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Nehemías 9 - Biblia Castilian 2003


Esdras confiesa los pecados de Israel

1 El d a veinticuatro de aquel mismo mes se reunieron los israelitas para un ayuno, vestidos de saco y cubiertos de polvo.

2 Los de la raza de Israel se separaron de todos los extranjeros y, puestos en pie, confesaron sus pecados y las maldades de sus padres.

3 En pie, cada uno en su sitio, oyeron la lectura del libro de la ley de Yahveh, su Dios, durante una cuarta parte del d a. Durante otra cuarta parte confesaron sus pecados y adoraron a Yahveh, su Dios.

4 Josué, Ban, Cadmiel, Seban as, Bun, Sereb as, Ban y Quenan subieron al estrado de los levitas e invocaron a Yahveh, su Dios, en alta voz.

5 Y dijeron los levitas Josué, Cadmiel, Ban, Jasabn as, Sereb as, Hod as, Seban as y Petaj as: "Levantaos y bendecid a Yahveh, vuestro Dios, de eternidad en eternidad. Y bendigan tu nombre glorioso, que está por encima de toda bendición y alabanza".

6 Y Esdras dijo: "¡Tú eres Yahveh! ¡Tú el único! Tú has hecho los cielos, los cielos de los cielos y todo su ejército, la tierra y cuanto hay en ella, los mares y cuanto en ellos hay. Tú das vida a todo ello, y el ejército de los cielos se postra ante ti.

7 Tú eres, Yahveh, el Dios que elegiste a Abram, lo sacaste de Ur de los caldeos, y le impusiste el nombre de Abrahán.

8 Tú hallaste fiel su corazón ante ti, tú pactaste con él la alianza de darle el pa s del cananeo, del hitita, del amorreo, del perizeo, del jebuseo y del guergueseo, a él y a su descendencia. Y tú has mantenido tus promesas, porque tú eres justo.

9 Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egipto y escuchaste su clamor junto al mar de los Juncos.

10 Tú obraste se ales y prodigios contra el Faraón, contra todos sus siervos y toda la gente de su pa s, porque sab as que eran altaneros contra ellos; y as hiciste famoso tu nombre hasta el d a de hoy.

11 Tú hendiste el mar ante ellos, les hiciste pasar a pie enjuto por medio del mar, y hundiste en el abismo a sus perseguidores como se hunde una piedra en aguas profundas.

12 De d a los guiabas con columna de humo; con columna de fuego por la noche, para iluminarles el camino que hab an de seguir.

13 Tú descendiste al monte Sina, desde los cielos hablaste con ellos, les diste normas justas, leyes verdaderas, preceptos y mandamientos que son buenos.

14 Tú les diste a conocer tu santo sábado, tú les impusiste mandamientos, preceptos y una ley por medio de tu siervo Moisés.

15 Pan del cielo les diste para saciar su hambre, hiciste brotar agua de una roca para su sed. Tú les ordenaste que fueran a tomar posesión de la tierra que, mano en alto, juraste les dar as.

16 Pero ellos, nuestros padres, fueron insolentes: endurecieron su cerviz, desoyeron tus mandatos.

17 Rehusaron o r y no se acordaron de las maravillas que con ellos obraste; endurecieron su cerviz, y se obstinaron en volver a la servidumbre de Egipto. Pero tú eres un Dios que perdona, bondadoso y clemente, tardo para la ira y lleno de bondades, y no los abandonaste.

18 Ni siquiera cuando se fabricaron un becerro de metal fundido, y dijeron: éste es tu Dios, el que te ha sacado de Egipto, y te hicieron con ello grandes desprecios,

19 ni aun entonces, por tu gran misericordia, los desamparaste en el desierto: no se apartó de ellos la columna de nube por el d a, para guiarlos en el camino, ni la de fuego por la noche, para alumbrarles el camino que hab an de seguir.

20 Tú les diste tu esp ritu bueno para hacerles discretos, no les retiraste de su boca tu maná, y para su sed agua les diste.

21 Durante cuarenta a os les sustentate en el desierto, y nada les faltó; no se gastaron sus vestidos ni se hincharon sus pies.

22 Reinos y pueblos les diste, se los repartiste en herencia por suertes. Se adue aron del pa s de Sijón, de la tierra del rey de Jesbón, y del pa s de Og, rey de Basán.

23 Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los introdujiste en el pa s del que hab as prometido a sus padres que de él tomar an posesión.

24 Entraron, pues, los hijos y tomaron posesión del pa s; tú humillaste ante ellos a los cananeos, moradores de aquella región, los entregaste en sus manos, tanto a los reyes como a las gentes del pueblo, para que con ellos hicieran lo que bien les pareciese.

25 Due os se hicieron de ciudades fortificadas y de una tierra fértil; ocuparon casas llenas de toda suerte de bienes, cisternas ya excavadas, vi edos y olivares, multitud de árboles frutales. Comieron, se saciaron, engordaron, disfrutaron las delicias de tu inmensa bondad.

26 Pero se rebelaron, se volvieron contra ti, echaron tu ley a sus espaldas, mataron a tus profetas, porque los exhortaban a convertirse a ti; grandes desprecios te hicieron.

27 Tú los entregaste en poder de sus enemigos, que los oprimieron. En el tiempo de su angustia te invocaron, y tú los escuchaste desde el cielo; por tu inmensa bondad les mandaste salvadores, que los libraron de sus enemigos.

28 Pero, recobrada la paz, volvieron a hacer lo que es malo ante ti; por eso los dejaste en manos de sus enemigos, que los oprimieron. De nuevo clamaron a ti, y tú desde el cielo escuchaste, muchas veces los salvaste por tu misericordia.

29 Tú los exhortabas a volverse a tu ley; pero ellos se mostraron insolentes, no obedecieron tus mandatos, pecaron contra tus leyes, en cuya observancia se encuentra la vida. Se alzaron de hombros en plan de rebeld a, endurecieron su cerviz, no quisieron o r.

30 Fuiste paciente durante muchos a os, los exhortabas por tu esp ritu, mediante tus profetas, pero ellos no prestaron o do; por eso los entregaste en manos de las gentes del pa s.

31 Pero, por tu inmensa bondad, no los aniquilaste, no los abandonaste, pues eres Dios clemente y lleno de bondad.

32 Ahora pues, oh Dios nuestro, Dios grande, poderoso y terrible, que guardas la alianza y la misericordia, no tengas en poco las calamidades que nos han sobrevenido; a nuestro reyes y jefes, a nuestros sacerdotes y profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los d as de los reyes de Asiria hasta el d a de hoy.

33 Tú has sido justo en todo lo que nos ha acontecido; tú has sido fiel, y nosotros inicuos.

34 Nuestros reyes y jefes, nuestros sacerdotes y padres no guardaron tu ley, no atendieron a tus mandamientos, ni a las invitaciones que tú les hiciste.

35 Ellos, en su reino, en medio de la gran prosperidad que les diste en el fértil y extenso pa s que les entregaste, no te sirvieron, no se apartaron de sus malas acciones.

36 Mira que hoy somos esclavos en este pa s que diste a nuestros padres para comer los frutos y bienes en que abunda. Mira que hoy aqu somos esclavos.

37 Sus abundantes frutos son para los reyes que tú nos impusiste por nuestros pecados; a su antojo disponen de nuestras personas y de nuestros ganados. ¡En qué gran angustia nos hallamos!".