Comentario Biblico


A A



1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso:

2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,

4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,

5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,

6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,

7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,

8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,

9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,

10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,

12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.

13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos,

16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,

17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él,

18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,

19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza,

20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,

21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero;

22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,

23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.


Destinatarios y Saludo

Esta parte sigue básicamente la forma de la introducción y los saludos de otras cartas paulinas. Las palabras en Efeso no aparecen en los mss. más antiguos, pero la construcción gramatical que quedó en ellos sugiere que mss. aun más antiguos incluían dos nombres de lugares. A. Van Room sugiere que el texto decía: A los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Hierápolis y Laodicea , pero es más posible que la inclusión de los nombres Efeso y Laodicea (los dos extremos del viaje que realizaría Tíquico) sean la causa por la que la carta llegó a ser conocida como Ef. (ver Introducción).

Celebración del eterno plan de Dios

Pablo abre el cuerpo de la carta con un panegírico a Dios (como en 2 Cor. 1:3, 4, cf. 1 Ped. 1:3-5). Este párrafo de gozosa celebración (que en gr. consiste de una única y extensa oración) no tiene el metro regular de los himnos gr., ni el paralelismo línea por línea de los salmos judíos, pero es una composición cuidadosamente estructurada en seis partes. Puede comprendérsela mejor, considerándola una oración imponente, o un llamado a la adoración, destinada a hacer elevar la mirada de los lectores de ellos mismos y sus temores hacia la majestad y el amor de Dios revelados en su plan en desarrollo, y al privilegio de participar en él. El contenido (como sucede con la acción de gracias de Pablo en otras cartas) está cuidadosamente seleccionado para presentar los temas principales de la carta; esta sección es, por lo tanto, una clave para comprender la carta como un todo.

Como en otras oraciones judías similares, este panegírico comienza declarando a Dios digno de ser bendecido (3a), y una descripción que justifica y amplía esa declaración. Esta descripción se divide en seis secciones (3b, 4; 5, 6; 7, 8; 9, 10; 11, 12; 13, 14), pero no todas tienen la misma importancia. El uso que Pablo hace del idioma gr. destaca tres cláusulas en particular, haciéndolas más im portantes en la composición. Dice que Dios nos ha bendecido … con toda bendición espiritual (3b); nos predestinó … para adopción como hijos (5); y nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad (9).

Las secciones armadas alrededor de estas cláusulas (3b, 4; 5, 6 y 9, 10) presentan la esencia de lo que Pablo está diciendo. En cada caso el centro de la atención está en el accionar del Padre (es decir, él es el sujeto del verbo), y el concepto es que Dios debe ser considerado digno de alabanza precisamente porque ha realizado las acciones señaladas. En las otras tres secciones Dios no es el sujeto de las acciones, sino que el énfasis está en lo que nosotros (todos los cristianos) hemos recibido en el Hijo (7, 8; 11, 12), o en lo que los lectores han comenzado a experimentar a través del Espíritu (13, 14; nótese el cambio a vosotros ), como consecuencia del obrar de Dios.

La concentración de tiempos pretéritos ha llevado a que muchos intérpretes pensaran equivocadamente que en Ef. la salvación se ve como algo completo. Sin embargo, como veremos, sería más exacto decir que Pablo celebra el hecho de que la salvación futura ha sido inaugurada y asegurada en Cristo.

3, 4 Las palabras iniciales quizá puedan traducirse mejor como digno de bendición es … Dios , en lugar del Bendito sea … Dios con que traducen la mayoría de las versiones castellanas, o como Ala bemos al … Padre (DHH); y lo que sigue nos da la razón por la cual considerarlo digno de ser bendecido. No obstante, Pablo no está presentando un argumento; está exaltando a Dios e invita implícitamente a sus lectores a hacerlo también, por lo cual estas traducciones alternativas son las que reflejan el verdadero sentido. Pablo identifica luego a Dios como el Padre de nuestro Señor Jesucristo, ya que es precisamente en el Hijo (y en el evangelio de lo que el Padre llevó a cabo a través de él) que los lectores han llegado verdaderamente a conocer a Dios y han comenzado a reconocerlo como digno de ser alabado.

