explorar la tierra (v. 22) fue necesaria, ya que Israel debía hacer los preparativos para luchar contra los habitantes de la tierra. El autor de Deuteronomio indica que Israel entraría en Canaán por el sur, siguiendo la ruta que los espías habían tomado. Pero, por causa de su rebelión, Israel fue forzado a vivir 38 años más en el desierto y cuando entró en Canaán, lo hizo por el lado oriental, en el área cerca de la ciudad de Jericó.

Moisés aprobó la idea de enviar exploradores a Canaán ( Num 13:17) y se escogieron 12 hombres. Un representante de cada tribu fue enviado para explorar la tierra y traer un informe a Moisés y a los líderes de las tribus ( Num 13:1-16). Los 12 varones llegaron hasta el arroyo de Escol. Este era un wadi, un riachuelo que se llenaba durante el período de lluvias y se secaba durante el verano. Según Num 13:22-23, el arroyo de Escol estaba cerca de Hebrón, una ciudad que más tarde fue parte de la tribu de Judá.

Según Deuteronomio, los exploradores no fueron más allá de Escol, pero según Num 13:21 exploraron la tierra desde el desierto de Zin hasta Rejob, o como dice la nota de RVA: desde el extremo sur hasta el extremo norte de Canaán. Los espías pasaron 40 días en Canaán ( Num 13:25). La palabra Escol significa racimo [de uvas] . En Escol los exploradores tomaron del fruto de la tierra, o sea, uvas, granadas e higos (ver Num 13:23) para probar a la congregación de Israel que la tierra que Jehová había prometido dar a Israel era una tierra buena y fructífera, una tierra de la cual fluye leche y miel ( Num 13:27). Jehová había cumplido su promesa y los frutos de la tierra eran una evidencia visible de la fidelidad de Jehová.

(4) Rebelión contra Dios, Num 1:26-33. El autor de Deuteronomio no menciona en el v. 25 el pesimismo de los espías (ver Num 13:23-33). Solamente Caleb ( Num 13:30) y Josué ( Num 14:6-7) presentaron un informe positivo acerca de la tierra. Los espías reconocían que la tierra era fructífera pero creían que era imposible para Israel derrotar a los habitantes de Canaán. Para ellos Canaán era una tierra que devoraba a sus habitantes. Además, encontraron en Canaán a los descendientes de los anaquitas quienes vivían en ciudades fortificadas, cuyos muros llegaban hasta el cielo (v. 28). Los anaquitas, los descendientes de los hijos de Anac, fueron los primeros habitantes de Canaán. Eran personas de elevada estatura y eran consideradas gigantes ( Num 2:10; Num 2:21; Num 9:2). Los espías identificaron a los anaquitas con los nefilim, los gigantes de Gen 6:4 (ver Num 13:33; ver también artículo de Claude F. Mariottini, The Anakim and the Nephilim , Biblical Illustrator [20, 4: Summer 1994], 43-46). Temerosos de la estatura de los habitantes de la tierra y de la fortificación de sus ciudades, el pueblo decidió no entrar en la tierra de Canaán. La decisión del pueblo fue una rebelión contra Dios y una violación del pacto. La expresión fuisteis rebeldes contra el mandato de Jehová (v. 26) significa lit. en heb. rebelarse contra la boca de Jehová , o sea, contra su palabra u orden.

La rebelión del pueblo dio ocasión a la murmuración contra Dios en sus tiendas (v. 27). El hecho de que el pueblo regresara a sus tiendas significaba desmovilizarse para la batalla. En 2Sa 20:1, durante su rebelión contra David, Seba incita a Israel a regresar a sus tiendas. Lo mismo sucedió durante la rebelión de Jeroboam contra Roboam (1Ki 12:16). En su rebelión, el pueblo pervirtió completamente la naturaleza y el propósito de Dios para Israel. Dijeron: Porque Jehovah nos aborrece (v. 27), cuando en realidad Dios había demostrado su amor a Israel muchas veces y de muchas maneras. El tema más importante en el libro de Deuteronomio es el amor de Dios por su pueblo. Dijeron: porque... nos ha sacado de la tierra de Egipto, para entregarnos en manos de los amorreos para destruirnos (v. 27). Pero la realidad del éxodo era que Jehová había prometido entregar toda la tierra de los amorreos en las manos de Israel. Ellos creían que Dios les había traído al desierto para destruirlos, cuando en realidad él había redimido a su pueblo para darles vida. La pregunta de Israel: i ¿A dónde iremosi ? (v. 28) refleja que el pueblo había perdido la esperanza de entrar en la tierra prometida. La pregunta es retórica porque Israel ya tenía la respuesta: según Num 14:4 el pueblo deseaba regresar a Egipto.

