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Daniel 9 - Nueva Biblia Española (1975)


Oración de Daniel por su pueblo

1 El año primero de Darío, hijo de Jerjes, medo de linaje y rey de los caldeos,

2 el año primero de su reinado, yo, Daniel, leía atentamente en el libro de las profecías de Jeremías el número de años que Jerusalén había de quedar en ruinas: eran setenta años.

3 Después me dirigí al Señor Dios implorándole con oraciones y súplicas, con ayuno, sayal y ceniza.

4 Oré y me confesé al Señor, mi Dios: Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza y eres leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos:

5 Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos.

6 No hicimos caso a tus siervos los profetas que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, padres y terratenientes.

7 Tú, Señor, eres justo, a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los habitantes de Jerusalén, a judíos e israelitas, cercanos y lejanos, en todos los países por donde los dispersaste por los delitos que cometieron contra ti.

8 Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.

9 Pero aunque nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona.

10 No obedecimos al Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por sus siervos los profetas.

11 Todo Israel quebrantó tu ley rehusando obedecerte; por eso nos han caído encima las maldiciones consignadas con juramento en la Ley de Moisés, el siervo de Dios; porque pecamos contra él.

12 Cumplió la palabra que pronunció contra nosotros y contra los jefes que nos gobernaban, enviándonos una calamidad -la que sucedió en Jerusalén como no ha sucedido bajo el cielo.

13 Según está escrito en la Ley de Moisés, nos sucedió esta desgracia completa; con todo, no aplacamos al Señor, nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestros crímenes y comprendiendo tu veracidad.

14 El Señor, nuestro Dios, vigiló para enviarnos esa desgracia: el Señor, nuestro Dios, nos trata justamente, porque no le obedecimos.

15 Pero ahora, Señor, Dios nuestro, que con mano fuerte sacaste a tu pueblo de Egipto, cobrándote fama que dura hasta hoy: hemos pecado y obrado inicuamente.

16 Señor, a la medida de tu justicia, aparta la ira y la cólera de Jerusalén, tu ciudad y tu monte santo. Por nuestros pecados y los delitos de nuestros padres Jerusalén y todo tu pueblo son afrentados por los pueblos vecinos.

17 Ahora, pues, Dios nuestro, escucha la oración y las súplicas de tu siervo, mira benévolo a tu santuario asolado, ¡Señor mío, por tu honor!

18 Dios mío, inclina tu oído y escúchame; abre los ojos y mira nuestra desolación y la ciudad que lleva tu nombre; pues, al presentar ante ti nuestra súplica, no confiamos en nuestra justicia, sino en tu gran compasión.

19 Escucha, Señor; perdona, Señor; atiende, Señor; actúa sin tardanza, ¡Dios mío, por tu honor! Por tu ciudad y tu pueblo, que llevan tu nombre.

Profecía de las setenta semanas

20 Aún estaba hablando y suplicando y confesando mi pecado y el de mi pueblo, Israel, y presentando mis súplicas al Señor, mi Dios, en favor de su monte santo;

21 aún estaba pronunciando mi súplica, cuando aquel Gabriel que había visto en la visión llegó volando hasta mí, a la hora de la ofrenda vespertina.

22 Al llegar, me habló así: Daniel, acabo de salir para explicarte el sentido.

23 Al principio de tus súplicas se pronunció una sentencia, y yo he venido para comunicártela, porque eres un predilecto. ¡Entiende la palabra, comprende la visión!:

24 Setenta semanas están decretadas para tu pueblo y tu ciudad santa; para encerrar el delito, sellar el pecado, expiar el crimen, para traer una justicia perenne, para sellar la visión y al profeta y ungir el lugar santísimo.

25 Has de saberlo y comprenderlo: Desde que se decretó la vuelta y la reconstrucción de Jerusalén hasta un Príncipe ungido pasarán siete semanas; durante sesenta y dos semanas estará reconstruida con calles y fosos, en tiempos difíciles.

26 Pasadas las sesenta y dos semanas matarán al ungido inocente; vendrá un príncipe con su tropa y arrasará la ciudad y el templo. El final será un cataclismo, y hasta el fin están decretadas guerra y destrucción.

27 Hará una alianza firme con muchos durante una semana, durante media semana hará cesar ofrendas y sacrificios y pondrá sobre el ala el ídolo abominable hasta que el fin decretado le llegue al destructor.