La primera razón para declarar que Dios es digno de ser alabado es que nos ha bendecido (3b) en forma muy especial. Pablo, naturalmente, sabe que ni él ni sus lectores han experimentado aún por sí mismos toda bendición espiritual; por ello agrega algunas condiciones. Hemos recibido esa bendición en los lugares celestiales y en Cristo. Es decir, que las bendiciones de la era que vendrá (cf. 1:21), o el reino de Dios, han sido decididamente entregadas a Cristo quien reina a la diestra de Dios ( en los lugares celestiales , 1:20, 21), y por lo tanto están aseguradas para nosotros, su pueblo, por medio de él. Más aun, al estar unidos con él (cf. 2:6), ya comenzamos a participar en algunas de estas bendiciones tan esperadas (veremos cuáles, y cómo, a medida que avancemos en la carta).

Esta bendición esencialmente futura, que hemos comenzado a experimentar en Cristo, se nos asegura aun más en base a la elección de Dios (4). Aun antes de la creación, Dios eligió un pueblo (en Cristo) que estaría delante de él, santo y sin mancha, en amor. Nótese que aquí el concepto no es principalmente la elección individual de cada persona para conformar la iglesia (aunque eso puede estar implícito), siendo santos y sin mancha delante de él en el mundo (como en Fil. 2:15). El concepto principal es, en cambio, que Dios eligió eternamente un pueblo en Cristo (nosotros, es decir, la iglesia) para ser santos y sin mancha delante de él en el juicio final (como en Col. 1:22, que Pa blo tiene en mente aquí) y, por tanto, entrar en la plenitud de las bendiciones de la era mesiánica y de la nueva creación.

5, 6 Esta sección explora con mayor profundidad el pensamiento expresado en el v. 4. La idea central es recordarnos que el beneplácito de la voluntad de Dios para su pueblo es nuestra futura adopción plena por medio de Jesucristo … como hijos suyos (5). Pablo creía que en cierto sentido los creyentes ya disfrutan el ser hijos de Dios, esa obediencia filial por amor, inspirada por el Espíritu Santo (cf. Rom. 8:14, 15; Gál 4:6). No obstante, consideraba esto como un anticipo o una muestra de una adopción como hijos mucho más plena. Por eso dice que la creación aguarda la manifestación de los hijos de Dios (Rom. 8:19), y que nosotros aún aguar damos la adopción como hijos (Rom. 8:23), que será producida por la resurrección y la nueva creación. Probablemente esté hablando aquí de esa adopción de la nueva creación , si consideramos es te pasaje juntamente con Ef. 1:4 y 12-14. En otras palabras, Dios ha elegido a la iglesia para esa plena y gloriosa adopción como hijos suyos que resultará de nuestra resurrección-transformación a la semejanza de Jesús (en este sentido pleno, por medio de Jesucristo; cf. 1 Cor. 15:42-49; Fil. 3:21; Col. 3:4).

Debido a que esta adopción como hijos es el resultado de la gracia y la voluntad de Dios, puestas en acción por medio de Jesucristo, redundará en alabanza a Dios (6a). Y dado que ya estamos unidos a Cristo por medio del Espíritu, puede decirse que esa gracia, incluyendo la adopción, ya nos es libremente otorgada; siempre que esto responda a la afirmación en el Amado (esto es, en Cristo; cf. Mar. 1:11; 9:7; Col. 1:13).

