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Mateo 23 - Biblia Castilian 2003


Jesús acusa a escribas y fariseos

1 Entonces Jesús, dirigiéndose al pueblo y a sus disc pulos, dijo:

2 "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.

3 Seguid, pues, practicando y observando todo lo que os digan, pero no los imitéis en sus obras; porque dicen y no hacen.

4 Atan cargas pesadas y las echan sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.

5 Hacen todas sus obras para que los hombres los vean: por eso ensanchan sus filacterias y se ponen grandes borlas en el manto;

6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas,

7 acaparar los saludos en las plazas, y que la gente los llame rabb.

8 Pero vosotros no permitáis que os llamen rabb; porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

9 A nadie en la tierra llaméis padre vuestro; porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo.

10 Ni consintáis que os llamen consejeros; que uno solo es vuestro consejero: Cristo.

11 El mayor de vosotros sea servidor vuestro.

12 Pues el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

13 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Pues ni vosotros entráis ni a los que están entrando les dejáis entrar.

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito y, cuando ya lo es, lo hacéis dos veces más digno de la gehenna que vosotros!

16 ¡Ay de vosotros, gu as ciegos, que dec s: "Jurar por el santuario no obliga a nada, pero el que jure por el oro del santuario obligado queda!"

17 ¡Insensatos y ciegos! ¿Pues qué es más importante: el oro, o el santuario que da al oro carácter sagrado?

18 Como también dec s: "Jurar por el altar no obliga a nada, pero el que jure por la ofrenda puesta sobre el altar queda obligado".

19 ¡Ciegos! ¿Pues qué es más importante: la ofrenda, o el altar que da a la ofrenda carácter sagrado?

20 El que jura por el altar jura por él y por todo lo que hay encima de él;

21 el que jura por el santuario jura por él y por quien habita en él;

22 y el que jura por el cielo jura por el trono de Dios y por quien está sentado en él.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os preocupáis por el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, mientras habéis descuidado lo de más peso en la ley: la justicia, la misericordia y la lealtad! Esto es lo que hab a que practicar, sin dejar aquello.

24 ¡Gu as ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mas por dentro quedan llenos de rapacidad y desenfreno!

26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro la copa, que as quedará limpia también por fuera.

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que parecéis sepulcros blanqueados: que por fuera aparecen vistosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda impureza!

28 As también vosotros: por fuera parecéis justos delante de los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocres a y de maldad.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas, adornáis las tumbas de los justos

30 y dec s: "Si hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros padres, no habr amos sido cómplices de la sangre de los profetas"!

31 Con esto, estáis declarando vosotros mismos que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.

32 ¡Colmad ahora la medida de vuestros padres!

33 ¡Serpientes, raza de v boras! ¿Cómo vais a escapar a la condenación de la gehenna?

34 Mirad, os voy a enviar profetas y sabios y escribas: a unos los mataréis y crucificaréis y a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad,

35 para que as caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacar as, hijo de Baraqu as, a quien matasteis entre el santuario y el altar.

36 Os lo aseguro: todo esto ha de venir sobre la generación presente.

Lamento de Jesús sobre Jerusalén

37 ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que han sido enviados a ella! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a [sus] polluelos bajo sus alas! Pero no habés querido.

38 Mirad que vuestra casa se os quedará desierta.

39 Porque yo os digo: ya no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Se or!".