Comentario Biblico


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1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

2 Este era en el principio con Dios.

3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.

16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.

17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.

21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?

26 Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.

27 Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.

28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.

36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.

37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.

38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?

39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima.

40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús.

41 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).

42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).

43 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.

44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.

45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.

51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.


LA PALABRA ETERNA Juan 1:1-2 Cuando el mundo empezó a existir, la Palabra ya existía; y la Palabra estaba con Dios; y la Palabra era Dios. Esta Palabra estaba en el principio con Dios. El principio de evangelio de Juan tiene tal importancia y profundidad de sentido que debemos estudiarlo casi versículo por versículo. La gran idea de Juan es que Jesús no es sino la Palabra creadora, vivificadora e iluminadora de Dios, y la Razón de Dios que sostiene el mundo, que ha venido a la Tierra en forma humana y corporal. Aquí, al principio, Juan dice tres cosas acerca de la Palabra, es decir, acerca de Jesús. (i) La Palabra ya estaba allí en el mismo principio de todas las cosas. Juan se remonta con el pensamiento al primer versículo de la Biblia: " En el principio creó Dios los cielos y la Tierra" (Gen 1:1 ). Lo que Juan nos está diciendo es esto: La Palabra no es una de las cosas creadas; la Palabra ya existía cuando empezó la creación; la Palabra no es una parte del mundo que empezó a existir en un tiempo; la Palabra es parte de la eternidad y estaba con Dios antes que empezaran el tiempo y el universo. Juan está pensando en lo que se conoce como la preexistencia de Cristo. En muchos sentidos esta idea de la preexistencia es muy difícil, si no imposible, de captar. Pero representa algo muy sencillo, muy práctico y muy tremendo. Si la Palabra estaba con Dios antes que empezara el tiempo, si la Palabra es parte del esquema eterno de las cosas, esto quiere decir que Dios ha sido siempre como Jesús. Algunas veces se ha pensado que Dios era severo y vengativo; y que lo que hizo Jesús cambió la ira de Dios en amor y alteró Su actitud hacia la humanidad. El Nuevo Testamento no sabe nada de esa idea. Lo que todo el Nuevo Testamento nos dice, y especialmente este pasaje de Juan, es que Dios ha sido siempre como Jesús. Lo que hizo Jesús fue abrir una ventana en el tiempo para que pudiéramos ver el amor eterno e inalterable de Dios. Entonces podríamos muy bien preguntarnos: «¿Y qué pasa con algunas de las cosas que leemos en el Antiguo Testamento? ¿Qué de los pasajes en los que se dice que Dios mandó arrasar ciudades enteras y matar a hombres, mujeres y niños? ¿Qué de la ira, y de los celos de Dios de los que leemos a veces en las partes más antiguas de la Escritura? La respuesta es: No es Dios el que ha cambiado, sino nuestro conocimiento de Dios. Esas cosas se escribieron porque entonces no se tenía un conocimiento mejor; hasta ahí habían llegado en su conocimiento de Dios. Cuando un niño está estudiando una asignatura tiene que ir aprendiéndola por etapas. No empieza por el conocimiento total, sino por lo que puede comprender, y de ahí va pasando a más. Cuando empieza con la apreciación de la música, lo primero que le dan a escuchar no es un preludio o una fuga de Bach, sino algo mucho más sencillo; y luego va comprendiendo más por etapas. Así sucedía con los hombres y Dios. Sólo en parte podían captar y entender la naturaleza de Dios y Sus caminos. Fue sólo cuando vino Jesús cuando vieron total y perfectamente cómo ha sido Dios siempre. Se cuenta que una chiquilla tuvo que enfrentarse una vez con algunos de los pasajes más sangrientos y salvajes del Antiguo Testamento, y comentó: "¡Pero todo eso pasó antes de que Dios se hiciera cristiano!» Si podemos decirlo así con toda reverencia, cuando Juan dice que la Palabra siempre estuvo allí, está diciendo que Dios siempre ha sido cristiano. Nos está diciendo que Dios siempre ha sido, y es, y será como Jesús. Pero la humanidad no lo podía saber ni se podía dar cuenta hasta que vino Jesús. (ii) Juan sigue diciendo que la Palabra estaba con Dios. ¿Qué quería decir con eso? Quería decir que siempre ha habido la más estrecha conexión entre la Palabra y Dios. Vamos a decirlo de una manera más sencilla: Siempre ha habido la más íntima conexión entre Jesús y Dios. Eso quiere decir que nadie nos puede decir cómo es Dios, cuál es la voluntad de Dios para nosotros, cómo son el amor y el corazón y la Mente de Dios nada más que Jesús. Vamos a poner un ejemplo humano sencillo. Si de veras queremos saber lo que una persona piensa y siente sobre algo, y no tenemos acceso a ella, no vamos a alguien que no es más que un conocido lejano suyo o que hace poco que la conoce, sino a uno que sabemos que es su amigo íntimo de muchos años. Ese será capaz de interpretarnos de veras la mente y el corazón de la otra persona. Algo así es lo que Juan nos está diciendo de Jesús. Nos está diciendo que Jesús ha estado siempre con Dios. Vamos a usar el lenguaje humano, porque es el único que podemos usar. Juan está diciendo que Jesús tiene tal intimidad con Dios que Dios no tiene secretos con Él; y que, por tanto, Jesús es la única Persona en todo el universo que nos puede revelar cómo es Dios y lo que siente acerca de nosotros. (iii) Por último, Juan nos dice que la Palabra era Dios. Este es un dicho difícil de entender para nosotros; y es difícil porque el griego, la lengua en que escribió Juan, tiene una manera de decir las cosas que es diferente del español. Cuando se usa un nombre en griego, casi siempre se le antepone el artículo determinado. La palabra para Dios es theós, y el artículo determinado correspondiente es ho. Cuando se habla de Dios en griego, no se usa solamente theós, sino ho theós. Ahora bien, cuando no se usa el artículo determinado con un nombre, ese nombre se usa como adjetivo. Juan no dijo que la Palabra era ho theós, lo que habría querido decir que la Palabra era el mismo que Dios. Dijo que la Palabra era theós -sin artículo definido, lo que quiere decir que la Palabra era, podríamos decir, del mismo carácter y cualidad y esencia y ser que Dios. Cuando Juan dijo que la Palabra era Dios, no estaba diciendo que Jesús es el mismo que Dios, sino que Jesús es lo mismo que Dios. De dos personas íntimamente compenetradas se dice que piensan y sienten lo mismo de tal manera que, si se conoce a una, es como si se conociera á la otra. Jesús está tan íntima y totalmente identificado con Dios en pensamientos, sentimientos y carácter que, conociéndole a El, conocemos perfectamente a Dios. Así pues, al principio mismo de su evangelio Juan asegura que en Jesús, y sólo en Él, se ha revelado perfectamente a la humanidad todo lo que Dios ha sido siempre y siempre será, y todo lo que siente sobre los hombres y desea para ellos.

