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Mateo 8 - Biblia de Jerusalem 3-Edicion


Jesús sana a un leproso

1 Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre.

2 En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: "Señor, si quieres puedes limpiarme."

3 Él extendió la mano, le tocó y dijo: "Quiero, queda limpio." Y al instante quedó limpio de su lepra.

4 Y Jesús le dice: "Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio."

Jesús sana al siervo de un centurión

5 Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión y le rogó

6 diciendo: "Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos."

7 Dícele Jesús: "Yo iré a curarle."

8 Replicó el centurión: "Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.

9 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace."

10 Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande.

11 Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos,

12 mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes."

13 Y dijo Jesús al centurión: "Anda; que te suceda como has creído." Y en aquella hora sanó el criado.

Jesús sana a la suegra de Pedro

14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre.

15 Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle.

16 Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos,

17 para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades.

Los que querían seguir a Jesús

18 Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla.

19 Y un escriba se acercó y le dijo: "Maestro, te seguiré adondequiera que vayas."

20 Dícele Jesús: "Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza."

21 Otro de los discípulos le dijo: "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre."

22 Dícele Jesús: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos."

Jesús calma la tempestad

23 Subió a la barca y sus discípulos le siguieron.

24 De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero él estaba dormido.

25 Acercándose ellos le despertaron diciendo: "¡Señor, sálvanos, que perecemos!"

26 Díceles: "¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?" Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza.

27 Y aquellos hombres, maravillados, decían: "¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?"

Los endemoniados gadarenos

28 Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino.

29 Y se pusieron a gritar: "¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?"

30 Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo.

31 Y le suplicaban los demonios: "Si nos echas, mándanos a la piara de puercos."

32 Él les dijo: "Id." Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas.

33 Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados.

34 Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su territorio.