7, 8 Esta sección subordinada desarrolla el v. 6b. En nuestra unión con Cristo ya participamos de los beneficios de la redención futura del mundo del mal que Dios aseguró por medio de la muerte expiatoria de Cristo (la sangre es una metáfora bíblica que representa la muerte de sacrificio para la expiación [fuera la muerte con pérdida de sangre, o no; cf. Jon. 1:14], porque originalmente lo que se ofrecía en realidad era la sangre de los sacrificios de animales). El beneficio particular que Pablo destaca para mención especial aquí (como en Col. 1:14) es el perdón de nuestras transgresiones, no porque sea la única parte de la bendición futura que ya experimentamos ahora, sino porque es la raíz de las otras. Hasta que se haya solucionado el problema de los pecados, la humanidad está separada de Dios y de sus beneficios (ver 2:1-3; 11-22; 4:17-19; 5:8-14). En realidad, Pablo aclara que la gracia del perdón va acompañada de las otras gracias de sabiduría y entendimiento espirituales, que constituyen el centro de nuestro andar con Dios como Padre (y por la profundización de la cual ora en 1:15-23; 3:14-19).

9, 10 Esta sección vuelve a la afirmación de lo que Dios ha hecho y, por lo tanto, por qué es digno de ser alabado, y constituye el clímax de esa afirmación. Dios nos ha hecho conocer, tanto en entendi miento como en experiencia, el misterio que siempre ha estado en el centro de su voluntad. En Ef. misterio significa algo demasiado magnífico para ser comprendido en su totalidad. El misterio que Dios nos ha hecho conocer es la implicación central de lo que él se propuso en Cristo , es decir, en su ministerio, muerte y resurrección-glorificación. Es un misterio relativo al cumplimiento de los tiempos, lo cual, ante todo, denota los tiempos que siguen al fin de esta era (el reino de Dios y la nueva creación). Pero Pablo cree que el cumplimiento de los tiempos ya está anticipado en que Cristo está en el trono en los lugares celestiales, y que los creyentes comparten eso con él. El contenido del misterio es la intención de Dios de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra (la expresión en la RVA [ver también BJ], que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza … , es el resultado de una mala etimología, aunque a la luz de los vv. 20-23, expresa bien cómo es que Pablo cree que Dios llevará a cabo esa unidad). Para comprender la significación teológica de esta unidad, y su importancia central en la carta, ver la Introducción. Esen cialmente, entonces, Dios es digno de ser alabado porque nos ha mostrado en Cristo y en la iglesia el comienzo de su plan maestro para restaurar al cosmos a sí mismo, y a la armonía perdida a causa de la rebelión y consiguiente separación.

11, 12 Al igual que la próxima sección, estos versículos ya no centran la atención en la actividad de Dios y, como los vv. 7, 8, exploran nuestra participación en todo esto en Cristo. En parte repiten la se guridad de que al unirnos con Cristo estamos predestinados a convertirnos en trofeos de la gracia de Dios que provocan alabanza a Dios por parte de la creación (cf. 6a). Este énfasis en la ordenación previa no anula la realidad de la elección y responsabilidad humanas, como lo aclaran las apelaciones que se encuentran en el resto de la carta, sino que nos aseguran del poder soberano de Dios, que todo lo abarca, y su propósito directivo que actúa en el creyente (ver Carson). Tal énfasis habría sido particularmente apropiado para los lectores de la zona de Efeso que tenían una tendencia especial a temer a la influencia decisiva de otros poderes (ver Arnold).

Muchas traducciones (especialmente la BJ) y comentaristas consideran que el v. 12 hace una distinción entre nosotros los judíos o cristianos judíos, que primero hemos esperado en Cristo, y vosotros (13), los cristianos gentiles que llegaron luego a la fe. Pero el nosotros en los vv. 3-10 se refiere a todos los creyentes (no sólo a los judíos), y aquí también (ver Lincoln). Es correcto como traduce la RVA el v. 12: para que nosotros, que primero [es decir, ahora] hemos esperado en Cristo, seamos [entonces, en el juicio final] para la alabanza de su gloria.