EL CREADOR DE TODAS LAS COSAS Juan 1:3 Fue el Agente por medio de Quien se hicieron todas las cosas; y no hay ni una sola que exista en el mundo que haya llegado a ser aparte de Él. Puede que nos parezca extraño que Juan haga tanto hincapié en la manera que se creó el mundo; y puede que también nos lo parezca el que conecte tan definidamente a Jesús con la obra de la creación. Pero tenía que hacerlo a causa de ciertas tendencias que había en el pensamiento de su tiempo. En los días de Juan había una herejía que se llamaba el gnosticismo. Su característica era que se trataba de un enfoque intelectual y filosófico al Cristianismo. A los gnósticos no les era suficiente con las creencias sencillas de cualquier cristiano corriente. Trataban de construir un sistema filosófico del Cristianismo. Tenían problemas con la existencia del pecado y el mal y el dolor y el sufrimiento del mundo, así que diseñaron una teoría para explicarlo. Esa teoría era como sigue. En el principio existían dos realidades: la una era Dios, y la otra la materia. La materia había existido siempre, y fue la materia prima de la que se construyó el universo. Los gnósticos insistían en que esa materia era defectuosa e imperfecta. Podríamos decir que el mundo se inició mal desde el principio. Estaba hecho de unos materiales que ya contenían el germen de la corrupción. Los gnósticos llegaban más lejos. Dios, decían, era espíritu puro, y como tal no podía tocar la materia, y menos aún una materia imperfecta. Por tanto, era imposible que Dios llevara a cabo la obra de la creación por Sí mismo. Lo que hizo fue producir una serie de emanaciones, cada una de las cuales estaba más lejos de Dios que las anteriores; y, cuanto más se alejaban de Dios, menos le conocían. Hacia la mitad de camino de la serie de emanaciones había una que no sabía nada en absoluto de Dios. A partir de ésa, las emanaciones empezaban a ser, no sólo ignorantes, sino hostiles a Dios. Por último había una emanación que estaba tan lejos de Dios que le ignoraba totalmente y le era totalmente hostil, y ésa fue el poder que creó el mundo; porque ya estaba tan lejos de Dios que podía tocar esta materia defectuosa y mala. El dios creador estaba totalmente distanciado y enemistado con el Dios real. Los gnósticos dieron otro paso más: identificaron al dios creador con el Dios del Antiguo Testamento; y sostuvieron que el Dios del Antiguo Testamento era completamente distinto y distante del Dios y Padre de Jesucristo, del que era enemigo. En los tiempos de Juan se había extendido mucho esta clase de creencia. La gente creía que el mundo era malo, y que lo había creado un dios malo. Para combatir esta creencia, Juan establece aquí dos verdades cristianas básicas. De hecho, la relación de Jesús con la creación es algo que se repite en el Nuevo Testamento precisamente por este trasfondo intelectual que divorciaba a Dios y al mundo en que vivimos. En Col 1:16 , Pablo escribe: " Porque en Él fueron creadas todas las cosas, en el Cielo y en la Tierra... todas fueron creadas por Él y para Él.» En 1Co 8:6 escribe del Señor Jesucristo «por medio del Cual son todas las cosas.» El autor de Hebreos habla de Uno que era el Hijo, «por medio de Quien Dios hizo el universo» (1:2). Juan y los otros autores del Nuevo Testamento que escribieron estas cosas estaban subrayando dos grandes verdades. (i) El Cristianismo siempre ha creído en lo que se llama la creación partiendo de la nada. No creemos que en Su creación del mundo Dios tuviera que usar una materia ajena y mala. No creemos que el mundo empezara ya con un defecto de fabricación, ni que tuviera su origen en Dios y en algo más. Nuestra fe es que detrás de todo está Dios, y sólo Él. (ii) El Cristianismo siempre ha creído que este mundo es de Dios. Lejos de estar tan desconectado del mundo que no puede tener nada que ver con él, Dios está íntimamente comprometido con el mundo. Los gnósticos trataban de echarle la culpa al creador del mal que hay en el mundo. El Cristianismo cree que lo que no está como es debido en el mundo se debe al pecado humano. Pero, aunque el pecado ha causado destrozos en el mundo y le ha impedido llegar a ser lo que hubiera podido ser, no debemos nunca despreciar el mundo, porque es esencialmente de Dios. Si creemos esto, nos da un nuevo sentido del valor del mundo y de nuestra responsabilidad hacia él. Se cuenta de una niña de los suburbios de una gran ciudad, que la llevaron a pasar un día en el campo. Cuando vio las margaritas en el bosque, preguntó: «¿Cree usted que a Dios le importará que coja unas pocas de Sus flores?» Este es el mundo de Dios; por eso, nada en él está fuera de su control; y por eso, debemos usar todas las cosas dándonos cuenta de que pertenecen a Dios. El cristiano no le hace de menos al mundo creyendo que el que lo hizo era un dios ignorante y hostil, sino que lo glorifica recordando que Dios está en todas partes, detrás de todo y en todo. Cree que el Cristo que recrea el mundo fue el colaborador de Dios cuando, el mundo fue creado al principio y que, en la obra de la redención, Dios está tratando de recuperar algo que fue siempre Suyo.

