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Josué 22 - Biblia Castilian 2003


El altar junto al Jordán

1 Entonces convocó Josué a los rubenitas, a los gaditas y a la mitad de la tribu de Manasés

2 y les dijo: "Vosotros habéis cumplido todo lo que os mandó Moisés, siervo de Yahveh, y habéis obedecido mi voz en todo cuanto os he ordenado.

3 Durante largo espacio de tiempo hasta el d a de hoy no habéis abandonado a vuestros hermanos y habéis guardado puntualmente el mandamiento de Yahveh, vuestro Dios.

4 Ahora, pues, que Yahveh, vuestro Dios, ha concedido tranquilidad a vuestros hermanos, como les hab a prometido, podéis volveros a vuestras tiendas, a la tierra que ocupáis, la que os dio Moisés, siervo de Yahveh, al otro lado del Jordán.

5 Mi único encargo es que os preocupéis de poner por obra los mandatos y la ley que Moisés, siervo de Yahveh, os ordenó: que améis a Yahveh, vuestro Dios, que sigáis todos sus caminos y guardéis sus mandamientos, que os mantengáis unidos a él y le sirváis de todo corazón y con toda vuestra alma".

6 Luego Josué los bendijo y los despidió, y ellos partieron hacia sus tiendas.

7 Moisés hab a dado a la mitad de la tribu de Manasés un territorio en Basán, y Josué dio a la otra mitad un territorio entre sus hermanos, del lado de acá del Jordán, al poniente. Cuando Josué los mandó a sus tiendas les dio su bendición

8 y les dijo: "Volvéis a vuestras tiendas con grandes riquezas, con muchos ganados, con plata, oro, bronce y hierro, y con gran cantidad de vestidos; repartid con vuestros hermanos los despojos de vuestros enemigos".

9 Volviéronse, pues, los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés, y dejaron a los israelitas en Siló, en la tierra de Canaán, para encaminarse al pa s de Galaad, a la tierra de su posesión, donde se hab an instalado según la orden de Yahveh, transmitida por medio de Moisés.

10 Llegados a los distritos del Jordán que están en tierra de Canaán, los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés edificaron un altar junto al Jordán, un altar de aspecto grandioso.

11 Cuando los israelitas se enteraron, dijeron: "Mirad que los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés han erigido un altar frente a la tierra de Canaán, en los distritos del Jordán, al otro lado del territorio de los israelitas".

12 Al o r esto los israelitas, se reunieron en Siló en asamblea para subir a combatir contra ellos.

13 Los israelitas enviaron a los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés, a la tierra de Galaad, a Pinjás, hijo del sacerdote Eleazar,

14 acompa ado de diez pr ncipes, un pr ncipe de casa patriarcal por cada una de las tribus de Israel, todos jefes de casa patriarcal entre los clanes de Israel.

15 Se presentaron ante los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés, en el pa s de Galaad, y les dijeron:

16 "Esto ha dicho la comunidad de Yahveh en pleno: "¿Qué perfidia es ésta que habéis cometido contra el Dios de Israel, apartándoos de Yahveh, construyéndoos un altar y rebelándoos hoy contra Yahveh?

17 ¿Os parece poco la prevaricación de Peor, de la que aún no nos hemos purificado hasta el d a de hoy, a pesar de la plaga que sobrevino a la comunidad de Yahveh?

18 ¡Y vosotros os apartáis hoy de Yahveh! Esto es lo que va a ocurrir: vosotros os rebeláis hoy contra Yahveh, y ma ana se encenderá su ira contra la comunidad toda de Israel.

19 Y si en verdad el pa s del que habéis tomado posesión es impuro, pasaos a la tierra que pertenece a Yahveh, all donde él ha establecido su morada, y tomad posesiones en medio de nosotros. Pero no os rebeléis contra Yahveh, ni os rebeléis contra nosotros construyendo para vosotros un altar, aparte del altar de Yahveh, nuestro Dios.

20 ¿No fue Acán, hijo de Zéraj, el que prevaricó violando el anatema? Sin embargo, la cólera divina alcanzó a toda la comunidad de Israel ¡No fue él el único que pereció por su crimen!"".

21 Los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés respondieron a los jefes de los clanes de Israel:

22 "El Dios de los dioses, Yahveh, lo sabe bien y también Israel debe saberlo: si ha habido rebelión o infidelidad contra Yahveh, que él se niegue hoy a prestarnos auxilio.

23 Si hemos construido un altar para apartarnos de Yahveh, con la intención de ofrecer holocaustos y oblaciones, o hacer sacrificios de comunión, ¡que Yahveh nos lo demande!

24 Muy al contrario. ¿No lo hemos hecho movidos por la inquietud y reflexión de que tal vez el d a de ma ana podr an decir vuestros hijos a nuestros hijos: "Qué tenéis que ver vosotros con Yahveh, el Dios de Israel?

25 ¡Yahveh ha puesto el Jordán como frontera entre nosotros y vosotros, hijos de Rubén e hijos de Gad; no tenéis, pues, parte con Yahveh!". Y as, vuestros hijos ser an causa de que los nuestros dejaran de temer a Yahveh.

26 Por eso nos hemos dicho: "Vamos a construir un altar, no para ofrecer en él holocaustos ni sacrificios,

27 sino para que sirva de testimonio entre nosotros y vosotros, y entre nuestros descendientes y los vuestros, de que queremos dar culto a Yahveh en su presencia, ofreciendo nuestros holocaustos, nuestros sacrificios y nuestras v ctimas de comunión". As, el d a de ma ana, vuestros hijos no podrán decir a nuestros hijos: "No tenéis parte con Yahveh".

28 Hemos pensado, pues, que si nos dicen tales cosas a nosotros, o el d a de ma ana a nuestros descendientes, podremos replicarles: "Contemplad la estructura del altar de Yahveh que nuestros padres han fabricado, no para ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino para que fuese como testimonio entre nosotros y vosotros".

29 ¡Lejos de nosotros el rebelarnos contra Yahveh y apartarnos hoy de él, edificando un altar para holocaustos, ofrendas y sacrificios de comunión que no sea el altar de Yahveh, nuestro Dios, que está en su santuario!"".

30 Cuando el sacerdote Pinjás, los pr ncipes de la comunidad y los jefes de los clanes de Israel que con él estaban oyeron las palabras que pronunciaron los rubenitas, los gaditas y los manasitas les pareció bien.

31 Entonces Pinjás, hijo del sacerdote Eleazar, dijo a los rubenitas, los gaditas y los manasitas: "Ahora reconocemos que Yahveh está en medio de nosotros, puesto que no habéis cometido esa perfidia contra Yahveh y habéis librado as a los israelitas de la mano de Yahveh".

32 Luego Pinjás, hijo del sacerdote Eleazar, y los pr ncipes, dejando a los rubenitas y los gaditas, se volvieron del pa s de Galaad a la tierra de Canaán, a los israelitas, a los que trasmitieron la respuesta.

33 Pareció bien a los israelitas, que bendijeron a Dios y ya no hablaron más de subir a pelear contra ellos y a devastar el pa s en que moraban los rubenitas y los gaditas.

34 Los rubenitas y los gaditas, por su parte, denominaron al altar "testimonio", porque "servirá entre nosotros de testimonio de que Yahveh es Dios".