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Hechos 16 - Biblia Versión Israelita Nazarena 2011


Timoteo acompaña a Pablo y a Silas

1 Llegó a Derbe y Listra, y allí conoció a cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego.

2 Él gozaba de buen testimonio entre los hermanos en Listra y en Iconio.

3 Como Shaúl quería que éste fuera con él, lo llevó y lo circuncidó por causa de los yahuditas que estaban en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego.

4 Cuando pasaban por las ciudades, les entregaban las decisiones tomadas por los Enviados y los ancianos que estaban en Yerushaláyim, para que las observaran.

5 Así las comunidades se fortalecían en la fe, y su número aumentaba cada día.

La visión del varón macedonio

6 Atravesaron la región de Frigia y de Galacia, porque se les prohibió mediante el espíritu de santidad hablar la palabra en Asia.

7 Cuando llegaron a la frontera de Misia, procuraban entrar en Bitinia, pero el espíritu de Yahoshúa no se lo permitió.

8 Entonces, después de pasar junto a Misia, bajaron a Troas.

9 Y por la noche se le mostró a Shaúl una visión en la que un hombre de Macedonia estaba de pie rogándole: “¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!”

10 En cuanto tuvo la visión, de inmediato procuramos salir para Macedonia, teniendo por seguro que Elohim nos había llamado para anunciarles la Buena Noticia.

Encarcelados en Filipos

11 Así que zarpamos de Troas y fuimos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis;

12 y de allí a Filipos, que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, y una colonia. Pasamos algunos días en aquella ciudad.

13 El día de Shabat salimos fuera de la puerta de la ciudad, junto al río, donde pensábamos que habría un lugar de oración. Nos sentamos allí y nos pusimos a hablar con las mujeres que se habían reunido.

14 Entonces escuchaba cierta mujer llamada Lidia, cuyo corazón abrió el Maestro para que estuviera atenta a lo que decía Shaúl. Era vendedora de púrpura de la ciudad de Tiatira, y respetuosa de Elohim.

15 Cuando ella y su familia se sumergieron, nos rogó diciendo: “Ya que ustedes han juzgado que soy fiel a Yahweh, vengan y quédense en mi casa”. Y nos obligó a hacerlo.

16 Una vez, íbamos al lugar de oración cuando nos salió al encuentro una joven esclava que tenía espíritu de adivinación, la cual les producía una gran ganancia a sus amos, adivinando.

17 Ésta, siguiendo a Shaúl y a nosotros, gritaba: “¡Estos hombres son siervos de Elohim Altísimo, quienes les anuncian el camino de salvación!”

18 Hizo esto por muchos días, hasta que Shaúl, ya fastidiado, se dio vuelta y le dijo al espíritu: “¡Te mando en el nombre de Yahoshúa el Mashíaj que salgas de ella!” Y salió en el mismo momento.

19 Pero cuando sus amos vieron que se les había esfumado su esperanza de ganancia, agarraron a Shaúl y a Sila y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades.

20 Al presentarlos ante los magistrados, dijeron: “¡Estos hombres, siendo yahuditas, alborotan nuestra ciudad!

21 Predican costumbres que no se nos permite recibir ni practicar, pues somos romanos”.

22 Entonces el pueblo se levantó unánime contra ellos. Y los magistrados los despojaron de sus ropas con violencia y mandaron azotarlos con varas.

23 Después de golpearlos con muchos azotes, los echaron en la cárcel y le ordenaron al carcelero que los guardara con mucha seguridad.

24 Cuando éste recibió semejante orden, los metió en el calabozo de más adentro y sujetó sus pies en el cepo.

25 Como a la medianoche, Shaúl y Sila estaban orando y cantando himnos a Elohim, mientras los presos escuchaban.

26 Entonces, de repente sobrevino un fuerte terremoto, de manera que los cimientos de la cárcel se sacudieron. Al instante, todas las puertas se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron.

27 Cuando el carcelero despertó y vio abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y estaba a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado.

28 Pero Shaúl gritó con voz fuerte: “¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí!”

29 Entonces él pidió luz y se lanzó adentro, y se postró temblando ante Shaúl y Sila.

30 Sacándolos afuera, les dijo: “Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?”

31 Ellos dijeron: “Cree en el Maestro Yahoshúa y te salvarás, tú y tu casa”.

32 Y le comunicaron el mensaje del Maestro, a él y a todos los que estaban en su casa.

33 En aquella hora de la noche, los llevó consigo y les lavó las heridas de los azotes. Y él fue sumergido en seguida, con todos los suyos.

34 Los hizo entrar en su casa, les puso la mesa y se regocijó de que con toda su casa había creído en Elohim.

35 Cuando se hizo de día, los magistrados enviaron a los oficiales a decirle que soltara a estos hombres.

36 El carcelero le comunicó a Shaúl estas palabras: “Los magistrados han enviado orden de que se los ponga en libertad; así que ahora, salgan y vayan en paz”.

37 Pero Shaúl les dijo: “Después de azotarnos públicamente sin que se nos enjuiciara, siendo nosotros ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel; y ahora, ¿nos van a echar fuera a escondidas? ¡Pues no! ¡Que vengan ellos mismos a sacarnos!”

38 Los oficiales les informaron de estas palabras a los magistrados, quienes tuvieron miedo al oír que eran romanos.

39 Y fueron donde ellos y les pidieron disculpas. Después de sacarlos, les rogaron que se fueran de la ciudad.

40 Entonces, después de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y al ver a los hermanos, los exhortaron y luego se marcharon.