LA VIDA Y LA LUZ Juan 1:4 En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. En una gran pieza de música, el compositor a menudo empieza exponiendo los temas que va a elaborar en el curso de su obra. Eso es lo que hace Juan aquí. Vida y luz son dos de las grandes palabras básicas sobre las que se construye el Cuarto Evangelio. Son dos de los temas principales que el evangelio se propone desarrollar y exponer. Vamos a considerarlas en detalle. El Cuarto Evangelio empieza y termina con la vida. En el mismo principio leemos que en Jesús estaba la vida; y en el mismo final leemos que el propósito de Juan al escribir su evangelio era «que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en Su nombre» (20:31). Esta palabra está continuamente en los labios de Jesús. Es Su sentido pesar que las personas no quieren venir a Él para tener vida (5:40). Es Su declaración que El vino para que los hombres tuvieran vida, y la tuvieran en abundancia (10:10). Él testifica que les da vida a las personas y que no perecerán jamás, porque nadie las podrá arrebatar nunca de Su mano (10:28). Se proclama el camino, la verdad y la vida (14:6). En el evangelio la palabra vida (zóé) aparece más de treinta y cinco veces, y el verbo vivir o tener vida (zén) más de quince. Así pues, ¿qué es lo que quiere decir Juan con vida? (i) Quiere decir sencillamente que vida es lo contrario de destrucción, condenación o muerte. Dios envió a Su Hijo para que todos los que crean en Él no se pierdan, sino tengan vida eterna (3:16). El que oye y cree tiene vida eterna, y no está sujeto a juicio (5:24). Hay un contraste entre la resurrección para la vida, y la resurrección para el juicio (5:29). Aquellos a los que Jesús da la vida no perecerán jamás (10:28). Hay algo en Jesús que le da a uno seguridad en esta vida y en la por venir. Hasta que aceptamos a Jesús y le tomamos como nuestro Salvador y le entronizamos como nuestro Rey no se puede decir que vivimos. El que vive una vida sin Cristo existe, pero no sabe lo que es la vida. Jesús es la única Persona que puede hacer que valga la pena vivir, y en Cuya compañía la muerte no es más que el preludio de una vida más plena. (ii) Pero Juan está completamente seguro de que, aunque Jesús es el que nos trae esa vida, el que nos la da es Dios. Juan usa la frase el Dios viviente como el resto de la Biblia. Es la. voluntad del Padre que envió a Jesús que todos los que le ven y creen en Él tengan vida (6:40). Jesús es el que da la vida porque el Padre ha puesto Su propio sello de aprobación sobre Él (6:27). Él les da la vida a todos los que el Padre le ha dado (17:2). Dios está en todo ello. Es como si Dios estuviera diciendo: «Yo he creado a los seres humanos para que tengan la vida real; a causa de su pecado, han dejado de vivir y sólo existen; Yo les he enviado a Mi Hijo para hacerles saber lo que es la vida real.» (iii) Debemos preguntarnos qué es esa vida. Una y otra vez el Cuarto Evangelio usa la frase vida eterna. Ya trataremos del sentido completo de esa frase más tarde; pero de momento notaremos esto: La palabra que usa Juan para eterna es aiónios. Está claro que, sea lo que sea la vida eterna, no es simplemente una vida que no se acaba nunca. Una vida interminable podría ser una maldición terrible; muchas veces hay personas que claman por una liberación de la vida. En la vida eterna tiene que haber algo más que su duración; tiene que haber también una calidad de vida. No se desea la vida a menos que sea una cierta clase de vida. Aquí tenemos la clave. Aiónios es el adjetivo que se usa a menudo para describir a Dios. En el verdadero sentido de la palabra, sólo Dios es aiónios, eterno; por tanto, vida eterna es la vida de Dios. Lo que Jesús nos ofrece de Dios es la misma vida de Dios. La vida eterna es la que experimenta algo de la serenidad y el poder de la vida de Dios mismo. Cuando vino Jesús ofreciendo a los hombres la vida eterna, estaba invitando a todo el mundo a entrar en la misma vida de Dios. (iv) Entonces, ¿cómo entramos en esa vida? Creyendo en Jesucristo. La palabra creer (pisteuein) aparece en el Cuarto Evangelio nada menos que setenta veces. " El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (3:36). " El que cree -dice Jesús tiene la vida eterna» (6:47). La voluntad de Dios es que las personas vean al Hijo, y crean en Él, y tengan la vida eterna (5:24). ¿Qué quiere decir Juan con creer? Dos cosas. (a) Quiere decir que debemos estar convencidos de que Jesús es real y verdaderamente el Hijo de Dios. Quiere decir que debemos hacer una decisión en relación con El. Después de todo, si Jesús no fue nada más que un hombre, no, hay razón para que Le demos la obediencia completa e implícita que Él demanda. Tenemos que pensarnos personalmente Quién era Jesús. Tenemos que mirarle, aprender acerca de Él, estudiarle, pensar en Él hasta llegar a la conclusión de que no es sino el Hijo de Dios. (b) Pero es más que una convicción intelectual. Creer en Jesús quiere decir tomarle la palabra, aceptar Su programa como algo que nos obliga absolutamente, creer sin lugar a duda que lo que Él dice es verdad. Para Juan, fe quiere decir la convicción de la mente de que Jesús es el Hijo de Dios, la confianza del corazón de que todo lo que dice es verdad y el fundamentar toda nuestra vida sobre la seguridad inquebrantable de que debemos tomarle la palabra. Cuando lo hacemos, dejamos de «existir» y empezamos a vivir. Nos enteramos de lo que quiere decir la Vida, con mayúscula. LA VIDA Y- LA LUZ Juan 1:4 (conclusión) En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La segunda de las grandes palabras clave de Juan que nos encontramos aquí es la palabra luz. Esta palabra aparece en el Cuarto Evangelio nada menos que veintiuna veces. Jesús es la luz de los hombres. La misión de Juan el Bautista era señalar a los hombres aquella luz que estaba en Cristo. Dos veces se llama Jesús a Sí mismo la luz del mundo (8:12; 9:5). Esta luz puede estar en los hombres (11:10), de manera que pueden llegar a ser hijos de la luz (12:36). " Yo he venido -dijo Jesús- como la luz al mundo» (12:46). Veamos si podemos entender algo de esta idea de la luz que trae Jesús al mundo. Hay tres cosas que sobresalen. (i) La luz que trae Jesús es la que hace huir al caos. En la historia de la creación, Dios se movió sobre el caos oscuro e informe que había antes que empezara el mundo, y dijo: " Sea la luz» (Gen 1:3 ). La recién creada luz de Dios derrotó al caos vacío al que vino. Así Jesús es la luz que brilla en la oscuridad (1:5). El es la única Persona que puede salvar la vida de convertirse en un caos. Dejados a nosotros mismos estamos a merced de nuestras pasiones y temores. Cuando Jesús amanece en la vida, viene la luz. Uno de los miedos más antiguos del mundo es el miedo a la oscuridad. Hay una historia de un niño que tenía que dormir en una casa desconocida. Su anfitriona, creyendo ser amable, le ofreció dejar la luz encendida cuando él se acostara. Cortésmente declinó el ofrecimiento. «Creía -le dijo la señora- que podrías tener miedo de la oscuridad.» «Oh no -replicó el muchacho-, ¿sabe usted? Es la oscuridad de Dios.» Con Jesús la noche resplandece a nuestro alrededor como el día. (ii) La luz que trae Jesús es una luz reveladora. La condenación consistió en que los hombres amaron más la oscuridad que la luz; y lo hicieron porque sus obras eran malas; y odiaban la luz porque no querían que expusiera sus obras (3:19s). La luz que trae Jesús es lo que revela cómo son las cosas. Despoja de los disfraces y de los embozos; muestra las cosas en toda su desnudez, en su verdadero carácter y en su valor real. Hace mucho, los cínicos decían que la gente aborrece la verdad porque es como la luz para los ojos irritados. En el poema de Caedmon hay una escena extraña. Es un cuadro del último día, y en el centro de la escena está la Cruz; y de ella fluye una extraña luz rojiza como la sangre, y esa misteriosa calidad de luz es tal que muestra las cosas tal como son. Lo externo, los disfraces, las coberturas exteriores son descubiertos y despojados, y todo queda revelado en la desnuda y terrible soledad de lo que es esencialmente. Nunca nos vemos hasta que nos vemos a través de los ojos de Jesús. Nunca vemos cómo son nuestras vidas hasta que las vemos a la luz de Jesús. Jesús a menudo nos conduce a Dios revelándonos a nosotros mismos. (iii) La luz que trae Jesús es una luz que guía. El que no tiene esa luz anda en tinieblas y no sabe adónde va (12:36). Cuando uno recibe esa luz y cree en ella, ya no anda en tinieblas (12:46). Una de las características de las historias del evangelio que no pueden pasar desapercibidas es el número de personas que vinieron corriendo a Jesús para preguntarle: «¿Qué es lo que tengo que hacer?» Cuando Jesús viene a una vida, se acaba el tiempo del suponer y del andar a tientas, el tiempo de la duda y de la inseguridad y de la vacilación. La senda que parecía oscura se vuelve luminosa; la decisión que estaba envuelta en una noche de incertidumbre se ilumina. Sin Jesús somos como los que van a tientas por una carretera desconocida en un apagón. Con Él, el camino es claro.

LA OSCURIDAD HOSTIL Juan 1:5 Y la luz brilla en la oscuridad, porque la oscuridad no ha sido nunca capaz de apagarla. Aquí nos encontramos con otra de las palabras clave de Juan: oscuridad (skotos, skotía). Esta palabra aparece siete veces en el evangelio. Para Juan había una oscuridad en el mundo que era tan real como la luz. (i) La oscuridad es hostil a la luz. La luz brilla en la oscuridad, que, por mucho que lo intente, no puede extinguirla. El hombre pecador ama la oscuridad y odia la luz, porque la luz descubre demasiadas cosas. Puede que aquí Juan haya tomado prestado un pensamiento. Como sabemos, estaba dispuesto a salir y a adoptar ideas nuevas si así podía presentar y ofrecer el Evangelio a los hombres. La gran religión persa, el zoroastrismo, tenía por entonces una gran influencia en el pensamiento de muchos. Creía que había dos grandes poderes opuestos en el universo: el dios de la luz y el de la oscuridad, Ormuz y Ahrimán. Todo el universo era el campo de batalla en el conflicto eterno y cósmico entre la luz y la oscuridad; y tenía una importancia suprema en la vida qué lado se escogía. Así que Juan está diciendo: «A este mundo ha venido Jesús, la luz del mundo; hay una oscuridad que tratará de eliminarle, de desterrarte de la vida, de extinguirle. Pero hay un poder en Jesús que es invencible. La oscuridad Le puede odiar, pero nunca se librará de Él.» Como se ha dicho en verdad: «Toda la oscuridad del mundo no puede extinguir la lucecita más pequeña. La luz inconquistable vencerá al fin a la oscuridad hostil. Juan está diciendo: «Elegid vuestro bando en el conflicto eterno, y elegid bien:» (ii) La oscuridad representa la esfera natural de todos los que odian el bien. Son las personas que hacen el mal las que temen a la luz (3:19s). Los que tienen algo que esconder aman la oscuridad; pero es imposible esconderle nada a Dios. Su reflector barre la oscuridad y descubre los males que acechan en el mundo. (iii) Hay algunos pasajes en los que la oscuridad parece representar a la ignorancia, especialmente esa ignorancia voluntaria que rechaza la luz de Jesucristo. Jesús dice: " Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en la oscuridad (8:12). Les dice a Sus discípulos que la luz no estará con ellos más que un tiempo; que anden en la luz; porque si no, viene la oscuridad, y el que anda en la oscuridad no sabe adónde va (12:35). Jesús dice que vino con Su luz para que los hombres no tuvieran que vivir en la oscuridad (12:46). Sin Jesucristo nadie puede encontrar o ver, el camino. Es como el que va con los ojos vendados o es ciego. Sin Jesucristo. la vida se pierde. Goethe, cuando estaba muriendo, pedía: " ¿Luz, más luz!» Y uno de los antiguos líderes escoceses les decía a sus amigos cuando estaba ya al final: «Encended el candil para que vea para morir.» Jesús es la luz Que le enseña a uno el camino, y que le ilumina el camino para que pueda dar cada paso. Hay lugares en los que Juan usa esta palabra oscuridad en sentido figurado. La usa a veces refiriéndose a algo más que la falta de la luz terrenal. Nos habla de Jesús andando sobre el agua. Nos cuenta que los discípulos se habían embarcado en su barca y estaban cruzando el lago sin Jesús; y entonces dice Juan: «Y la oscuridad ya había caído, y Jesús todavía no había venido a ellos» (6:17). Sin la presencia de Jesús, no había nada más que la oscuridad amenazadora. Nos cuenta la mañana de la Resurrección, y las horas que precedieron al momento en que los que habían amado a Jesús se dieron cuenta de que se había levantado de los muertos. Empieza la historia: «Ahora, el primer día de la semana, María Magdalena vino temprano, cuando estaba todavía oscuro» (20:1). Ella estaba viviendo en aquel momento en un mundo que ella pensaba que había eliminado a Jesús; y un mundo así estaba oscuro. Cuenta la historia de la última Cena. Cuenta que Judas se tomó el bocado que le dio Jesús y salió a llevar a cabo su terrible tarea y hacer los preparativos para traicionar a Jesús; y dice, con una especie de simbolismo terrible: «Así que, después de tomar el bocado, salió inmediatamente; y era de noche» (13:30). Judas salía a la noche de una vida que había traicionado a Cristo. Para Juan, una vida sin Cristo era una vida en la oscuridad. La oscuridad quiere decir la vida sin Cristo, y especialmente para los que le han vuelto la espalda. Antes de dejar este versículo hay otra cosa que debemos notar. La palabra que hemos traducido aquí apagares en griego katalambanein, que puede tener tres significados: (a) Puede querer decir que la oscuridad no entendió nunca la luz (cp. RV antigua: .«.mas las tinieblas no la comprendieron»): En cierto sentido la gente del mundo es que sencillamente no puede entender las demandas de Cristo y el camino que Cristo le ofrece. Le parece un absurdo. Nadie puede entender a Cristo si no se somete a Él antes. (b) Puede querer decir que la oscuridad nunca venció a la luz :(R-V60: «no prevalecieron. contra ella»). Katalambanein puede querer decir perseguir hasta que se alcanza o adelanta y así se domina y se vence. Esto podría querer decir que la oscuridad del mundo había hecho todo lo posible para eliminar a Jesucristo, hasta el punto de crucificarle, pero nunca podría destruirle. Tal vez aquí se hace referencia al Cristo crucificado y vencedor. (c) Puede usarse de extinguir un fuego o una luz. Ese es el sentido en que la hemos tomado aquí. Aunque el mundo hizo todo lo posible para oscurecer o extinguir la luz de Dios en Cristo, no la pudieron sofocar. En cada generación la luz de Cristo todavía brilla a pesar de los esfuerzos que se hacen para extinguir Su llama.

EL TESTIGO DE JESUCRISTO Juan 1:6-8 Surgió un hombre al que Dios había enviado que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos pudieran creer por medio de él. Él mismo no era la luz; su misión era dar testimonio de la luz. Tal vez nos extrañe que a Juan el Bautista no le dé Juan tanta importancia como los otros evangelios. Tiene su explicación. Juan era una voz profética; hacía cuatrocientos años que no se había escuchado la voz de la profecía, y en Juan volvió a resonar. Parece que algunas personas se entusiasmaron con él hasta tal punto que le dieron un puesto más elevado que el que le correspondía. De hecho, hay indicaciones de que hubo una secta que puso a Juan el Bautista en el lugar más alto. Encontramos un eco de esto en Hec 19:3-4 . Fue precisamente en Éfeso donde se nos dice que Pablo encontró a unos «discípulos» que no sabían nada de lo que vino después del bautismo de Juan. No es que el Cuarto Evangelio quisiera minimizar a Juan, sino simplemente que el evangelista sabía que había algunas personas que le daban a Juan el Bautista el lugar que sólo corresponde al mismo Jesús. Así es que en todo el Cuarto Evangelio Juan tiene cuidado de especificar que el lugar de Juan el Bautista en el plan de Dios era alto, pero subordinado al lugar de Cristo. Aquí especifica que Juan no era la luz, sino solamente un testigo de la luz (1:8). Nos muestra a Juan rechazando la idea de que él pudiera ser el Cristo, o ni siquiera el gran Profeta que prometió Moisés (1:20). Cuando los judíos le vinieron a decir a Juan que Jesús había empezado Su carrera como maestro, probablemente esperaban que Juan lo considerara una intrusión; pero el Cuarto Evangelio nos muestra a Juan rechazando la idea de que el primer puesto fuera suyo, y declarando que lo suyo era que Jesús creciera, y él decreciera. (3:25-30). Se hace referencia a que Jesús estaba teniendo más éxito que Juan en su predicación (4:1). Se menciona que la gente decía que Juan no había hecho las maravillas que hacía Jesús (10:41). En alguna parte de la Iglesia había un grupo de personas que querían darle a Juan el Bautista una importancia excesiva. El mismo no dio pie para aquella actitud, sino hizo todo lo posible para desanimarla; pero el Cuarto Evangelio sabía de la existencia de tal tendencia, y tomó medidas para protegerse. Todavía puede suceder que ciertas personas le den más importancia a un predicador que a Cristo. Todavía puede suceder que la mirada de la gente se fije en el heraldo más que en el Rey que viene a anunciar. Juan el Bautista no tenía la menor culpa de lo que había sucedido; pero Juan el evangelista estaba, decidido a no dejar que nadie desplazara a Cristo del lugar, supremo que le corresponde. Es más importante fijarnos en que en este pasaje encontramos otra de las grandes palabras clave del Cuarto Evangelio:. la palabra testigo. El Cuarto Evangelio nos presenta un testigo tras otro, no menos de ocho, del supremo puesto que corresponde a Jesucristo. (i) Está el testimonio del Padre. Jesús dijo: "El Padre que Me envió ha dado testimonio de Mí» (5:37). «El Padre que Me envió da testimonio de Mí» (8:18). ¿Qué es lo que quería decir Jesús? Quería decir dos cosas. (a) Quería decir algo que Le afectaba a Él mismo. En Su corazón Le hablaba la íntima voz de Dios, que no Le dejaba la menor duda acerca de Quién era Él y de lo que Dios Le había enviado a hacer. Jesús no consideraba que había sido Él el Que había elegido esa misión. Su íntima convicción era que Dios Le había enviado al mundo a vivir y a morir por la humanidad. (b) Quería decir algo que afectaba a la humanidad. Cuando una persona se encuentra cara a cara con Cristo, siente la convicción íntima de que Él no es sino el Hijo de Dios. El Padre Tyrrell ha dicho que el mundo no puede escapar nunca de ese «extraño Hombre en la Cruz.» Esa fuerza interior que siempre nos hace volver los ojos a Cristo hasta cuando queremos olvidarle, esa voz interior que nos dice que este Jesús no es otro que el Hijo de Dios y el Salvador el mundo es el testimonio de Dios en lo íntimo del alma. (ii) Está el testimonio de Jesús mismo. "Yo soy --dijo Él Que doy testimonio de Mí mismo» (8:18). «Aunque Yo doy testimonio acerca de Mí mismo -dijo-, Mi testimonio es verdad» (8:14): ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que Su mejor testimonio. era lo que Jesús era. Decía ser la luz y la vida y la verdad y el camino. Decía ser el Hijo de Dios y Uno con el Padre. Decía ser el Salvador y Maestro de la humanidad. A menos que Su vida y carácter fueran como eran, aquella habría sonado a demencia y blasfemia. Lo que Jesús era en Sí mismo era el mejor testigo de que lo que decía ser era verdad. (iii) Está el testimonio de Sus obras. Él dice: «Las obras que el Padre Me ha concedido cumplir... dan testimonio de Mí» (5:36). «Las obras que Yo hago en nombre de Mi Padre, dan testimonio de Mí» (10:25). Después de decirle a Felipe que existe una total identidad entre el Padre y Él, Jesús añade: «Creedme por las mismas obras» (14:11). Uno de los pecados incomprensibles de los hombres es que han visto Sus obras y no han creído (15:24). Debemos darnos cuenta de una cosa: Cuando Juan hablaba de las obras de Jesús, no estaba refiriéndose sólo a Sus milagros; estaba pensando en toda la vida de Jesús. No se refería solamente a Sus grandes momentos excepcionales, sino a cómo vivía Jesús todos los momentos del día. Jesús no podría haber realizado aquellas obras maravillosas si no hubiera estado en contacto más íntimo con Dios que los demás hombres de todos los tiempos; pero, igual: no podría haber vivido aquella vida de amor y piedad, compasión y perdón, servicio y ayuda en la vida de cada día si no hubiera estado en Dios y Dios en Él. No es haciendo milagros como podemos demostrar que pertenecemos a Cristo, sino viviendo una vida semejante a la Suya todos los momentos del día. Es en las cosas normales y corrientes en las que mostramos que pertenecemos a Él. (iv) Está el testimonio ,que dan de Él las Sagradas Escrituras. Jesús dijo: «Escudriñáis las Escrituras porque creéis que tenéis en ellas la vida eterna; y son ellas las que dan testimonio de Mí» (5:39). «Si creyerais a Moisés me creeríais a Mí; porque él escribió de Mí» (5:46): Felipe estaba convencido de que había encontrado a Aquel de Quien escribieron Moisés y los profetas (1:45). A lo largo de toda la historia del pueblo de Israel, hombres y mujeres habían estado soñando con el día en que vendría el Mesías de Dios. Se habían tratado de hacerse una idea de cómo sería; y ahora, en Jesús de Nazaret; todos sus sueños e ideas y esperanzas se habían hecho realidad totalmente. Aquél a Quien el mundo estaba esperando, por fin había llegado. (v) Está el testimonio del último de los profetas, Juan el Bautista. «Vino como testigo, para dar testimonio de la luz» (1:7-8). Juan dio testimonio de haber visto descender sobre Jesús al Espíritu Santo. Aquél en el que culminaba el testimonio de los profetas fue el que dio testimonio de Jesús como Aquél al que señalaba todo el testimonio profético. (vi) Está el testimonio de aquellos con los que Jesús se puso en contacto. La mujer de Samaria dio testimonio de la intuición y del poder de Jesús (4:39). El que había nacido ciego dio testimonio de Su poder sanador (9:25, 38). Los que fueron testigos de Sus milagros testificaron de cómo se habían maravillado de lo que Jesús hacía (12:17). Hay una leyenda que nos cuenta que el Sanedrín buscaba testigos para condenar a Jesús. Vino una multitud de personas diciendo: «»Yo era leproso y me curó.» "Yo era ciego y me dio la vista.» "Yo era sordo y me abrió los oídos.» Esa era precisamente la clase de testimonio que no quería el Sanedrín. En todas las épocas y generaciones ha habido una gran multitud de personas que estaban dispuestas a dar testimonio de lo que Cristo había hecho por ellos. (vil) Está el testimonio de los discípulos y especialmente del autor de este evangelio. La comisión de Jesús a Sus discípulos fue precisamente: «Vosotros también sois mis testigos, porque habéis estado -conmigo desde el principio» (15:27). El autor del evangelio es un testigo y garante personal de las cosas que cuenta. De la Crucifixión escribe: "El que lo vio ha dado testimonio,. y su testimonio es verdad» (19:35). «Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y escribió estas cosas» (21:24). Lo que él cuenta no es lo que se dice por ahí, no algo que sabe, de segunda mano, sino lo que él mismo ha visto y conoce por propia experiencia. El mejor testigo de todos es el que puede decir: «Esto es verdad, porque yo lo sé por propia experiencia.» (viii) Está el testimonio el Espíritu Santo. «Cuando venga el Consolador... el Espíritu de la verdad... dará testimonio de Mí» (15:26). Juan escribe en la Primera Epístola: «Y el Espíritu es el testigo, porque el Espíritu es la verdad» (1Jn 5:6 ). Para los judíos, el Espíritu tenía dos funciones: traía la verdad de Dios a los hombres, y les permitía reconocer esa verdad cuando la veían. Es la obra del Espíritu Santo dentro de nuestro corazón lo que nos permite reconocer a Jesús como el que es y confiar en Él por lo que puede hacer. Juan escribió su evangelio para presentar un testimonio incontestable de que Jesucristo es la Mente de Dios plenamente revelada a la humanidad.

