Comentario Biblico


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1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

2 Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.

3 Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.

4 Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados.

5 Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

6 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.

7 Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado.

8 Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo.

9 Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.

10 Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él.

11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

12 Y luego el Espíritu le impulsó al desierto.

13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.

14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,

15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.

17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.

18 Y dejando luego sus redes, le siguieron.

19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.

20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.

21 Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba.

22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

23 Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces,

24 diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.

25 Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!

26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él.

27 Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?

28 Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.

29 Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.

30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.

31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.

32 Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados;

33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta.

34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.

35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.

36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban;

37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.

38 El les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.

39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.

40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.

41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.

42 Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.

43 Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego,

44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino vé, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.

45 Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.


La proclamación del rey (ver Mat. 3:1-12; Luc. 3:1-18). Hemos visto que Marcos era un evangelista y al igual que la mayoría de los evangelistas era franco y al grano . Por ejemplo, él no inicia su libro con un prefacio elaborado, sino que su tema es las buenas nuevas acerca de Jesús el Cristo (o Mesías), el agente escogido de Dios quien además es el Hijo de Dios. Ambos puntos sobresa len gradualmente en el libro. Jesús no los reclamó para sí mismo. En realidad, sólo a medida que Dios abre nuestros ojos podemos ver la verdad en lo que Jesús enseñaba y hacía. El Evangelio de Mar. es la proclamación segura del Mesías por uno cuyos ojos espirituales habían sido abiertos; por esta razón la sanidad de los ciegos es un cuadro en Mar. de lo que Jesús tiene que hacer para todos.

Las buenas nuevas ya habían sido proyectadas mucho antes por Dios. Mar. cita las profecías de Mal. e Isa. como prueba, aunque él sólo menciona a Isaías por nombre. Marcos muestra que aquel mensajero profetizado fue Juan el Bautista, mientras que el Señor del v. 3 es Jesús. De manera que Marcos de inmediato equipara a Jesús con Dios, ya que Señor en el AT usualmente sig nifica Dios . Estas fueron las mismas causas que los sacerdotes y ancianos usarían para crucificar a Jesús. Es imposible quedar neutral cuando enfrentamos a Cristo: ¿sería él el Mesías y el Hijo de Dios, o no? ¿De qué lado estamos?

Juan el Bautista predicaba la necesidad del arrepentimiento que llevaría al perdón de pecados por Dios. Era el tema familiar dado por los profetas de Israel; aun la vestimenta de Juan se parecía a la de los profetas. El cambio total del corazón representado por el arrepentimiento debía ser demostrado por medio del bautismo. Esto no tenía nada de nuevo. Los judíos siempre habían tenido lava mientos rituales, especialmente para aquellos que querían entrar al judaísmo provenientes de afuera. Lo nuevo era que Juan decía que esto era tan necesario para judíos como para gentiles. También era nuevo que él anunciara que alguien mucho más grande que él llegaría después. Juan sólo bautizaba con agua (un lavamiento simbólico y externo), pero el que vendría después de él limpiaría y renovaría los corazones por medio del Espíritu. En esto radicaba la diferencia total entre la obra de Jesús y la de Juan.

Así que, aunque Marcos no cita del AT tanto como otros evangelistas, él creía con la misma firmeza que las raíces del evangelio se encontraban en las Escrituras judías. Además, aunque él no habla tanto del Espíritu como otros Evangelios, creía con la misma firmeza que Jesús era el dador del Espíritu a todo creyente, y que el Espíritu es un patrimonio para todos, no restringido para algunos pocos, como lo había sido en el AT. Al igual que todo judío penitente que llegaba a Juan recibía su bautismo, todo creyente en Jesús sería bautizado por Jesús con el Espíritu. Esta es la realidad interior de la cual el bautismo en agua como el de Juan era el cuadro exterior.

Nota sobre el prólogo de Marcos. Existe un debate permanente sobre la función y extensión del prólogo de Mar. Da la impresión que su propósito (como las narraciones del nacimiento en Mat. y Luc. al igual que el prólogo de Juan) es presentar el lector a Jesús con su verdadero significado como Mesías e Hijo de Dios antes de comenzar con el relato. Pero ¿dónde termina el prólogo y comienza el Evangelio propiamente ? ¿Será sólo el v. 1 el de la introducción o serán los vv. 1-8? Si la introducción incluye los vv. 2 al 11 entonces la ubicación de Juan el Bautista es muy importante, no sólo como la voz o precursor del Mesías, sino también estableciendo el molde para su vida, rechazo y muerte.

