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Ester 1 - Biblia Sagrada EUNSA


La reina Vasti desafía a Asuero

1 Durante el segundo año del reinado de Artajerjes el Grande, el primer día del mes de Nisán, Mardoqueo, hijo de Yaír, hijo de Semeí, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, tuvo un sueño. Mardoqueo era un varón ilustre que prestaba servicio en la corte del rey. Éste fue el sueño: Entre gritos, tumulto, truenos, terremotos y confusión en la tierra, avanzaron dos dragones enormes prestos a la lucha y entablaron un gran combate por imponerse. Todas las naciones se reunieron en un día de tinieblas y oscuridad, y hubo una enorme agitación entre los habitantes de la tierra; y temiendo su propia ruina clamaron a Dios. Al sonido de su clamor surgió una pequeña fuente que creció hasta convertirse en un gran río cuyo enorme caudal se desbordó. Despuntaron la luz y el sol. Los humildes se alzaron y devoraron a los soberbios. Después de tener ese sueño Mardoqueo se levantó pensando qué querría Dios hacer; y su mente estuvo ocupada con este pensamiento hasta que le fue revelado. I. ESTER, CONVERTIDA EN REINA El repudio de Vasti[2] En tiempos del rey Asuero, que reinó en ciento veintisiete provincias desde la India hasta Etiopía, sucedió (2) que en aquellos días el rey Asuero,

2 sentado sobre el trono de su reino en la ciudadela de Susa,

3 el año tercero de su reinado, organizó un banquete presidido por él para todos sus príncipes y servidores, para los más fuertes de los persas y de los medos, para los nobles y los príncipes de las provincias,

4 con el fin de mostrarles durante mucho tiempo —ciento ochenta días— la riqueza gloriosa de su monarquía y así enaltecer el esplendor de su grandeza.

5 En los últimos días de aquellas fiestas el rey organizó en el patio del jardín del palacio real un banquete de siete días para todo el pueblo de la ciudadela de Susa, desde el más grande hasta el más pequeño.

6 Colgaduras de lino blancas y violáceas que pendían de cordones de seda y púrpura estaban sostenidas por aros de plata en columnas de mármol. Sobre un pavimento de alabastro, mármol, nácar y mosaico habían colocado lechos de oro y plata.

7 La bebida se ofrecía en diferentes recipientes de oro, y el vino del reino era tan abundante como la generosidad del soberano.

8 Se bebía sin control, pues el rey había dispuesto que todos los mayordomos de su palacio sirvieran a cada uno lo que quisiera.

9 Por su parte, la reina Vasti también organizó un banquete para mujeres en el palacio real del rey Asuero.

10 El día séptimo, el rey, que tenía el corazón alegre por el vino, ordenó a Mehumán, a Biztá, a Jarboná, a Bigtá, a Abagtá, a Zetar y a Carcás, los siete eunucos que servían en la presencia del rey Asuero,

11 que condujeran ante él a la reina Vasti engalanada con la diadema real, para así mostrar su belleza al pueblo y a los príncipes, pues era muy hermosa.

12 Pero la reina Vasti declinó la llamada que el rey le hizo por medio de los eunucos. Entonces el rey se enfureció, se encendió en cólera,

13 y consultó a los sabios conocedores de los tiempos, pues así se hacía con los asuntos reales: se consultaban a los conocedores de las disposiciones y de la jurisprudencia.

14 Los más allegados a él, que ocupaban los primeros puestos en el reino, los únicos a los que estaba permitido contemplar el rostro del rey, eran Carsená, Séter, Admatá, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, los siete príncipes de Persia y de Media:

15 —Según la ley, ¿qué debo hacer con la reina Vasti por no haber obedecido la orden que por medio de los eunucos le ha hecho el rey Asuero?

16 Memucán respondió ante el rey y los príncipes: —La reina Vasti no sólo ha faltado al rey, sino también a todos los príncipes y a todas las gentes que hay en las provincias del rey Asuero,

17 pues la actitud de la reina se difundirá entre todas las mujeres, que se reirán de sus maridos diciéndoles: «El rey Asuero ha mandado a la reina Vasti acudir a su presencia y ella no ha ido».

18 Además, hoy mismo, las mujeres de los príncipes persas y medos que hayan oído lo de la reina dirán lo mismo a todos los príncipes del rey, causándoles desprecio e irritación.

19 Así pues, si le parece bien al rey, que se promulgue de su parte un edicto real de acuerdo con las disposiciones de los persas y de los medos, y con carácter inderogable, en el que se disponga que Vasti no vuelva a comparecer en la presencia del rey Asuero, y que el rey entregue su realeza a otra que sea mejor que ella.

20 De este modo el decreto que el rey promulgue será conocido en todo su vastísimo reino y todas las mujeres honrarán a sus maridos, desde el más grande hasta el más pequeño.

21 Esta propuesta agradó al rey y a los príncipes. Así que el rey hizo lo que Memucán había sugerido.

22 Envió documentos a todas las provincias del reino, a cada provincia con su propia escritura y a cada pueblo en su lengua, para que todo varón fuera el que dominara en su casa y tuviera sometidas a todas las mujeres que estuvieran con él.