LA LUZ DE TODAS LAS PERSONAS Juan 1:9 El Que sí era la luz real era el Que, en Su venida al mundo, da la luz a todas las personas. Aquí Juan usa una palabra muy significativa para describir a Jesús: dice que Jesús era la luz real. En griego hay dos palabras que se parecen mucho. La versión Reina-Valera usa verdadero-a para las dos; pero tienen diferentes matices. La primera palabra es aléthés, que quiere decir verdadero como opuesto a falso; es la palabra que usaríamos para decir que una aseveración es verdad. La segunda palabra es aléthinós, que quiere decir real o genuino, opuesta a irreal. Así pues, lo que Juan está diciendo es que Jesús es .la luz` real que viene a iluminar a la humanidad. Antes de que Jesús viniera, había: otras luces que seguían las personas. Algunas eran parpadeos de la verdad; otras, vislumbres fugaces de la realidad; otras, fuegos fatuos, o meras luciérnagas... Todavía existen las luces fugaces, y los fuegos artificiales, y quienes se conforman con ellos; pero sólo Jesús es la luz genuina, la luz real que guía a las personas en su camino. Juan dice que Jesús, al venir al mundo, trajo a la humanidad la luz real. Su venida fue como un destello de luz, como la venida de la aurora: Cierto viajero nos dice que se encontraba una vez en Italia, en una colina que mira a la bahía de Nápoles: estaba tan oscuro que no se podía ver nada; pero de repente hubo un relámpago, y todo se iluminó con todo detalle. Cuando Jesús vino a este mundo la luz real iluminó todo lo que antes había estado sumido en tinieblas. (i) Su venida disipó las sombras de la duda. Hasta que él vino todo lo que se sabía de Dios eran suposiciones. "Es difícil descubrir nada de Dios -dijo uno de los griegos-; y cuando has descubierto algo es imposible comunicárselo a otro.» Para los paganos, o Dios moraba en tinieblas inescrutables, o en una luz deslumbradora e: inaccesible. Pero -cuando vino Jesús la humanidad pudo ver con toda claridad cómo es Dios. Las sombras y las nieblas huyeron; los días de las suposiciones se acabaron; ya no hubo necesidad de seguir en un agnosticismo melancólico. Se hizo la luz. (ii) Su venida disipó las sombras de la desesperación. Jesús vino a un mundo que estaba sumido en la desesperación. «La humanidad -decía Séneca-- es consciente de su indefensión en las cosas fundamentales.» Las personas anhelaban una mano que se les tendiera para levantarlas. «Odian sus pecados, pero no se pueden librar de ellos.» La humanidad desesperaba de hacerse a sí misma o al mundo mejores. Pero con la venida de Jesús entró en la vida un nuevo poder. Jesús no sólo trajo conocimiento, sino también poder. Vino no sólo para indicar el buen camino, sino para capacitarnos para andar por él. Nos dio no sólo instrucción, sino una presencia con la que todo lo que era imposible se hizo posible. La oscuridad del pesimismo y de la desesperación desaparecieron para siempre. (iii) Su venida disipó las tinieblas de la muerte. El mundo antiguo le tenía pánico a la muerte. Lo mejor que se podía pensar de ella era la aniquilación, y el alma humana se estremecía al pensarlo. Lo peor era una eternidad de torturas en manos de los dioses que fuera, y el alma humana tenía miedo. Pero Jesús, con Su venida, con Su vida y con Su muerte y Su Resurrección ha demostrado que la muerte no tiene que ser más que la entrada a una vida más plena. La tiniebla se ha dispersado. Stevenson tiene una escena en una de sus historias en la que traza el cuadro de un joven que ha quedado con vida milagrosamente después de un duelo en el que estaba seguro de que le iban a matar. Al alejarse, su corazón va cantando: «La amargura de la muerte ha pasado.» Gracias a Jesús la amargura de la muerte puede haber pasado para todos los seres humanos. Además, Jesús es la luz que alumbra a todas las personas que vienen a este mundo. El mundo antiguo era excluyente. Muchos judíos odiaban. a los gentiles y decían que los gentiles no habían sido creados nada más que para servir de leña en el infierno. Es verdad que hubo profetas que vieron que la misión de Israel era ser una luz para los gentiles (Isa 42:6 ; Isa 49:6 ), pero esa era una misión que la mayoría del pueblo rehusaba asumir. El mundo griego nunca soñó que el conocimiento fuera para toda la humanidad. El mundo romano despreciaba a los bárbaros, los salvajes que vivían sin ley. Pero Jesús vino para ser la luz de todos. Sólo el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo tiene un corazón suficientemente grande para albergar a todo el mundo.

