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2 Pedro 1 - Nueva Biblia Española (1975)


Salutación

1 Simón Pedro, servidor y apóstol de Jesús el Mesías, a los que han obtenido una fe tan inapreciable como la nuestra gracias a la justicia de nuestro Dios y de Jesús, el Mesías salvador.

2 Crezcan la gracia y la paz entre ustedes por el conocimiento de Dios y de Jesús Señor nuestro.

Partícipes de la naturaleza divina

3 Su divino poder, al darnos conocimiento de aquel que nos llamó con su divino esplendor y potencia, nos ha concedido todo lo necesario para la vida y la piedad.

4 Con eso nos ha concedido también los inapreciables y extraordinarios bienes prometidos, que les permiten a ustedes escapar de la ruina que el egoísmo causa en el mundo y participar de la naturaleza de Dios.

5 Precisamente por eso pongan todo empeño en añadir a su fe la virtud, a la virtud, el criterio,

6 al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad,

7 a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor.

8 Estas cualidades, si las poseen y van creciendo, no permiten ser remisos e improductivos en la adquisición del conocimiento de nuestro Señor, Jesús Mesías.

9 El que no las tiene es un ciego, un corto de vista que ha echado en olvido la purificación de sus antiguos pecados.

10 Por eso, hermanos, pongan cada vez más empeño en ir confirmando su llamamiento y elección. Si lo hacen así, no tropezarán nunca,

11 y les abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador, Jesús el Mesías.

12 Por eso nunca dejaré de recordarles estas cosas, aunque ya las saben y siguen ustedes firmes en la verdad que llegó hasta ustedes.

13 Mientras habito en esta tienda de campaña creo deber mío refrescarles la memoria,

14 sabiendo que pronto voy a dejarla como me lo comunicó nuestro Señor, Jesús el Mesías.

15 Pondré empeño en que, incluso después de mi muerte, siempre que haga falta tengan ustedes la posibilidad de acordarse de esto.

Testigos presenciales de la gloria de Cristo

16 Porque cuando les hablábamos de la venida de nuestro Señor, Jesús Mesías, en toda su potencia, no imitábamos fábulas rebuscadas, sino que habíamos sido testigos presenciales de su grandeza.

17 El recibió de Dios honra y gloria cuando, desde la sublime gloria, le llegó aquella voz tan singular: "Este es mi hijo, a quien yo quiero, mi predilecto".

18 Esta voz llegada del cielo la oímos nosotros estando con él en la montaña sagrada.

19 Y nos confirma la palabra de los profetas, a. la cual hacen muy bien en prestar atención como a lámpara que brilla en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero nazca en sus corazones.

20 Ante todo tengan presente que ninguna predicción de la Escritura es susceptible de interpretaciones personales;

21 porque ninguna predicción antigua aconteció por designio humano; hombres como eran, ellos hablaron de parte de Dios movidos por el Espíritu Santo.