Comprobación del rey (ver Mat. 3:13-4:11; Luc. 3:21-4:13). Los reyes y jueces de Israel del AT eran elegidos por Dios y ungidos. Las épocas de prueba harían ver que en verdad eran elegidos por Dios para la tarea. Así fue con Jesús. Vino a Juan para ser bautizado. Esto provocó problemas para algunos teólogos primitivos quienes preguntaron: ¿Por qué fue bautizado Jesús si no tenía pecado ni necesitaba arrepentirse? A Marcos esto no le causaba problema; él sencillamente escribía lo que pasaba, sin comentario. Dado que a veces el bautismo era señal de juicio, es posible que Mar. haya pensado que Jesús aceptaba voluntariamente la senda del sufrimiento que él tendría que atravesar como el Mesías (ver 10:38).

En el v. 10, lo más natural es entender él como aludiendo a Jesús, aunque Juan 1:33 parece indicar que el Bautista también vio la visión. La apertura de los cielos es parte del cuadro del AT de Dios des cendiendo, pero en esta oportunidad es el Espíritu que desciende, como paloma, símbolo de lo manso y pacífico. Además, es rememorativo del relato de la creación en Gén. 1:2. Algunos herejes primitivos decían que Jesús era solamente un hombre en quien descendió el Espíritu, pero Marcos ya ha proclamado que es el Hijo de Dios (1:1) y en la ocasión de su bautismo la voz de Dios dice lo mismo.

Algunos manuscritos omiten las palabras Hijo de Dios en 1:1, pero no hay lugar a duda de la presencia de éstas aquí. La voz del cielo declara que Jesús es el Hijo amado de Dios (en el gr. algunas veces se ha traducido como único Hijo ) con quien Dios esta complacido. La voz de Dios estaba proclamando la palabra de Dios. Estas palabras combinan el Sal. 2:7 con Isa. 42:1. Vistas juntas, muestran que aunque Jesús era el Hijo de Dios, como siervo él tendría que sufrir y morir para cumplir la obra de Dios, lo que posiblemente refleja lo que Marcos comprendía por el bautismo de Jesús, la aceptación voluntaria de esta tarea. Veremos que sus seguidores no estaban dispuestos a aceptar es ta senda para Jesús, y menos aceptarla para ellos mismos. Sin embargo, como nos dice Pablo en Rom. 6:3, todos hemos sido bautizados en la muerte de Cristo, lo que también fue cierto lit. para muchos mártires romanos. No hay otra senda en el cristianismo excepto la muerte del yo; Jesús, nuestro precursor, la aceptó deliberadamente.

Jesús aprobó su primer examen aceptando su llamamiento con todo su precio, pero habría que ver si aprobaría su segundo examen. El mismo Espíritu que él había visto en la visión en la ocasión de su bautismo lo condujo a un lugar solitario, donde tuvo que enfrentar todos los ataques del enemigo o el adversario (significado del nombre de Satanás). Los demás Evangelios dan detalles de las maneras en que el enemigo probó a Jesús: para Marcos fue suficiente hacer ver que el enemigo no lo derrotó. En cierto sentido, esta primer victoria sobre el enemigo perdura a través de todo el ministerio de Jesús: echando demonios, sanando enfermos, y más que nada, rescatando a los aprisionados del enemigo por medio de la predicación de las buenas nuevas. En este sentido, el evangelismo de Jesús es verdaderamente un evangelismo de po der y ese poder es siempre el de la cruz y el de las buenas nuevas.

Como Hijo de Dios Jesús no tuvo que luchar solo; todos los poderes del cielo estaban de su lado, así como están del nuestro, aunque sean invisibles. Sabemos lo que es tener un feroz ataque espiritual después de alguna gran experiencia espiritual. Jesús comprende plenamente todo esto, ya que él mismo pasó por ello. En Heb. 5:7 se expresa teológicamente; aquí Marcos lo describe explícitamente. No se mencionan directamente otras pruebas de Jesús, pero podemos notar la reacción que tuvo a la sugerencia de Pedro de que debiera evitar la cruz (8:33), y luego su oración en el Getsemaní (14:33-36). El seguiría siendo tentado constantemente, al igual que nosotros, para apartarlo de la senda dada por Dios para él. Es posible que ésta sea la manera calmada que Marcos tuvo para mostrarnos la naturaleza de las pruebas de Jesús en el desierto. Para ver un relato más amplio de las tentaciones ver Mat. 4:1-11 y Luc. 4:1-13.

El llamamiento a los seguidores del rey (cf. Mat. 4:12-22: Luc. 5:1-11). Tan pronto como Saúl o David fueron coronados reyes en el AT comenzaron a reunir a un pequeño grupo de seguidores fieles, quienes se enfrentarían al peligro o la muerte por su causa. Jesús hizo lo mismo, y la realidad del peligro al que se enfrentaba se lee en el v. 14.

Después que Juan había sido encarcelado (donde pronto vería la muerte) Jesús resueltamente volvió a Galilea, lejos de la escena de sus primeras experiencias de bautismo y tentación. Su propósito era el de proclamar las buenas nuevas de Dios, eso es, las buenas nuevas del que Dios había enviado, como también las buenas nuevas acerca de Dios: que él está dispuesto a recibirnos y perdonarnos. Dado que esto fue posible por lo que Jesús hizo sobre la cruz, y porque sólo él nos muestra perfectamente cómo es Dios, él mismo es la buena nueva, y el predicar las buenas nuevas es predicar a Jesús. El hacer esto es la meta completa del Evangelio de Mar.: había concluido la gran cuenta regresiva de Dios, y el momento del despegue había llegado. El reinado de Dios estaba por comenzar sobre la tierra. En un sentido, ese reinado siempre había estado presente, pero ahora es en un sentido más profundo. El reino de Dios se veía, primeramente, en la vida de Jesús y luego en las vidas de sus seguidores.

Una de las cosas que Marcos está deseoso de explicar es que la llegada del reino de Dios fue silenciosa, sin haber sido notada por la mayoría de la población, ya que el mundo no fue cambiado dramáticamente de la noche al día. Esta verdad y también la manera que Dios escogió para presentar su reino a través del Mesías sufriente, son dos cosas que Marcos nos quiere comunicar por medio de su Evangelio. Este es el misterio del reino que no podemos ver hasta que Dios nos lo revele. Además, por esta razón Jesús no podía de clarar abiertamente su condición de Mesías: hasta que se dieran cuenta de que el Mesías tenía que sufrir, la población esperaría que se portara como un rey de este mundo.

Juan había llamado a las gentes al arrepentimiento y al bautismo; Jesús los llamaba así: ¡Arrepentíos y creed en el evangelio! Sin embargo, sabemos por medio del Evangelio de Juan que los discípulos de Jesús también practicaban el bautismo (Juan 3:22). Creed en el evangelio significa creer en Jesús. El creer en Jesús es seguirle; así fue que él llamó a sus primeros discípulos, como sigue llamándonos hoy. Simón y Andrés, Jacobo y Juan todos eran gente término medio que ejecutaban sus tareas ordinarias cuando Jesús los llamó para que llegaran a ser pescadores de hombres. Al estilo de Mar., él da solamente el esqueleto del relato. El Evangelio de Juan nos muestra que estos pescadores habían tenido algún contacto con Juan el Bautista antes de llegar a ser discípulos de Jesús. No importa la cantidad de preparación que hemos tenido por adelantado, llega un momento para cada uno de nosotros cuando Jesús nos llama personalmente, y debemos decidir si le vamos a seguir o no. Aquí Marcos se concentra en ese momento. Estos varones tenían que decidir dejar todo lo que tenían, fuera mucho o poco, y seguir a Jesús. Como recompensa, Jesús prometió convertirlos en pescadores o atrapadores para el reino de Dios, ganando a otros para él así como él los había ganado en ese momento. Esta atracción de gentes hacia el reino de Dios era el propósito total del ministerio terrenal de Jesús, y por esa razón la predicación de las buenas nuevas; ni las sanidades, ni el echar fuera demonios, estaban en el corazón de su ministerio. Los milagros de sanidad y los exorcismos eran sólo señales del reino, comprobaciones del poder de Dios, como el de su amor.

Nota. Aquí hubiésemos esperado una lista de los doce, pero se posterga hasta el 3:13-19. El lector haría bien en hallar la cita y buscarla de inmediato.

