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Isaías 9 - Nueva Biblia Española (1975)


Nacimiento y reinado del Mesías

1 El pueblo que caminaba a oscuras vio una luz intensa, los que habitaban un país de sombras se inundaron de luz.

2 Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: gozan en tu presencia, como se goza en la siega, como se alegran los que se reparten el botín.

3 Porque la vara del opresor, el yugo de sus cargas, su bastón de mando los trituraste como el día de Madián.

4 Porque la bota que pisa con estrépito y la capa empapada en sangre serán combustible, pasto del fuego.

5 Porque un niño nos ha nacido, nos han traído un hijo: lleva el cetro del principado y se llama "Milagro de Consejero, Guerrero divino, Jefe perpetuo, Príncipe de la paz".

6 Su glorioso principado y la paz no tendrán fin, en el trono de David y en su reino; se mantendrá y consolidará con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.

7 El Señor ha lanzado una amenaza contra Jacob, ha alcanzado a Israel;

La ira de Jehová contra Israel

8 la entenderán el pueblo entero, Efraín y los jefes de Samaria, que van diciendo con soberbia y presunción:

9 "¿Se cayeron los ladrillos?, pues reconstruiremos con sillares; ¿se derrumbó el maderamen de sicómoro?, pues lo reemplazaremos con cedro".

10 El Señor incitará contra ellos al enemigo y azuzará a sus adversarios:

11 por delante Damasco, por la espalda los filisteos devorarán a Israel a boca llena. Y con todo, no se aplaca su ira, sigue extendida su mano.

12 Pero el pueblo no se ha vuelto al que lo hería, no ha buscado al Señor de los ejércitos.

13 El Señor cortará a Israel cabeza y cola, palma y junco en un solo día.

14 (El anciano honorable es la cabeza, el profeta embaucador es la cola).

15 Los que guían a ese pueblo lo extravían, los que se dejan guiar son aniquilados.

16 Por eso el Señor no perdona a los jóvenes, no se compadece de huérfanos y viudas; porque todos son impíos y malvados y toda boca profiere infamias. Y, con todo, no se aplaca su ira, sigue extendida su mano.

17 Sí, la maldad está ardiendo como fuego que consume zarzas y cardos, prende en la espesura del bosque, y se enrosca la altura del humo.

18 Con la ira del Señor arde el país, y el pueblo es pasto del fuego: uno devora la carne de su prójimo

19 y ninguno perdona a su hermano; destroza a diestra, y sigue con hambre, devora a siniestra, y no se sacia.

20 Manases contra Efraín, Efraín contra Manases, juntos los dos contra Judá.

21 Y, con todo, no se aplaca su ira, sigue extendida su mano.