NO LE RECONOCIERON Juan 1:10-11 Estaba en el mundo; y, aunque Él había sido el intermediario para que el mundo llegara a existir, el mundo no Le reconoció. Fue a Su propio hogar adonde vino, y sin embargo los suyos no Le dieron la bienvenida. Juan tenía en mente dos pensamientos al escribir este pasaje. (i) Estaba pensando en el tiempo antes de que Jesucristo viniera al mundo en cuerpo. El Logos de Dios había estado activo en el mundo desde el principio del tiempo. La Palabra creadora y dinámica de Dios había hecho que el mundo llegara a existir al principio; y desde entonces siempre había sido la Palabra, el Logos, la Razón de Dios, el/la Que ha mantenido el universo como un conjunto ordenado y al ser humano como una persona racional. Si la humanidad hubiera tenido sentido para verle, el Logos siempre Se podía reconocer en el universo. La Confesión de Fe de Westminster empieza diciendo que " las luces de la naturaleza, y las obras de la creación y de la providencia manifiestan la bondad, la sabiduría y el poder de Dios de tal manera que dejan sin justificación posible la incredulidad humana.» Hacía tiempo que Pablo había escrito que las cosas visibles del mundo están diseñadas por Dios de tal manera que guían el pensamiento humano a las cosas invisibles, y que si la humanidad hubiera mirado al mundo con los ojos y el entendimiento abiertos, su pensamiento habría llegado inevitablemente a su Creador (Rom 1:19-20 ). El mundo siempre ha sido tal que, mirado como es debido, conduciría hacia Dios a la mente humana. En teología siempre se ha distinguido entre teología natural y teología revelada. La teología revelada trata de las verdades que nos llegan directamente de Dios en las palabras de los profetas, las páginas de Su Libro y, supremamente, en Jesucristo. La teología natural trata de las verdades que el ser humano puede descubrir mediante su propia mente e inteligencia en el mundo en que vive. Si así es, ¿cómo podemos ver la Palabra de Dios, el Logos de Dios, la Razón de Dios, la Mente de Dios en el mundo en que vivimos? (a) Debemos mirar hacia fuera. Siempre fue una idea fundamental de los griegos que, donde hay un orden, tiene que haber una mente. Cuando consideramos el universo vemos un orden maravilloso: los planetas siguen regularmente sus cursos; las marea se suceden conforme a un plan; la siembra y la siega, el verano -y el invierno, el día y la noche observan un orden riguroso. No cabe duda de que hay un orden en la naturaleza y, por tanto, está igualmente claro que debe de haber una Mente detrás de todo ello. Además, esa Mente tiene que ser superior a la mente humana, porque consigue resultados que ésta nunca puede conseguir. La mente humana no puede hacer que la noche siga al día, y viceversa; o que la semilla tenga poder para germinar y crecer. La mente humana no puede hacer ninguna criatura viva. Si hay orden en el mundo, tiene que haber una Mente; y, si en ese orden hay cosas que están por encima de la mente humana, esa Mente que está detrás del orden de la naturaleza tiene que estar por encima y más allá de la mente humana... Y así llegamos inevitablemente a Dios. Mirar fuera de nosotros al mundo es encontrarnos cara a cara con el Dios Que lo ha hecho. (b) Debemos mirar hacia arriba. Nada demuestra el orden maravilloso del universo mejor que los movimientos de los cuerpos celestes. Los astrónomos nos dicen que hay tantas estrellas como granos de arena en las playas. Para decirlo en términos humanos, figuraos los problemas de tráfico que habrá en el cielo; y, sin embargo, los cuerpos celeste se mantienen en las rutas que se les han marcado y se conducen individual pero disciplinada y armoniosamente. Un astrónomo puede predecir al segundo y a la pulgada cuándo y dónde va a aparecer un cierto planeta, y puede decirnos cuándo y dónde se va a producir un eclipse de Sol dentro de cientos de años, y cuántos segundos va a durar. Se ha dicho que «ningún astrónomo puede ser ateo.» Cuando miramos hacia arriba vemos a Dios. (c) Debemos mirar hacia dentro. ¿De dónde nos hemos sacado la capacidad de pensar, de razonar y de saber? ¿De dónde el conocimiento del bien y del mal? ¿Por qué sabe en lo más íntimo de su ser el más empedernido degenerado cuándo está haciendo lo que no debe? Kant dijo hace mucho que había dos cosas que le convencían de la existencia de Dios: el cielo estrellado sobre su cabeza y la ley moral en el fondo de su conciencia. No nos hemos dado a nosotros mismos ni la vida ni la razón que la guía y la dirige. Debemos nuestra existencia a algún Poder fuera de nosotros mismos. ¿De dónde vienen el remordimiento y el sentimiento de culpabilidad? ¿Por qué no podemos hacer lo que nos dé la gana y sentirnos en paz? Cuando miramos hacia dentro encontramos lo que Marco Aurelio llamaba "el dios interior,» y lo que Séneca llamaba «el espíritu santo que reside en nuestras almas.» Nadie se puede entender aparte de Dios. (d) Debemos mirar hacia atrás. Froude, el gran historiador, decía que la totalidad de la Historia es una demostración de la ley moral en acción. Los imperios surgen y desaparecen. Como escribió Kipling: «Mirad: ¡Toda nuestra pompa de ayer es igual que la de Nínive o Tiro!» Y es un hecho constatado de la Historia que la degeneración moral y el desastre nacional van de la mano. "No hay nación -dijo George Bemard Shaw- que haya sobrevivido a la pérdida de sus dioses.» Toda la Historia es la demostración práctica de que hay Dios. Así que, aunque Jesucristo no hubiera venido a este mundo corporalmente, todavía le habría sido posible a la humanidad ver la Palabra de Dios, el Logos de Dios, la Razón de Dios en acción. Pero, aunque la acción de la Palabra estaba a la vista de todo el mundo, la humanidad no La reconoció nunca. NO LE RECONOCIERON Juan 1:10-11 (conclusión) Estaba en el mundo; y, aunque Él había sido el intermediario para que el mando llegara a existir, el mundo no Le reconoció. Fue a Su propio. hogar adonde vino, y sin embargo los suyos no Le dieron la bienvenida. (ii) Por último, la Palabra creadora y ordenadora de Dios vino a esté mundo en la persona del hombre Jesús. Juan dice que la Palabra vino a Su propio hogar, pero los suyos no Le dieron la bienvenida. ¿Qué quiere decir con eso? Quiere decir que, cuando la Palabra de Dios entró en este mundo, no llegó a Roma o a Grecia o a Egipto o a los imperios del Oriente. Vino a Palestina, que era la tierra de Dios en un sentido especial, y a los judíos, que eran el pueblo escogido de Dios. Los mismos nombres que se les dan a esa tierra y a ese pueblo en el Antiguo Testamento nos lo demuestran. A Palestina se la llama con frecuencia la tierra santa (Zac 2:12 ; 2 Macabeos 1:7; Sabiduría 12:3). Se la llama la tierra del Señor; Dios habla de ella como Su tierra (Ose 9:3 ; Jer 2:7 ; Jer 16:18 ; Lev 25:23 ). A la nación de Israel se la llama "el especial tesoro» de Dios (Exo 19:5 ; Sal 135:4 ), «pueblo santo para el Señor.:. pueblo especial» (Deu 7:6 ), «pueblo único» (Deu 14:2 ), «Su exclusiva posesión» (Deu 26:18 ), «porción» y «heredad» del Señor (Deu 32:9 ). Jesús vino a una tierra que era especialmente la tierra de Dios, y a un pueblo que era especialmente el pueblo dé Dios. Era de esperar que aquella nación le hubiera recibido con los brazos abiertos y con todas las puertas abiertas; que se le hubiera dado la bienvenida como a un viajero que llegara a su propia casa; o, más aún, como a un rey que llegara a su nación... Pero Le rechazaron. Le recibieron -con odio en vez de con adoración. Aquí tenemos la tragedia ele un pueblo que había sido elegido y preparado para una tarea, y que se negó a cumplirla. Puede que unos padres ahorren y se sacrifiquen para darle. 1. su hijo o a su hija una oportunidad en la vida, para que tenga una preparación para algún trabajo u oportunidad especial... y, cuando llega el momento, .la persona por la que se sacrificó todo se niega a aprovechar la oportunidad o falla miserablemente al enfrentarse con el desafío. Ahí está la tragedia. Y eso fue lo que Le pasó a Dios. Sería erróneo pensar que Dios no había preparado nada más que a Israel. Dios está preparando a todos los hombres, mujeres; y niños de este mundo para alguna tarea que les tiene reservada.: Cierto novelista cuenta la historia de una chica que se negaba a tocar las cosas sucias de la vida; cuando alguien le preguntó; por qué, dijo: " Algún día va a venir algo realmente hermoso; a mi vida, y quiero estar preparada.» La tragedia es que muchas. personas rechazan la tarea que Dios les tiene reservada. O, para decirlo de otra manera, que aún nos impacta más: son pocos los que llegan a ser lo que podrían haber sido; tal vez por letargo o pereza, por timidez o cobardía, por falta de disciplina o sobra de permisividad, por comprometerse con algo no tan bueno o desviarse por algún colateral... El mundo está lleno de personas que no han hecho realidad las posibilidades que tenían. No hemos de pensar que la tarea que Dios tiene para nosotros haya de ser alguna hazaña heroica que despierte la admiración de todo el mundo. Puede que sea preparar a un niño para la vida; o, en un momento decisivo, decir la palabra necesaria y ejercer la influencia que puede impedir que alguien arruine su vida; o hacer algo sencillo superlativamente bien; o tocar las vidas de otros con las manos, la voz o la mente. El hecho es que Dios nos está preparando en todas las experiencias de la vida y cuenta con nosotros para algo; y muchos Le dejan en la estacada, y a lo mejor ni se dan cuenta de que Le están fallando. Es terriblemente patético lo que se dice aquí: «Vino a Su propio hogar, y los suyos no le dieron la bienvenida.» Eso Le sucedió a Jesús hace mucho... y Le sigue sucediendo.