Moisés hizo un esfuerzo por animar al pueblo. Declaró que Jehová estaría con ellos para pelear por Israel, de la misma manera que él había peleado contra los egipcios. Moisés también afirmó que aun cuando los habitantes de Canaán eran poderosos, aun más fuerte y poderoso que los anaquitas era el Dios de Israel. En Israel Jehová era conocido como un Dios guerrero (15:3). Lo que Jehová había hecho en el pasado, su gran obra de salvar a Israel de la casa de servidumbre, todavía podía hacerlo en el presente para aquellos que creían. Y él lo iba a hacer ante vuestros propios ojos (v. 30). Moisés deseaba que el pueblo, en vez de creer en las palabras de los espías y temer problemas aún no experimentados, creyera más en su experiencia personal con Dios.

Las palabras de Moisés también son dirigidas a la nueva generación de israelitas en la tierra de Moab, en la víspera de la conquista de la tierra. Ellos también necesitaban confiar en el poder de Jehová para conquistar la tierra que había prometido darles. Como un padre amoroso que protege a su hijo, Jehová había protegido a Israel durante sus jornadas en el desierto. El concepto padre/hijo es muy importante en la teología israelita. Israel era el hijo primogénito de Jehová (4:22). Como un padre Jehová había guiado a su hijo Israel por el desierto. Una ilustración similar aparece en Num 11:12, donde la misión de Moisés de llevar al pueblo a la tierra prometida es comparada con una nodriza que lleva a un bebé en su seno (ver también Hos 11:1).

Pero ni la experiencia del pueblo con Dios en el pasado, ni los eventos del éxodo, ni las señales que Dios había hecho en el desierto fueron suficientes para convencer al pueblo de que Jehová les daría la victoria. La presencia de Dios con Israel fue manifestada en la teofanía. La nube y la columna de fuego fueron manifestaciones visibles de Dios las cuales servían para recordarle al pueblo la presencia de Dios en su medio, y de su protección durante el viaje hacia Canaán. A pesar de todo esto, el pueblo no creyó en la realidad de la promesa de Dios de salvarles y de darles la victoria.

(5) Castigo del pueblo, Hos 1:34-40. Dios oyó la murmuración y las palabras del pueblo pronunciadas en lo íntimo de sus tiendas. La ira de Dios representa su condenación del pecado y la rebelión del pueblo. Cuando los hijos de Aarón ofrecieron fuego extraño sobre el altar de Dios, la ira de Dios se manifestó para juicio. Aquí la ira de Dios se manifiesta en forma de una promesa. La misma palabra usada para garantizar la promesa de la tierra a los patriarcas (33:1) se usa aquí para negar la tierra a la generación de israelitas que dudaron de la promesa divina de protección: Ninguno de estos hombres de esta mala generación verah la buena tierra que juré dar a vuestros padres (v. 35). Aquellos que rehusaron entrar en la tierra fueron condenados a no ver jamás la tierra buena y fructífera que Jehová había prometido dar a Israel. Todos aquellos que fueron condenados a perecer en el desierto fueron los hombres (y mujeres) que miraron las señales que Jehová había hecho en Egipto y en el desierto, o sea, aquellos que tenían más de 20 años ( Num 14:29). Unicamente Caleb y Josué fueron exonerados de la sentencia divina. Caleb, hijo de Jefone, fue un hombre de la tribu de Judá. El fue uno de los espías que aconsejó al pueblo y a Moisés que invadieran la tierra de Canaán. Como recompensa por su fidelidad Caleb recibió en herencia la ciudad de Hebrón, así como Dios había prometido ( Num 14:24). Más tarde, el territorio conquistado por Caleb y su descendencia fue conocido como el Néguev de Caleb ( 1Sa 30:14).

A Moisés tampoco le fue permitido entrar en la tierra prometida. Según Deu 32:48-52 y Num 20:12 Moisés no entró en la tierra de Canaán por causa de su desobediencia. Moisés no honró a Dios delante del pueblo porque golpeó la roca dos veces para producir agua, aún cuando el Señor le había dicho a Moisés que le hablara a la roca. Este incidente enseña que Dios no acepta pecado ni rebeliones en la vida de su pueblo, aun cuando el pecado fue cometido por Moisés, el líder escogido por Dios. Moisés declara que él fue excluido de la tierra prometida por causa de la culpa del pueblo. Aun cuando Moisés no era culpado de los pecados del pueblo, como líder de la nación, sufrió las consecuencias de la rebelión de Israel. Este tema del sufrimiento del inocente está presente en los Cánticos del Siervo ( Isa 52:13 :12) y en la vida y ministerio de Cristo.