13, 14 La sección final destaca la participación de los lectores en todo esto (así, el cambio a vosotros). En Cristo, habiendo creído el evangelio, ellos también fueron señalados como pueblo de Dios (p. ej. Eze. 9:4-6 y Apoc. 7:1-8, la idea de que Dios pone una marca de identificación en sus hijos). El sello utilizado para marcarlos era nada menos que el don prometido del Espíritu Santo. Co mo en Hech. 2, la promesa en cuestión es principalmente la de Joel 2:28, 29, pero comprendida en forma distintivamente cristiana. Por medio de este don ellos recibieron sabiduría e iluminación para comprender lo que el evangelio implica (1:17-20; cf. 3:5); fortaleza interior en el evangelio (3:16; cf. 6:17); acceso a Dios y a Cristo, y la presencia de la deidad habitando en ellos (2:18, 22; 3:16, 17); el comienzo de la unidad cósmica prometida (4:3, 4); inspiración para una vida piadosa y una adoración en gratitud (4:30; 5:18-20) y ayuda en la oración (6:18). Todas estas actividades marcan a los creyentes como pueblo de Dios y son indispen sables para la existencia cristiana continuada. El sello del Espíritu no es una especie de segunda bendición; el habiendo creído (13b) significa efectivamente cuando creísteis , es decir, una vez que pusisteis vuestra confianza en el evangelio (DHH, cuando creyeron en Cristo ). Estas actividades del Espíritu anticipan en tipo y calidad lo que él hará más plenamente en la nueva creación, de modo que el Espíritu con el que Dios nos marca como posesión suya es también correctamente llamado la garantía, las arras , prenda , o aun la primera cuota de nuestra herencia (cf. Rom. 8:23; 2 Cor. 1:22; 5:5). Pero las bendiciones que ahora recibimos sólo son una figura de lo que vendrá: según Pablo aún aguardamos nuestra herencia en la redención final y total del mundo que Dios llevará a cabo al final de los tiempos. En 4:30 Pablo nuevamente hace hincapié en esto, recordándonos que fuimos sellados con el Espíritu para el día de la redención que vendrá. Entonces el propósito de Dios, iniciado en Cristo, será llevado a su consumación, y viéndolo desde el comienzo hasta el final evocará la alabanza que la creación da a su Creador.

Palabras de acción de gracias. En las cartas griegas se acostumbraba comenzar con una declaración de agradecimiento a los dioses, y asegurando a los lectores que se estaba intercediendo por ellos. Pablo utilizó normalmente esta forma, aunque desarrollándola en una forma distintivamente cristiana. La acción de gracias en sí misma (15, 16), que es específicamente por lo que Dios está haciendo en los lectores y, por lo tanto, tiene un enfoque diferente de los temas más generales de un panegírico, es breve, comparada con sus otras cartas (aunque Gál. no tiene ninguna), y notablemente desprovista de detalles personales (cf. Col. 1:3, 4 y Film. 4, 5, que siguen otro modelo). El informe sobre sus oraciones que sigue es, sin embargo, extraordinariamente largo, y mucho más en tretejido con enseñanzas que lo habitual. Se prolonga al menos hasta el v. 23 (en gr., los vv. 15-23 son, en realidad, una oración gramatical compuesta) o más probablemente hasta 2:10, y Pablo lo retoma en 3:1, 14-21. Estos fenómenos poco comunes probablemente se explican por el propósito general de la carta y por la intención de que fuera leída en varias congregaciones sin relación entre sí.

La oración habitual de Pablo por sus lectores es, dice él, para que reciban espíritu de sabiduría y de revelación (17), es decir que sean iluminados; que conozcan a Dios más profundamente, y que comprendan la naturaleza de la esperanza cristiana (18) y la naturaleza del poder de Dios que ya actúa en los cristianos (19a). Esta última afirmación la ejemplifica en dos formas diferentes: dice que ha sido revelada en la resurrección y exaltación de Cristo mismo (19b-23), y se revela en que nosotros hemos sido traídos de la muerte espiritual a la vida en unión con Cristo (2:1-10).

15, 16 La expresión inicial, por esta razón, se retrotrae a 1:14, y por intermedio de este versículo a la totalidad de 1:3-14. Pablo da gracias por los lectores de la provincia romana de Asia porque Dios los ha llevado a participar de su salvación. Brevemente, da gracias también por lo que ha oído sobre su fe y su amor (como en Col. y Film.), indicando que ve estas características como frutos de la gracia de Dios. Estos versículos son claras evidencias de que Pablo no estaba escribiendo principalmente a Efeso (donde permaneció durante tres años); muestra un conocimiento más detallado de las congregaciones colosenses en las acciones de gracias de las cartas destinadas a ellas (y nos dice que nunca las visitó personalmente: Col. 2:1) de lo que muestra aquí.

