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2 Crónicas 32 - Biblia Castilian 2003


Senaquerib invade a Judá

1 Después de estas pruebas de fidelidad, Senaquerib, rey de Asiria, vino e invadió Judá, acampó frente a las ciudades fortificadas e intentó apoderarse de ellas.

2 Ezequ as, viendo que Senaquerib hab a venido con intención de atacar Jerusalén,

3 decidió en consejo con sus jefes y valientes cegar las fuentes de agua que hab a fuera de la ciudad; y ellos aprobaron la decisión.

4 Se reunió mucha gente y cegaron todas las fuentes y el torrente que corr a por medio de la región, pues dec an: "¿Por qué, cuando lleguen los reyes de Asiria, han de hallar agua tan abundante?".

5 Con esp ritu decidido, restauró toda la muralla derruida, levantó torres, construyó por fuera otra muralla, fortificó el Miló de la Ciudad de David y fabricó una gran cantidad de armas arrojadizas y de escudos.

6 Puso jefes militares al frente del pueblo, los reunió junto a s en la plaza de la puerta de la ciudad, les habló al corazón y les dijo as:

7 "¡Sed fuertes y tened valor! No temáis ni os turbéis ante el rey de Asiria, ni ante toda la muchedumbre que viene con él, porque con nosotros está uno que es más grande que el que está con él.

8 Con él está un brazo de carne; pero con nosotros está Yahveh, nuestro Dios, dispuesto a prestarnos ayuda y a pelear en nuestros combates". El pueblo se sintió fortalecido con las palabras de Ezequ as, rey de Judá.

9 Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que se hallaba frente a Laquis con todas sus fuerzas, envió servidores suyos a Jerusalén, para decir a Ezequ as, rey de Judá, y a todo el pueblo de Judá, que se hallaba en Jerusalén:

10 "As habla Senaquerib, rey de Asiria: ¿en qué confiáis, para permanecer cercados en Jerusalén?

11 ¿Acaso Ezequ as no os está enga ando, para entregaros a la muerte por hambre y por sed, cuando os dice: "Yahveh, nuestro Dios, nos librará de la mano del rey de Asiria?".

12 ¿No es Ezequ as quien suprimió sus lugares altos y sus altares, y dijo a Judá y a Jerusalén: "Ante un solo altar os postraréis y sólo sobre él habéis de quemar incienso?".

13 ¿No sabéis lo que mis padres y yo hemos hecho con todos los pueblos de los diversos pa ses? ¿Acaso los dioses de las gentes de esos pa ses pudieron librar sus territorios de mi mano?

14 De entre todos los dioses de esas naciones que mis padres arrasaron, ¿qué dios pudo librar a su pueblo de mi mano? Por tanto, ¿cómo podrá libraros de mi mano vuestro Dios?

15 Ahora, pues, que no os enga e Ezequ as, ni os seduzca de este modo. No lo creáis. Porque si ningún dios de cualquier otro pueblo o reino pudo librar a su gente de mi mano ni de las manos de mis padres, ¡cuánto menos podrá libraros de mi mano vuestro Dios!".

16 Y sus servidores a adieron aún más cosas contra Yahveh, Dios, y contra Ezequ as, su siervo.

17 Además, Senaquerib escribió cartas para insultar a Yahveh, Dios de Israel, en las que dec a contra él: "As como los dioses de los pueblos de otras naciones no pudieron librarlos de mis manos, as tampoco el Dios de Ezequ as podrá librar de mi mano a su pueblo".

18 Ellos hablaban en alta voz, en lengua jud a, al pueblo de Jerusalén que estaba sobre las murallas, para atemorizarlos y asustarlos, y as poder conquistar la ciudad.

19 Hablaban del Dios de Jerusalén como de los dioses de los otros pueblos de la tierra, que son obra de manos de hombre.

Jehová libra a Ezequías

20 Por todo esto, el rey Ezequ as y el profeta Isa as, hijo de Amós, oraron y clamaron al cielo.

21 Y Yahveh envió un ángel que exterminó a todos los guerreros valientes, a los pr ncipes y a los jefes del campamento del rey de Asiria, que tuvo que volverse a su tierra con el rostro cubierto de vergüenza. Y all, al entrar en el templo de su dios, sus propios hijos lo mataron a filo de espada.

22 As salvó Yahveh a Ezequ as y a los habitantes de Jerusalén de las manos de Senaquerib, rey de Asiria, y de las manos de todos los demás. Y les dio paz en todas sus fronteras.

23 Muchos, entonces, llevaron ofrendas a Yahveh, a Jerusalén, y regalos para Ezequ as, rey de Judá, quien, después de esto, adquirió gran prestigio entre todas las naciones.

Enfermedad de Ezequías

24 Por aquel tiempo, Ezequ as enfermó de muerte. Oró a Yahveh, que le escuchó y le concedió una se al milagrosa.

25 Pero no correspondió Ezequ as al beneficio recibido, sino que le dominó la soberbia, por lo que la cólera divina se encendió contra él, as como contra Judá y Jerusalén.

26 Pero Ezequ as se humilló por haberse dejado dominar por la soberbia, y con él los habitantes de Jerusalén. Por eso no vino sobre ellos la cólera de Yahveh en los d as de Ezequ as.

Ezequías recibe a los enviados de Babilonia

27 Ezequ as tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro y piedras preciosas, aromas, escudos y toda clase de objetos de gran valor;

28 y también almacenes para las cosechas de trigo, de mosto y de aceite, establos para toda clase de ganados y apriscos para los reba os.

29 Además, se hizo con ciudades y tuvo gran cantidad de ganado mayor y menor, pues Dios le hab a concedido copios sima hacienda.

30 Fue Ezequ as quien cegó la salida superior de las aguas de Guijón y las dirigió, por un conducto subterráneo, hacia el lado occidental de la Ciudad de David. Ezequ as prosperó en todas sus empresas.

31 Sin embargo, cuando los jefes de Babilonia le enviaron embajadores para informarse del prodigio que hab a acaecido en el pa s, Dios lo abandonó para probarlo y hacer patente todo lo que hab a en su corazón.

Muerte de Ezequías

32 Los restantes hechos de Ezequ as y sus obras piadosas están escritos en la visión del profeta Isa as, hijo de Amós, y en el libro de los reyes de Judá y de Israel.

33 Descansó Ezequ as con sus padres y fue sepultado en la subida que hay camino de las tumbas de los hijos de David. A su muerte, todos los de Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores. Reinó en su lugar su hijo Manasés.