Jesús echa a un espíritu maligno (ver Luc. 4:31-37; cf. Mat. 7:28, 29). En una sinagoga de Capernaúm, los presentes estaban maravillados de la confianza con la que hablaba Jesús; él era muy diferente a los demás maestros y en sus palabras había una nota de autoridad. Mar. frecuen temente hace notar que las personas quedaban admiradas de lo que Jesús decía o hacía, pero de igual manera hacía ver, como en este caso, que esto no los llevaba necesariamente a la fe en él. Podríamos decir que entraba a sus ca bezas, pero no bajaba al corazón. No solamente los adoradores en la sinagoga se dieron cuenta de la autoridad de Jesús; también se dio cuenta un hombre poseído por un espíritu inmundo. Esta persona estaba totalmente bajo el poder del enemigo.

Bien se ha dicho que existen dos peligros igualmente grandes al pensar en Satanás. El primero es ignorarlo, o procurar desacreditarlo científicamente. El segundo es concentrarse en él de una ma nera insana, en vez de concentrarse en el Espíritu Santo. Las personas del Occidente han tenido la tendencia de hacer lo primero, pero también puede ser que la experiencia de las guerras mundiales y el derrumbe de la sociedad están obligando a los psicólogos a volver a mirar más profundamente para hallar las causas del mal. La concentración en los espíritus inmundos tradicionalmente ha sido el peligro del Tercer Mundo. Ninguno de los dos extremos es bíblico, y debemos procurar mantener un equilibrio entre los dos.

Puede ser que tratemos de explicar o anular las referencias en la Biblia de aquellos que están bajo el poder del enemigo diciendo que así era como hablaban las gentes en una edad no científica ante las en fermedades corporales o mentales. Aquellos que trabajan en tierras no cristianas o en las que se consideran poscristianas , saben muy bien que existe tal cosa como posesión demoníaca. En el NT se hace una clara distinción entre lo que es la posesión demoníaca y una enfermedad ordinaria, o aun locura. Por lo general, la Biblia restringe la posesión demoníaca a los casos donde existe alguna resistencia a Dios, por quien la sanidad podría ocurrir. Tenemos que tener mucha cautela de no usar la expresión demasiado amplia o livianamente, pero de igual manera no debemos rechazarla del todo.

En el comienzo del Evangelio de Mar. se ve a Jesús luchando en un conflicto con el enemigo y que ha de continuar a través de su ministerio. La Biblia aclara que hasta que Cristo no nos liberte estamos to dos bajo el poder del enemigo en grado mayor o menor, al igual que los cristianos están en grado mayor o menor bajo el control del Espíritu Santo. En ocasiones hay quienes (como bien lo saben los cristianos del Tercer Mundo) están tan entregados al enemigo que puede decirse que están poseídos . Al otro extremo está la llenura del Espíritu Santo (Ef. 5:18). El hombre de la sinagoga de Capernaúm estaba totalmente controlado por el espíritu maligno, quien reconoció de inmediato la autoridad de las enseñanzas de Jesús y reaccionó violentamente. Hemos de notar que en la Biblia el echar espíritus malignos no es algún rito de magia, requiriendo encantamientos y nombres (como en otras religiones), sino que es la presentación de las buenas nuevas de Jesús a la persona interesada. Este es el significado de echar demonios en el nombre de Jesús , no una mera repetición mecánica del nombre mismo. Por eso la palabra exorcismo no es buena porque hace pensar en algún encantamiento. La única clase de exorcismo que es duradera es reemplazar al enemigo poniendo a Jesús en el centro de nuestras vidas. Algo menos que esto conducirá sólo a tener problemas mayores (Mat. 12:45).

La interrupción violenta de aquel hombre en el v. 24 llegó en respuesta a la predicación de las buenas nuevas por Jesús en la sinagoga ese día. El enemigo en su interior reconoció de inmediato a Jesús como el Santo de Dios (que, por lo menos, era un título mesiánico, si no uno divino). Jesús no aceptaba tal testimonio forzado contra la voluntad del hombre; no era el testimonio del Espíritu Santo. De manera que reprendió y echó fuera al espíritu (25). Aun esta exhibición de poder sólo produjo asombro a los que lo presenciaron, que no eran seguidores. Es posible que el hombre mismo llegara a ser seguidor de Jesús después de su sanidad.

El testimonio del espíritu inmundo como el que hemos visto aquí está en marcado contraste con la confesión de Pedro (8:29), que de muchas maneras sirve de punto culminante de todo el Evangelio.