HIJOS DE DIOS Juan 1:12-13 A todos los que sí Le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Estos nacieron, no de la sangre ni de ningún impulso humano ni de la voluntad de ningún hombre, sino que su nacimiento fue de Dios. No todos rechazaron a Jesús cuando vino; hubo algunos que sí Le recibieron y Le dieron la bienvenida, y a esos les dio Jesús el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Hay un sentido en el que una persona no es hija de Dios por naturaleza, sino que tiene que llegar a serlo. Tenemos que pensarlo en términos humanos porque son los únicos de que disponemos. Hay dos clases de hijos. Están los que jamás hacen nada más que aprovecharse de su hogar. A lo largo de su juventud se apropian de todo lo que el hogar les ofrece sin dar nada a cambio. Puede que sus padres trabajen y se sacrifiquen para darles la mejor oportunidad posible en la vida, y lo toman todo como un derecho, sin darse cuenta nunca de lo que están recibiendo, y sin hacer el menor esfuerzo por merecerlo o compensarlo. Cuando se marchan de la casa paterna no hacen el menor esfuerzo para mantenerse en contacto. El hogar ha cumplido su misión, y ahí termina la cosa. No reconocen ningún lazo que tengan que mantener, ni ninguna deuda que tengan que pagar. Son los hijos de sus padres, y a ellos les deben la existencia y lo que son; pero no reconocen ningún vínculo de amor b intimidad. Sus padres se lo han dado todo por amor, pero los hijos no les han dado nada a cambio. Por otra parte hay hijos que siempre son conscientes de lo que sus padres han hecho y hacen por ellos, y aprovechan todas las oportunidades que se les presentan para demostrarles su agradecimiento y tratar de ser la clase de hijos que sus padres querían que fueran. A medida que pasan los años están cada vez más cerca de sus padres, con los que desarrollan una relación de confianza y amistad. Hasta cuando salen del hogar el vínculo permanece, y son conscientes de una deuda que nunca podrán pagar. En el primer caso, los hijos cada vez están más lejos de los padres; en el segundo, cada vez más cerca. Todos son hijos, pero de manera diferente. Los del segundo grupo llegan a ser hijos de una manera que los otros no alcanzan. Podemos ilustrar esta clase de relación desde otro punto de vista, distinto pero parecido. A un famoso profesor le mencionaron el nombre de un joven que se presentaba como discípulo suyo. Este dijo: «Puede que asistiera a mis clases, pero no era uno de mis estudiantes.» Hay un mundo de diferencia entre asistir a las clases de un profesor y ser uno de sus estudiantes. Puede haber contacto sin comunión; puede- haber relación sin comunicación. «Todos somos hijos de Dios», se oye decir con frecuencia, y con razón si nos referimos a que todos Le debemos a Dios que nos haya creado y nos conserve la vida; pero sólo algunos llegan a ser hijos de Dios con la profundidad e intimidad de la verdadera relación entre Padre e hijos. Juan proclama que sólo podemos entrar en esa relación real y verdadera de hijos con Dios por medio de Jesucristo. Cuando Juan dice que esto no viene de la sangre, está expresando la convicción judía de que un hijo nacía de la unión de la simiente del padre con la sangre de la madre. Esta condición de hijos no es el resultado de ningún impulso o deseo humano, ni de ningún acto de la voluntad humana; procede exclusivamente de Dios. No podemos hacernos a nosotros mismos hijos de Dios; tenemos que entrar en la relación con Dios que El nos ofrece. Nadie puede entrar nunca en una relación de amistad con Dios por su propia voluntad y capacidad; hay una gran sima entre lo humano y lo divino. El hombre sólo puede entrar en amistad con Dios cuando Dios mismo le abre el camino. Pensemos otra vez en términos humanos. Un plebeyo no puede acercarse a un rey para ofrecerle su amistad; si ha de producirse tal amistad tendrá que ser el rey el que la inicie y establezca. Eso es lo que sucede entre nosotros y Dios: no podemos entrar en relación con Él por nuestra voluntad o méritos, porque somos seres humanos y Él es Dios. Sólo puede ser cuando Dios; en Su gracia que no podemos merecer de ninguna manera, condesciende a abrirnos el camino. Pero esto tiene también su lado humano. Lo que Dios ofrece, el hombre se lo tiene que apropiar. Puede que un padre humano le ofrezca a su hijo su amor, su consejo y su amistad, y que el hijo no los acepte y siga su propio camino. Así sucede con Dios: El nos ofrece el derecho de llegar a ser hijos, pero no nos obliga a aceptarlo. Como lo aceptamos es creyendo en el nombre de Jesucristo. ¿Qué quiere decir eso? El pensamiento y el lenguaje Hebreos usaban el nombre de una manera que nos resulta extraña. Con esa expresión los judíos no se referían tanto al nombre propio de una persona como a su naturaleza en tanto en cuanto era revelada o conocida. Por ejemplo, en el Sal 9:10 el salmista dice: «En Ti confiarán los que conocen Tu nombre.» Está claro que eso no quiere decir «los que saben que Te llamas Jehová,» sino los que conocen el carácter de Dios, Su naturaleza, cómo es Dios; ésos son los que están dispuestos a poner su confianza en Dios para todo. En el Sal 20:7 , dice el salmista: «Algunos presumen de carros, y otros de caballos; mas nosotros nos gloriamos en el nombre del Señor nuestro Dios.» Está claro que esto no quiere decir que hacemos alarde de que Dios se llama Jehová. Quiere decir que algunos ponen su confianza en medios materiales, pero nosotros la ponemos en Dios porque sabemos cómo es. Confiar en el nombre de Jesús, por tanto, quiere decir poner nuestra confianza en lo que Él es. Él era la encarnación de la amabilidad y del amor y de la ternura y del servicio. La gran doctrina central de Juan es que en Jesús vemos la misma Mente de Dios, Su actitud para con los hombres. Si de veras creemos eso, entonces también creemos que Dios es como Le vemos en Jesús: tan amable y amoroso como era Jesús. Creer en el nombre de Jesús es creer que Dios es como Él; y es sólo cuando; creemos eso cuando podemos someternos a Dios y llegar a ser Sus hijos. A menos que hayamos visto en Jesús cómo es Dios, nunca nos atreveríamos a creer que podemos llegar a ser Sus hijos. Es lo que es Jesús lo que nos abre la posibilidad de llegar a ser hijos de Dios. ,