Josué, el hijo de Nun, también entraría con Caleb en la tierra prometida. Josué representó a la tribu de Efraín ( Num 13:8; Num 13:16); aparece en el AT como ayudante de Moisés (33:11; Jos 1:1). Cuando a Moisés le fue prohibido entrar en Canaán, Josué fue seleccionado como el sucesor de Moisés y como líder de Israel. Su misión era conquistar la tierra de Canaán y hacer de ella la heredad del pueblo de Dios.

La generación del éxodo fue condenada a perecer en el desierto, pero sus hijos iban a heredar la tierra (v. 39). La ironía de estas palabras es evidente. El pueblo que había salido de Egipto estaba preocupado porque sus hijos no iban a vivir para heredar la tierra de la promesa. Pero Dios promete que solamente estos niños entrarían en la tierra prometida. Después de una generación ( Jos 2:14), aquellos que no se rebelaron contra Dios conquistaron la tierra, pero aquellos que protestaron y reclamaron perecieron en el desierto. La expresión distinguen entre lo bueno y lo malo se usa para referirse a las personas que son moralmente irresponsables, es decir, las personas que no tenían la capacidad moral para tomar decisiones que afectarían su futuro. La generación del éxodo había usado a los niños para justificar su incredulidad y rebelión contra Jehová. Pero aun cuando la preocupación del pueblo por sus hijos era válida, ellos también tenían que tomar en consideración las demandas de Jehová y su promesa de ayuda y protección.

El autor de Deuteronomio concluye declarando que Dios ordenó al pueblo volver y marchar hacia el desierto, en dirección del mar Rojo. Por su falta de fe y por su rebelión contra Jehová, Israel no iba a entrar en Canaán en esta ocasión. Israel fue condenado a regresar al desierto y allí esperar la muerte de la generación incrédula.

(6) Derrota de Israel en Horma, Jos 1:41-46. El pueblo, al oír las palabras de Moisés, reconoció su pecado. Por su rebelión Israel había perdido la oportunidad de conquistar la tierra de Canaán. Ahora, en otro acto de rebelión, Israel intenta invadir la tierra de Canaán sin la bendición de Jehová. En vez de regresar al desierto así como Jehová le había mandado, el pueblo actuó presuntuosamente y decidió invadir la tierra de Canaán. Esta decisión revela la naturaleza desobediente de Israel y enseña que no todas las guerras tenían la bendición de Jehová. Los israelitas aprestaron sus armas y atacaron a los amorreos. Dios habló a Moisés y declaró que el pueblo no debería pelear contra los amorreos. Dios no estaría con Israel y la derrota sería inevitable. Según Num 14:44 Moisés no permitió que el arca del pacto acompañara al pueblo en la batalla. La ausencia del arca era símbolo de que la presencia de Dios no iba a estar con el pueblo. Pero el pueblo estaba decidido a invadir a los amorreos e iniciar la conquista de la tierra prometida. La palabra arrogancia (v. 43) significa actuar presuntuosamente, cometer una ofensa premeditada contra Dios y contra sus mandamientos.

La invasión de Canaán por el ejército israelita fue un fracaso. Los amorreos derrotaron a los israelitas y ellos huyeron como los seres humanos huyen delante de las avispas. Los amorreos persiguieron el ejército de Israel desde Seír hasta Horma (v. 44), una región en el Néguev. En Num 14:43; Num 14:45 los enemigos son los

amalequitas y los cananeos. En Deuteronomio se usa la palabra amorreo para designar a los habitantes de Canaán.

La derrota del ejército israelita produjo una crisis de fe en la vida del pueblo. El pueblo, arrepentido, lloró delante de Jehovah. La palabra volvisteis (v. 45) significa arrepentirse, cambiar de parecer. La expresión delante de Jehovah significa ir delante de Jehová en el tabernáculo, donde estaba el arca del pacto. Pero las lágrimas de arrepentimiento no movieron a Jehová. Así como el pueblo no había oído la voz de Jehová, así el Señor no oyó al pueblo en su hora de angustia.

Por su pecado y su rebelión Israel fue condenado a vivir muchos años en Cadesbarnea. Por muchos días (v. 46) es una expresión idiomática en heb. que significa un largo tiempo. Es posible que la mayor parte de los 40 años de peregrinación de Israel en el desierto tuvo lugar en Cadesbarnea.