La sanidad de los enfermos (ver Mat. 8:14-17; Luc. 4:38-41). Marcos ha presentado a Jesús echando demonios como una señal del reino de Dios, ahora lo presenta sanando a los enfermos. La suegra de Pedro fue sanada de una fiebre esa misma tarde del sábado, en su propio hogar (¿serán detalles que le debemos a Pedro?). Sigue, al atardecer, cuando se puso el sol (es decir, no siendo ya el sábado cuando el trabajo de sanar a los enfermos era permitido) parecía que toda Capernaúm estaba reunida a la puerta, trayendo a los enfermos y los endemoniados. Marcos hace una distinción entre los dos grupos, pero Jesús sanó a los dos. Cuando Marcos dice que muchos fueron sanados, no quiere decir que algunos no fueron sanados, sino que sólo se está refiriendo a la cantidad de sanidades. De nuevo, Jesús rehusó el testimonio de los demonios y los echó fuera.

Un detalle que sobresale de este relato es cómo una mujer que había sido sanada demostró su amor y gratitud hacia Jesús de inmediato y en formas prácticas dio de comer tanto al Señor como a una docena de sus discípulos hambrientos. No todos podrán predicar, pero todos pueden amar y servir en algo.

Jesús en oración (ver Luc. 4:42-44). Jesús, ahora un famoso sanador y expulsador de demonios, podría haber aprovechado esta circunstancia. Nosotros también nos enfrentamos con las mismas presiones de escoger lo que el mundo espera en nuestras campañas de sanidad o en las concentraciones de milagros de hoy.

En esta oportunidad vemos cómo Jesús desapareció calladamente a un lugar apartado para orar (35). Simón y otros pensaron que él estaba cometiendo un errror y perdiendo la gran oportunidad que la publicidad reciente le había otorgado. Esta no sería la última vez en que los pensamientos de Simón serían pensamientos humanos, no los de Dios (8:33). Jesús rehusó ser el objeto de los que lo buscaban como mero obrador de milagros; él quería ser re conocido como el Salvador. La manera de obtenerlo sería predicar las buenas nuevas, y Jesús se dedicó a hacerlo en los pueblos vecinos. Por lo tanto, se hizo acompañar de sus discípulos en una gi ra por las sinagogas de la bien poblada Galilea predicando la Palabra, echando fuera los demonios y sanando a los enfermos. El echar fuera a los demonios es algo fundamental ya que afecta el alma, mientras que las sanidades físicas sólo prolongan la vida terrenal por un tiempo.

La sanidad de un leproso (ver Mat. 8:1-4; Luc. 5:12-16). La palabra lepra abarcaba muchas enfermedades de la piel como también la lepra misma. Aislaban a los sufrientes de tener contacto con otras personas, ya que los leprosos eran considerados ceremonialmente inmundos. En realidad, la actitud hacia la lepra en esos días era casi la misma que con el SIDA de hoy, una mezcla de temor y desprecio. La lepra, con frecuencia, se veía como el castigo de Dios por el pecado, así que aunque este hombre no dudaba del poder de Jesús para sanar, dudaba de su voluntad de hacerlo. El no debiera haber dudado porque (según se declara repetidamente en Mar.) Jesús fue movido a compasión por él: lo tocó y lo sanó. El efecto que tuvo Jesús al tocarle debe haber sido tremendo. No sólo Jesús se arriesgó al contagio, sino que deliberadamente llegó a ser inmundo religio samente para que aquel hombre pudiera llegar a ser limpio. ¿Sería que Marcos tuvo la intención de que esto representara lo que Jesús haría para todos nosotros en la cruz?

Jesús rehusó esta oportunidad para tener mayor publicidad. El le dio dos advertencias firmes de lo que debía hacer. La primera era que fuese a los sacerdotes para que le dieran un certificado de buena salud , sin lo cual no se le permitiría volver a formar parte de la sociedad y unirse en la adoración a Dios. La segunda era no decir nada a nadie de su sanidad. Como muchos de nosotros, el hombre pensó que sabía más que Jesús, así que a todos les hablaba de su sa nidad. ¿Será posible que él haya disfrutado de la publicidad para sí mismo? El resultado de esa desobediencia fue que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba afuera en lugares despoblados.

Por la actitud de Jesús, no nos maravilla que la iglesia cristiana fue pionera en la obra de amor, misericordia y sanidad a los leprosos, cuando todo el mundo los rechazaba. ¿Qué diremos de los que padecen el SIDA en nuestros días? ¿Se verá el mismo amor y compasión por ellos por parte de los cristianos? ¿Qué haría Jesús?