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Hechos 19 - Nueva Biblia Española (1975)


Pablo en Efeso

1 Mientras Apolo estaba en Corinto atravesó Pablo la meseta y llegó a Efeso; encontró allí a ciertos discípulos

2 y les preguntó: ¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron? Contestaron: Ni siquiera hemos oído hablar de que haya un Espíritu Santo.

3 Pablo volvió a preguntarles: Entonces, ¿qué bautismo han recibido? Respondieron: El bautismo de Juan.

4 Pablo les dijo: El bautismo de Juan era signo de arrepentimiento, mientras le decía al pueblo que creyeran en el que iba a venir después de él, es decir, en Jesús.

5 Al oír esto se bautizaron consagrándose al Señor Jesús

6 y, al imponerles Pablo las manos, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, y empezaron a hablar en lenguas y a pronunciar mensajes inspirados.

7 Eran en total unos doce hombres.

8 Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses habló abiertamente del reinado de Dios, tratando de persuadirlos.

9 Como algunos se obstinaban en no dejarse convencer y desacreditaban el camino aquél delante de la asamblea, Pablo prescindió de ellos y formó grupo aparte con los discípulos, teniendo conversaciones todos los días en la escuela de Tirano.

10 Esto duró dos años, y así todos los habitantes de la provincia de Asia, lo mismo judíos que griegos, pudieron escuchar el mensaje del Señor.

11 Dios hacía por medio de Pablo prodigios extraordinarios,

12 hasta el punto que bastaba aplicar a los enfermos pañuelos o prendas que él llevaba encima, para ahuyentar las enfermedades y expulsar los espíritus malos.

13 Algunos exorcistas judíos ambulantes probaron también a invocar el nombre del Señor Jesús sobre los poseídos, diciéndoles: Les conjuro por ese Jesús que Pablo predica.

14 Entre los que hacían esto estaban siete hijos de un tal Escevas, sumo sacerdote judío;

15 pero el espíritu malo les replicó: A Jesús lo conozco y Pablo sé quién es, pero ustedes, ¿quiénes son?

16 Y el poseído por el espíritu malo se abalanzó de un salto sobre ellos y les pudo, dominándolos a todos, de modo que huyeron de la casa aquélla desnudos y malheridos.

17 El suceso se divulgó entre los habitantes de Efeso, lo mismo judíos que griegos; todos quedaban espantados y se proclamaba la grandeza del Señor Jesús.

18 Muchos de los que ya creían iban a confesar públicamente sus malas prácticas,

19 y buen número de los que habían practicado la magia hicieron un montón con los libros y los quemaron a la vista de todos. Calculado el precio, resultó ser cincuenta mil monedas de plata.

20 Así, con el poder del Señor, el mensaje se difundía vigorosamente.

21 Cumplido todo esto, decidió Pablo ir a Jerusalén atravesando Macedonia y Grecia, declarando que, después de haber estado en Jerusalén, tenía que visitar también Roma.

22 Envió a Macedonia dos auxiliares suyos, Timoteo y Erasto, mientras él se detenía un poco en la provincia de Asia.

El alboroto en Efeso

23 En aquella ocasión se produjo un grave tumulto a propósito del nuevo camino.

24 Un tal Demetrio, platero, que labraba en plata reproducciones del templo de Artemis, proporcionando no poca ganancia a los artesanos,

25 reunió a éstos con los otros obreros del ramo y les dijo: Amigos, saben que de esta ganancia depende nuestro bienestar;

26 y están viendo y oyendo decir que ese Pablo ha persuadido a numerosa gente a cambiar de idea, no sólo en Efeso, sino prácticamente en toda la provincia de Asia, diciéndoles que no son dioses los que se fabrican con las manos.

27 No sólo hay peligro de que nuestro oficio se desacredite, sino también de que se desprestigie el santuario de la gran Artemis y se derrumbe la majestad de la diosa que venera toda el Asia y el mundo entero.

28 AL oír aquello, se pusieron a gritar furiosos: ¡Arriba" la Artemis de los efesios!

29 El revuelo se extendió por la ciudad y la gente se precipitó en masa hacia el teatro arrastrando a dos macedonios, Gayo y Aristarco, compañeros de viaje de Pablo.

30 Pablo quería entrar en el mitin, pero los discípulos no se lo permitieron.

31 Algunos senadores amigos suyos le mandaron recado aconsejándole también que no compareciera en el teatro.

32 Cada uno gritaba una cosa, porque la asamblea estaba hecha un lío y la mayoría no sabía para qué se habían reunido.

33 Algunos de los presentes aleccionaron a un tal Alejandro, a quien los judíos habían empujado adelante. Alejandro hizo seña con la mano de que quería dar explicaciones a la asamblea;

34 pero en cuanto cayeron en la cuenta de que era judío estuvieron gritando todos a coro por casi dos horas: ¡Arriba la Artemis de los efesios!

35 Consiguiendo por fin calmar a la gente, dijo el canciller: Efesios, ¿quién hay en el mundo que no sepa que la ciudad de Efeso es la guardiana del templo de la gran Artemis y de su estatua caída del cielo?

36 Esto es indiscutible; por tanto, es menester que conserven la calma y no obren precipitadamente.

37 Estos hombres que han traído no son ni sacrílegos ni blasfemos contra nuestra diosa.

38 Y si Demetrio y los artesanos sus compañeros tienen queja contra alguno, ahí tienen las audiencias públicas y los procónsules: que unos y otros presenten allí sus quejas.

39 Y si tienen alguna otra demanda, se proveerá en la asamblea legal.

40 De hecho corremos riesgo de" ser acusados de motín por lo de hoy, pues no podemos alegar ningún motivo que justifique este alboroto.

41 Y con esto despidió a la asamblea.