17-19 Estos tres versículos centran la atención en el contenido de la oración de Pablo. La oración del v. 17 pidiendo espíritu de sabiduría y de revelación es representativa de una forma de hablar típicamente judía; significa que Pablo ora para que experimenten al Espíritu que ya han recibido, otorgándoles estas cosas. Nótese que el propósito de la petición no es que reciban una información especial, sino que tengan una percepción y un conocimiento más profundos de Dios mismo (tal como se ha revelado en Cristo). Sabiduría, iluminación y revelación eran los dones más típicos que un judío podía esperar del Espíritu. Se menciona poder con mucha menos frecuencia (cf. Exo. 31:3; Deut. 34:9; Isa. 11:2; 1 Enoc 49:3; 1QS 4:3-5).

La oración del v. 18 es igualmente una oración para pedir que les sean abiertos los ojos de su entendimiento espiritual. Algunas versiones traducen lit. corazón (BJ; y ver nota de la RVA) que es un sinónimo parcial de mente, voluntad y espíritu, y significa el centro de percepción y decisión. Aunque Pablo, más que todos los escritores del NT, deseaba explicar y argumentar su teología para el entendimiento racional, tenía en claro que ésta sólo es una parte de la tarea. El corazón de una persona no necesita solamente conceptos teológicos más refinados, sino la obra del Espíritu integrando estos con su percepción y así reestructurando su voluntad y su vida. Pablo ora para que sus lectores puedan conocer (comprender) la esperanza que los espera en este sentido más pleno. Si realmente comprenden que Dios desea hacer de ellos, junto con to dos los santos, una maravillosa herencia para sí mismo, ese conocimiento ( por su gracia, seré un príncipe, no una rana ) los transformará con gozo y amor. Israel es frecuentemente descripto como herencia de Dios en el AT: ver, p. ej. Deut. 4:20; Sal. 33:12; Isa. 63:17; Jer. 10:16. Aquí Pablo lo aplica a la iglesia glorificada, y ora para que ellos comprendan la esperanza que domina su panegírico inicial (1:14, 5, 6, 12).

La tercera parte de la oración de Pablo (19a) es que los lectores comprendan la naturaleza y la potencia del poder de Dios que ya está actuando en ellos. Si los creyentes miran solamente lo que ven que Dios está haciendo en sus propias vidas ahora, fácilmente pueden subestimar el poder de Dios, sobre todo porque se manifestó en un amor con forma de cruz. Los lectores de Efeso, viniendo como venían de un ambiente plagado de creencias mági cas, quizá hayan considerado que el poder de Diana era más imponente y temible que el de Dios (Diana de los efesios era considerada la reina de los poderes celestiales, incluyendo los potentes poderes del zodíaco, y los dioses del mundo subterráneo; ver Arnold). Esto podría haber erosionado su confianza en Dios, y debilitado su determinación en el conflicto espiritual en el que estaban involucrados. Pablo sabía que las dimensiones especta culares del poder de Dios en su pueblo sólo serían plenamente reveladas al final de esta creación (por eso, lo que dice en 1:5, 6, 9, 10, 14), pero podía mostrar a los lectores dónde mirar en el presente para verlo (1:19b-2:10).

19b-23 El poder salvador de Dios revelado en la resurrección-exaltación de Cristo. Dado que Cristo es el Hombre verdaderamente representativo, su resurrección y glorificación son una figura de lo que Dios cumplirá en nosotros (cf. 1 Cor. 15:45-49; Fil. 3:21). Existe, naturalmente, una diferencia: la autoridad con la cual fue investido Jesús en su exaltación es única, aunque hay un sentido en que la compartimos (ver 2:6). Pero es esta misma diferencia la que lleva a Pablo a otra forma de asegurar a los efesios del poder de Dios en ellos, ya que termina diciendo que Jesús, a quien le ha sido dado todo el poder, es dado por Dios a la iglesia, la cual él llena (22, 23). Eso, por supuesto, significa que la plena autoridad y poder con que ha sido investido Jesús están activos en la iglesia.

