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Mateo 7 - Nueva Biblia Española (1975)


El juzgar a los demás

1 No juzguen y no los juzgarán;

2 porque los van a juzgar como juzguen ustedes, y la medida que ustedes usen la usarán con ustedes.

3 ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?

4 O ¿cómo vas a decirle a tu hermano: "Deja que te saque la mota del ojo", con esa viga en el tuyo?

5 "Hipócrita, sácate primero la viga de tu ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.

6 No den lo sagrado a los perros ni les echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen, y además se vuelvan y los destrocen.

La oración, y la regla de oro

7 Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y les abrirán;

8 porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama le abren.

9 O es que si a uno de ustedes le pide su hijo pan, ¿le va a ofrecer una piedra?

10 O si le pide un pescado,¿leva a ofrecer una serpiente?

11 Pues si ustedes, malos como son, saben dar cosas buenas a sus niños, ¡cuánto más su Padre del cielo se las dará a los que se las piden!

12 En resumen: Todo lo que querrían que hicieran los demás por ustedes, háganlo ustedes por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas.

La puerta estrecha

13 Entren por la puerta angosta; porque ancha es la puerta y amplia la calle que llevan a la perdición, y muchos entran por ellas.

14 ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Y pocos dan con ellos.

Por sus frutos los conoceréis

15 Cuidado con los profetas falsos, esos que se les acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos feroces.

16 Por sus frutos los conocerán; a ver, ¿se cosechan uvas de los espinos o higos de los cardos?

17 Es así que todo árbol bueno da frutos sanos, en cambio el árbol malo da frutos dañinos.

18 No puede un árbol bueno dar frutos dañinos, ni un árbol malo dar frutos sanos.

19 Todo árbol que no da fruto sano se corta y se echa al fuego.

20 Total, que por sus frutos los conocerán.

Nunca os conocí

21 No basta andar diciéndome: "¡Señor, Señor!", para entrar en el reino de Dios; no, hay que poner por obra el designio de mi Padre del cielo.

22 Aquel día muchos me dirán: "Señor, Señor, ¡si hemos profetizado en tu nombre y echado demonios en tu nombre y hecho muchos milagros en tu nombre!".

23 Y entonces yo les declararé: "Nunca los he conocido. ¡Lejos de mí, los que practican la maldad!".

Los dos cimientos

24 En resumen: Todo aquel que escuche estas palabras mías y las ponga por obra se parecerá al hombre sensato que edificó su casa sobre roca.

25 Cayó la lluvia, vino la crecida, soplaron los vientos y se echaron sobre la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada en la roca.

26 Y todo aquel que escuche estas palabras mías y no las ponga por obra se parecerá al necio que edificó su casa sobre arena.

27 Cayó la lluvia, vino la crecida, soplaron los vientos, se echaron sobre la casa y se hundió. ¡Y que hundimiento tan grande!

28 Al terminar Jesús este discurso estaba la gente asombrada de su enseñanza,

29 "porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados.