¿Cuál casa primero? El libro empieza estableciendo la fecha (520 a. de J.C.), el pueblo al que la palabra de Dios fue enviada, y por medio de quién fue enviada. (Para mayores detalles véase la Introducción.) Aunque afectaba a toda la comunidad, la palabra fue dada solamente a los dos dirigentes en esta etapa.
El pueblo estaba en contra de construir el templo. Anteriormente había habido intentos de parte delsus vecinos para desalentarlos y atemorizarlos (Esd. 4:4, 5). Sin embargo, no hay indicación de que este fuera todavía el caso. Para este entonces el pueblo estaba viviendo en casas enmaderadas. Esta frase implica prosperidad y comodidad, y que la construcción de sus casas estaba completa.
La respuesta del Señor toma las propias palabras del pueblo tiempo y casa. ¿Por qué era tiempo de trabajar en sus casas pero no en la casa de Dios? Al construir para ellos mismos pero no para él, a la gente aparentemente no le importaba si el Señor vivía entre ellos o no. Su actitud revelaba sus prioridades.
Las palabras ruinas (9) y sequía (11) son muy similares en el heb. En Israel se pensaba que la lluvia era una bendición (ver Sal. 65:9, 10), y la falta de lluvia era igual a la falta de atención prestada a la casa de Dios.
Abrid vuestros ojos. La gente estaba bajo maldición (Deut. 28:15-68). Un efecto de estar bajo maldición es entrar en confusión, y así dejar de reconocer lo que está sucediendo (Deut. 28:28). Este era el caso aquí. La maldición afectaba su comida, su bebida, su vestido y el dinero. Esta experiencia de dejar de ver la mano de Dios en nuestros problemas es común entre los creyentes hoy en día; no comprendemos los efectos del pecado que toleramos en nuestras vidas (Amós 4). Esto no significa que todos los desastres son por causa del pecado, sino más bien que el pecado tiene consecuencias (Ose. 8:7).
El problema de la gente con el dinero no era que le faltara, puesto que tenían casas enmaderadas y ganaban jornales (4, 6). Más bien, era que su dinero perdía rápidamente su valor. El efecto dañino de la inflación se ve aquí como de origen espiritual, un hecho que a menudo es ignorado hoy cuando se hacen intentos por enfrentar la inflación sin investigar las causas subyacentes.
La sequía alcanzó hasta al rocío (ver Deut. 11:10-17; 28:23). Los efectos marcados de la maldición resaltan más (cf. Deut. 28:18, 38-40). La desobediencia del pueblo había hecho que la clase de vida que se describe en el Sal. 104:10-23 pareciera un sueño distante.
La palabra de Dios sugiere que su casa había de ser reconstruida en el mismo sitio y con el mismo plan (2:20-23). Este propósito era tal que Dios se complacería en él y recibiría honra de él. Este sigue siendo su deseo hoy para su pueblo, que funciona como un edificio espiritual (1 Cor. 3:9-17).
la Respuesta Del Pueblo: empieza la Reconstruccion.
Los dirigentes y el pueblo aceptaron el mensaje de Hageo y actuaron por él. Se nos ha dicho que la gente estaba en contra de la construcción del templo, pero no sabemos si esto se aplicaba también a Josué y a Zorobabel. Si ellos compartían el criterio del pueblo, entonces su cambio de corazón fue notable, puesto que sus antepasados se habían opuesto a los profetas desde que seguían a Moisés en el desierto. Hageo debe haber sabido cómo hablar al pueblo tan bien como a Dios. Parece más fácil ver a los dirigentes como hombres piadosos, capaces de aceptar la palabra de Dios y también capaces de llevar al pueblo con ellos. No es de extrañar que Dios tuviera tan alta opinión de Zorobabel y de Josué (2:23; Zac. 6:11-13).
Una vez que obedecieron, vino un corto mensaje de Dios para el pueblo por medio de Hageo. En vista de la maldición, ellos podrían haber esperado: Yo estoy en contra de vosotros ; en lugar de eso, escucharon a Dios decirles: Yo estoy con vosotros. La maldición de Dios no es una señal de que él haya rechazado a su pueblo; más bien muestra su amor por ellos. El quiere acercarlos de nuevo a sí mismo, y usa el desastre para despertarlos (Amós 4:6-11; cf. Amós 3:2; Isa. 7:13-25, donde Emanuel significa Dios con nosotros ).
Cuando ellos humildemente obedecieron la palabra de Dios y empezaron a trabajar, éste los ayudó. Nosotros participamos en obtener la bendición de Dios decidiendo actuar en sumisión a su voluntad (2 Tim. 1:6, 7). En heb. las palabras mensajero y obra son similares. Su uso tan juntas aquí nos recuerda que una profecía no es una bendición por la cual uno debe estar complacido, sino una instrucción que debe llevar a la acción.
Algunos piensan que la repetición de en el día 24 (15) en 2:10 es una indicación de que el texto esté alterado, pero no hay razón para dudar de su autenticidad.