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Isaías 38 - Nueva Biblia Española (1975)


Enfermedad de Ezequías

1 En aquel tiempo, Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amos, fue a visitarlo y le dijo: Así dice el Señor: Haz testamento, porque vas a morir sin remedio.

2 Entonces, Ezequías volvió la cara a la pared y oró al Señor:

3 Señor, ten presente que he procedido de acuerdo contigo, con corazón sincero e íntegro, y que he hecho lo que te agrada. Y lloró con largo llanto.

4 El Señor dirigió la palabra a Isaías:

5 Ve y dile a Ezequías: Así dice el Señor,-Dios de tu padre David: He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas. Mira, añado a tus días otros quince años.

6 Te libraré de las manos del rey de Asiria, a ti y a esta ciudad, y la protegeré. Isaías ordenó: Que traigan un emplasto de higos y lo apliquen a la herida para que se cure. Ezequías dijo: ¿Cuál es la señal de que subiré a la casa del Señor?

7 Respondió: Esta es la señal del Señor, de que cumplirá el Señor la palabra dada:

8 "En el reloj de sol de Acaz haré que la sombra retroceda los diez grados que ha avanzado". Y desanduvo el sol en el reloj los diez grados que había avanzado.

9 Cántico de Ezequías, rey de Judá, cuando enfermó y sanó de la enfermedad:

10 "Yo pensé: Mediada la vida, tengo que marchar hacia las puertas del Abismo; me privan del resto de mis años .

11 Yo pensé: Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos, ya no miraré a los hombres entre los habitantes del mundo.

12 Levantan y enrollan mi morada como tienda de pastores. Como un tejedor devanaba yo mi vida, y me cortan la trama. Día y noche me estás acabando,

13 sollozo hasta el amanecer. Me quiebras los huesos como un león, día y noche me estás acabando.

14 Como una golondrina estoy piando, gimo como una paloma. Mis ojos mirando al cielo se consumen: ¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!

15 ¿Qué le diré y qué pensaré si él es quien lo hace? Huye de mí el sueño por la amargura de mi alma.

16 Los que Dios protege, viven, y entre ellos vivirá mi espíritu: me has curado, me has hecho revivir.

17 La amargura se me volvió paz cuando detuviste mi vida ante la tumba vacía y volviste la espalda a todos mis pecados.

18 El Abismo no te da gracias, ni la Muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la fosa.

19 Los Vivos, los vivos son quienes te dan gracias: como yo ahora. El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

20 Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Señor.

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