Las afirmaciones de que Jesús había resucitado y que estaba exaltado a la diestra de Dios (20) eran tradicionales en la iglesia, y la última es parafraseada en el lenguaje del Sal. 110:1 (cf. Hech. 2:34-36; Rom. 8:34; Col. 3:1 y Heb. 1:3, 13). Habla de la entronización de Jesús como gobernador cósmico a quien le es dado el lugar de honor en el círculo celestial (de ahí, en los lugares celestiales). Jesús no ha perdido su influencia terrenal por la ascensión, precisamente lo opuesto: ha sido llevado al lugar donde tiene la máxima influencia sobre los asuntos de la tierra. Por ello, ningún otro poder o potestad, ni en la tierra ni en el cielo, bueno o malo, puede compararse a él; su autoridad, como aquel que está a la diestra de Dios, es sobre todo (21). Los lectores originales habrían comprendido el concepto: ninguno de los poderes que ellos tendían a temer podría compararse con Jesús.

Mientras que en el Sal. 110:1 Dios invita al Señor celestial a sentarse a su diestra hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies , el v. 22a aquí insiste en que Dios ya sometió … todas las cosas bajo los pies de Jesús. Esto no significa dejar de ser realista acerca de la continuidad del mal, sino un pasar del lenguaje del Sal. 110 al del Sal. 8:6. (Pablo hace lo mismo en 1 Cor. 15:25-27.) Aquí, Jesús se ve como un segundo Adán a quien se le da la tarea de ejercer dominio sobre el cosmos. Como tal, él es cabeza sobre todas las cosas (22b), es decir, gobernante o dueño, un significado de cabeza que ha sido bien comprobado en el gr. bíblico y en otros lugares. La esencia de lo que sigue en el v. 22b es, entonces, bien traducida por la RVA: Dios … le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia. Pablo difícilmente podría haber dado un retrato más dramático del poder que actúa en la iglesia pero, para enfatizarlo aun más, describe a la iglesia de dos maneras diferentes.

Primera, denomina a la iglesia cuerpo de Cristo (23a). En 1 Cor. la iglesia, como cuerpo de Cristo, tiene sus propios oídos, ojos y cabeza (1 Cor. 12:16-21): es un cuerpo completo que pertenece a Jesús y está íntimamente unido a él (1 Cor. 6:15; 12:12). Probablemente, es lo que Pablo quiere decir aquí también, no que la iglesia sea apenas un torso sin cabeza, para la cual Jesús mismo es la cabeza; ya que el v. 22 describe a Jesús como cabeza del cosmos, no de la iglesia, y utiliza cabeza en el sentido de gobernador , no de parte anatómica. Pero describir a la iglesia como su cuerpo , tan poco tiempo después de haber descripto a Jesús co mo cabeza , casi inevitablemente destaca al menos la connotación de la unión entre ambos (cf. 4:16; 5:23, 28, y el más notable, él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia en Col. 1:18).

23 Continúa describiendo a Jesús como aquel que todo lo llena en todo (cf. 4:10). Llenar es una metáfora de estar presente en, y activo en relación con , o extender su influencia, o regir sobre . Co mo cabeza sobre todas las cosas, Jesús las llena ; así, entonces, comienza a cumplir el misterio del que se habla en los vv. 9 y 10, comienza la tarea de dominar la rebelión y traer todas las cosas a la unidad y la armonía en sí mismo. Pero, dice Pablo, la iglesia es, de manera suprema, su plenitud (es decir, aquello que él llena); y lo explicará más detalladamente en 2:1-22.

En suma, Pablo ora para que sus lectores comprendan que el poder que obra en la iglesia es el mismo poder que producirá la nueva creación, un nuevo universo en total armonía, unido bajo Cristo. En su unión con Cristo la iglesia ya ha recibido un anticipo de ese final.