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Mateo 8 - Biblia Versión Israelita Nazarena 2011


Jesús sana a un leproso

1 Cuando bajó del monte, le siguió mucha gente.

2 Y vino un leproso y se postró ante él diciendo: “Maestro, si quieres, puedes limpiarme”.

3 Yahoshúa extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero. Queda limpio”. Y al instante quedó limpio de la lepra.

4 Entonces Yahoshúa le dijo: “Mira, no se lo digas a nadie; pero ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que mandó Mosheh, para testimonio a ellos”.

Jesús sana al siervo de un centurión

5 Cuando Yahoshúa entró en Kefar Najum, vino a él un centurión y le rogó

6 diciendo: “Maestro, mi criado está postrado en casa, paralítico, y sufre terribles dolores”.

7 Y le dijo: “Yo iré y lo sanaré”.

8 Respondió el centurión y dijo: “Maestro, yo no soy digno de que entres bajo mi techo. Solamente di la palabra, y mi criado quedará sano.

9 Porque yo también soy un hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Si digo a éste: ‘Ve’, él va; si digo al otro: ‘Ven’, él viene; y si digo a mi sirviente: ‘Haz esto’, él lo hace”.

10 Cuando Yahoshúa oyó esto, se maravilló y dijo a los que lo seguían: “En verdad les digo que no he hallado tanta fe en ninguno en Yisrael.

11 Y les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente y se sentarán con Avraham, Yitsjaq y Yaaqov en el reino del Cielo,

12 pero a los hijos del reino los echarán a las tinieblas de afuera. Allí será el llanto y el crujir de dientes”.

13 Entonces Yahoshúa le dijo al centurión: “Ve, y como creíste te suceda”. Y su criado quedó sano en aquella hora.

Jesús sana a la suegra de Pedro

14 Entró Yahoshúa en la casa de Kefá, y vio que su suegra estaba postrada en cama con fiebre.

15 Él le tocó la mano, y la fiebre la dejó. Luego ella se levantó y comenzó a servirle.

16 Al caer la tarde, le trajeron muchos endemoniados. Con su palabra echó fuera a los espíritus y sanó a todos los enfermos,

17 de modo que se cumplió lo dicho por medio del profeta Yeshayah, quien dijo: “Él mismo tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades”.

Los que querían seguir a Jesús

18 Cuando se vio rodeado de una multitud, Yahoshúa mandó que pasaran a la otra orilla.

19 Entonces se le acercó un escriba y le dijo: “Rabí, te seguiré a dondequiera que vayas”.

20 Yahoshúa le dijo: “Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”.

21 Otro de sus discípulos le dijo: “Maestro, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre”.

22 Pero Yahoshúa le dijo: “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”.

Jesús calma la tempestad

23 Él entró en el barco, y sus discípulos lo siguieron.

24 Y de repente se levantó una tempestad tan grande en el mar que las olas cubrían el barco, pero él dormía.

25 Y acercándose, lo despertaron diciendo: “¡Maestro, sálvanos, que perecemos!”

26 Y él les dijo: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” Entonces se levantó y reprendió a los vientos y al mar, y se hizo una gran bonanza.

27 Los hombres se maravillaron y decían: “¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el mar lo obedecen?”

Los endemoniados gadarenos

28 Una vez llegado a la otra orilla, a la región de los gadarenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados que habían salido de los sepulcros. Eran violentos en extremo, tanto que nadie podía pasar por aquel camino.

29 Y ellos lanzaron gritos diciendo: “¿Qué tienes con nosotros, Hijo de Elohim? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?”

30 Lejos de ellos estaba paciendo un gran hato de cerdos,

31 y los demonios le rogaron diciendo: “Si nos vas a echar fuera, envíanos a aquel hato de cerdos”.

32 Él les dijo: “¡Vayan!” Ellos salieron y se fueron a los cerdos, y todo el hato de cerdos se lanzó al mar por un despeñadero, y murieron en el agua.

33 Los que apacentaban los cerdos huyeron, se fueron a la ciudad y lo contaron todo, aun lo que les había pasado a los endemoniados.

34 Toda la ciudad salió al encuentro de Yahoshúa; y cuando lo vieron, le rogaban que se fuera de sus territorios.