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Hebreos 6 - Biblia de Jerusalem 3-Edicion


1 Por eso, dejando la enseñanza elemental acerca de Cristo, elevémonos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en Dios;

2 de la instrucción sobre los bautismos y de la imposición de las manos; de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.

3 Y así procederemos con el favor de Dios.

4 Porque es imposible que cuantos fueron una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,

5 saborearon las buenas nuevas de Dios y los prodigios del mundo futuro,

6 y a pesar de todo cayeron, se renueven otra vez crucificando de nuevo al Hijo de Dios para su conversión y exponiéndolo a pública infamia.

7 Porque la tierra que recibe frecuentes lluvias y produce buena vegetación para los que la cultivan participa de la bendición de Dios.

8 Por el contrario, la que produce espinas y abrojos es desechada, y cerca está de la maldición, y terminará por ser quemada.

9 Pero de vosotros, queridos, aunque hablemos así, esperamos cosas mejores y conducentes a la salvación.

10 Porque no es injusto Dios para olvidarse de vuestras obras y del amor que habéis mostrado en su nombre, con los servicios que habéis prestado y prestáis a los santos.

11 Deseamos, no obstante, que cada uno de vosotros manifieste la misma diligencia para la plena realización de la esperanza hasta el fin,

12 y no seáis indolentes, sino más bien imitadores de aquellos que, mediante la fe y la perseverancia, heredan las promesas.

13 Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a otro mayor por quien jurar, juró por sí mismo

14 diciendo: Te colmaré de bendiciones y te multiplicaré sin medida.

15 Y, perseverando de esta manera, alcanzó la promesa.

16 Pues los hombres juran por uno superior y entre ellos el juramento es la garantía que pone fin a todo litigio.

17 Por eso Dios, queriendo mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su decisión, interpuso el juramento,

18 para que, mediante dos cosas inmutables por las cuales es imposible que Dios mienta, nos veamos más poderosamente animados los que buscamos un refugio asiéndonos a la esperanza propuesta.

19 En ella tenemos nosotros como un ancla firme y segura de nuestra alma, que penetra hasta dentro de la cortina,

20 adonde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho, a la manera de Melquisedec, sumo sacerdote para la eternidad.