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Marcos 7 - Biblia Versión Israelita Nazarena 2011


Lo que contamina al hombre

1 Entonces se juntaron a su alrededor los fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Yerushaláyim.

2 Ellos vieron que algunos discípulos de él estaban comiendo pan con las manos impuras, es decir, sin lavar.

3 (Pues los fariseos y todos los yahuditas, si no se lavan las manos hasta la muñeca, no comen, porque se aferran a la tradición de los antiguos.

4 Cuando vuelven del mercado, si no se lavan, no comen. Y hay muchas otras observancias que aceptaron, como los lavamientos de las copas, de los jarros y de las vasijas de bronce).

5 De modo que los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos no andan de acuerdo con la tradición de los ancianos, sino que comen pan con las manos impuras?

6 Y él les respondió: “Bien profetizó Yeshayah acerca de ustedes, hipócritas, como está escrito: ‘Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí.

7 Y en vano me rinden culto, enseñando como doctrina preceptos de hombres’.

8 Porque ustedes dejan los mandamientos de Elohim y se aferran a la tradición de los hombres”.

9 Y añadió: “¡Diestramente desechan ustedes el mandamiento de Elohim para establecer su tradición!

10 Porque Mosheh dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’, y: ‘El que maldiga a su padre o a su madre, que muera irremisiblemente’.

11 Pero ustedes dicen que si alguien le dice a su padre o madre: ‘Todo aquello con lo que pudiera yo beneficiarte es korbán’ (es decir, una ofrenda dedicada),

12 ya no le exigen hacer nada más por su padre o su madre.

13 Así invalidan la palabra de Elohim mediante su tradición que han trasmitido, y hacen muchas cosas semejantes a éstas.

14 Después de llamar con él otra vez a la multitud, les dijo: “Escúchenme todos y entiendan.

15 Nada de lo que entra al hombre desde afuera puede contaminarlo; pero lo que sale de él es lo que contamina al hombre.

16 [El que tenga oídos para oír, que oiga].

17 Cuando entró en una casa, alejándose de la multitud, sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola.

18 Y les dijo: “¿Así que también ustedes están sin entendimiento? ¿No comprenden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera lo puede contaminar?

19 Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y sale a la letrina, purificándose así todos los alimentos”.

20 Y reiteró: “Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.

21 Porque de adentro, del corazón del hombre, proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios,

22 los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la blasfemia, la insolencia y la insensatez.

23 Todas estas maldades proceden del interior y contaminan al hombre.

La fe de la mujer sirofenicia

24 Y poniéndose en camino, salió de allí para los territorios de Tsor y de Tsidón. Y entró en una casa deseando que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido.

25 Porque tan pronto oyó hablar de él una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, vino y se echó a sus pies.

26 La mujer era griega, de nacionalidad sirofenicia, y se puso a rogarle que echara el demonio fuera de su hija.

27 Pero él le dijo: “Deja que se sacien primero los hijos, porque no es bueno coger el pan de los hijos y echárselo a los perros”.

28 Ella respondió diciéndole: “Sí, Maestro, pero también los perros debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos”.

29 Entonces él le dijo: “Por haber dicho eso, puedes irte, que el demonio ha salido de tu hija”.

30 Y cuando ella llegó a su casa, halló a la niña acostada en la cama y que el demonio había salido.

Jesús sana a un sordomudo

31 Al salir otra vez de los territorios de Tsor, se fue por Tsidón al mar del Galil, atravesando el territorio de Decápolis.

32 Entonces le trajeron a un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima.

33 Él lo sacó aparte de la multitud, metió sus dedos en los oídos del hombre, escupió, y le tocó la lengua.

34 Entonces, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Efatá!” (que quiere decir: “Ábrete”).

35 Y se le abrieron los oídos, e inmediatamente se le desató la ligadura de la lengua, y empezó a hablar bien.

36 Él les encargó que no se lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo encargaba, con más empeño lo proclamaban.

37 Y se maravillaban extraordinariamente, y decían: “¡Todo lo ha hecho bien! Hasta hace oír a los sordos, y hablar a los mudos”.