LA PALABRA SE HIZO CARNE Juan 1:14 Y la Palabra de Dios se hizo una Persona, y tomó residencia en nuestro ser, lleno de gracia y realidad; . y nosotros miramos con-nuestros propios ojos :Su gloria, gloria corvó la que recibe, de su padre un hijo único. Aquí llegamos a la afirmación en la que se resume todo el tema que Juan desarrolla en su evangelio. Ha meditado y escrito acerca. de la Palabra de Dios, esa Palabra poderosa, creadora y- dinámica, que fue el Agente de la creación; esa Palabra guiadora, directora, controladora, que pone orden en el universo y en la mente humana. Estas ideas les resultaban conocidas y familiares tanto a los judíos como a los griegos. Y ahora dice la cosa más sorprendente y maravillosa de todas: «Esta Palabra que creó el mundo, esta Razón que mantiene el orden del universo, se ha hecho una Persona Que hemos visto con nuestros propios ojos.» La palabra que usa Juan para ver es theasthai; aparece en el Nuevo Testamento más de veinte veces, y siempre refiriéndose a la vista física. No se trata de una visión espiritual que se percibe con los ojos del alma o de la mente. Juan declara que la Palabra vino de hecho a la Tierra en forma humana, Que podía verse con los ojos de la cara. Dice: "Si queréis, ver cómo es esta Palabra creadora, esta Razón ordenadora, mirad a Jesús de Nazaret.» Aquí es donde Juan se remonta por encima de todos los pensamientos anteriores. Esto es algo totalmente nuevo que Juan introdujo en el mundo griego al que dirige su libro. Agustín de Hipona dijo más tarde que, en los días anteriores a su conversión al Evangelio había leído y estudiado a los grandes filósofos paganos, que le habían enseñado muchas cosas; pero que la Palabra se había hecho carne no lo había leído en ninguno de ellos. Para los griegos esto era algo completamente imposible. El que Dios pudiera asumir un cuerpo era algo que a un griego no se le podía ocurrir ni soñar. Para los griegos, el cuerpo era un mal, una prisión en la que el alma estaba aherrojada, o una tumba en la que estaba confinado el espíritu. Plutarco, el antiguo sabio griego, ni siquiera podía creer que Dios pudiera controlar, directamente los acontecimientos de este mundo; más bien tenía que hacerlo por medio de diputados o intermediarios; porque -así lo veía Plutarco- sería sencillamente blasfemo el involucrar a Dios en los asuntos de este mundo. Filón no podría haberlo dicho nunca. Decía: -«La vida de Dios no ha descendido a nosotros; ni se ha. rebajado a sentir las necesidades de un cuerpo.» El gran emperador romano estoico Marco Aurelio despreciaba el cuerpo en comparación con el espíritu. «Desprecia por tanto la carne -decía-, la sangre y los huesos y el entramado revuelto de nervios y venas y arterias.» "La composición del cuerpo entero está sujeta a corrupción» Y de pronto aparece una novedad totalmente sorprendente: que Dios pudiera y estuviera dispuesto a llegar a ser una persona humana y entrar en esta vida que nosotros vivimos, que la eternidad pudiera aparecer en el tiempo, que el Creador pudiera aparecer en la creación de tal manera que los ojos humanos de hecho Le pudieran ver. Tan alucinantemente nueva era esta concepción de Dios en forma humana que no era sorprendente que hubiera algunos, aun en la Iglesia, que no lo pudieran creer. Lo que dice Juan es que la Palabra se hizo sarx. Ahora bien, sarx es la misma palabra que Pablo usa una y otra vez para describir lo que él llamaba la carne, la naturaleza humana en toda su debilidad y propensión al pecado. La misma idea de tomar esta palabra y aplicársela a Dios era algo que alucinaba sus mentes, así es que surgió en la Iglesia un grupo de personas que se llamaron los docetistas. Dokein es la palabra griega que quiere decir parecer ser. Esas personas mantenían que Jesús, de hecho, era solamente un fantasma; que Su cuerpo humano no era un cuerpo real; que Él no podía sentir de veras hambre o cansancio, tristeza o dolor; que lo que era en realidad era un espíritu desencarnado que se presentaba en una forma que parecía humana. Juan se opuso a estas personas mucho más directamente en su Primera Epístola: «En esto se conoce el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en la carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios. Este es el espíritu del anticristo» (1Jn 4:2 s). Es verdad que esta herejía surgió de una especie de reverencia equivocada, que se resistía a reconocer que Jesús era total y real y verdaderamente humano. Para Juan eso contradecía a todo el Evangelio. Bien puede pasar que a veces estemos tan preocupados por conservar la verdad de que Jesús era plenamente divino que tendamos a olvidar el hecho de que era absolutamente humano. La Palabra se hizo carne -aquí, mejor que en ningún otro pasaje del Nuevo Testamento, se proclama gloriosamente la plena humanidad de Jesús. En Jesús vemos el poder creador de Dios, la Razón ordenadora de Dios, asumiendo la plena humanidad. En Jesús vemos a Dios viviendo la vida humana de una persona cualquiera. Suponiendo que no dijéramos nada más de Jesús, todavía podríamos decir que nos mostró como viviría Dios esta vida que vivimos nosotros. Aunque no pudiéramos decir nada más que Le debemos a Jesús, esto sí podemos decir: que nos mostró cómo viviría Dios esta vida que vivimos nosotros y, por tanto, que Jesús nos ha mostrado cómo quiere Dios que vivamos. LA PALABRA SE HIZO CARNE Juan 1:14 (continuación) Y la Palabra de Dios se hizo una Persona, y tomó residencia en nuestro ser, lleno de gracia y realidad; y nosotros miramos con nuestros propios ojos Su gloria, gloria como la que recibe de su padre un hijo único. Bien se podría decir que este es el versículo más importante de todo el Nuevo Testamento. Debemos por tanto pasar un tiempo considerable estudiándolo para penetrar más de lleno en sus riquezas. Ya hemos visto que hay algunas grandes palabras que le bullen a Juan en la mente y dominan su pensamiento y son los temas con los que se elabora todo su mensaje. Aquí tenemos otras tres de esas palabras. (i) La primera es gracia. Esta palabra contiene siempre dos ideas básicas. (a) Siempre incluye la idea de algo que es totalmente inmerecido, que no podríamos nunca ganarnos o conseguir por nosotros mismos. El hecho de que Dios viniera a la Tierra a vivir y a morir por nosotros no fue nada que la humanidad hubiera merecido, sino un acto de puro amor por parte de Dios. La palabra gracia subraya al mismo tiempo la pobreza desesperada de la humanidad y la ilimitada generosidad de Dios. (b) Siempre incluye la idea de belleza. En griego .moderno quiere decir encanto. En Jesús vemos el atractivo irresistible de Dios. Se había pensado en Él -en términos de fuerza, de majestad y de juicio; como un poder capaz de aplastar toda oposición y derrotar toda rebelión; pero en Jesús nos encontramos con la sencilla amabilidad de Dios. (ii) La segunda es verdad. Esta palabra es una de las notas dominantes del Cuarto Evangelio. Nos la encontramos una y otra vez. Aquí no podemos más que reunir y resumir lo que Juan tiene que decir acerca de Jesús y la verdad. (a) Jesús es la encarnación de la verdad. Él dijo: «Yo soy la verdad» (14:6). Para ver la verdad tenemos que mirar a Jesús. Aquí hay algo infinitamente precioso para todas las almas y mentes sencillas. Son los menos los que pueden captar las ideas abstractas; la mayor parte de nosotros tenemos que ver las cosas para entenderlas. Podríamos pasar mucho tiempo pensando y discutiendo, y no nos acercaríamos a una definición satisfactoria de lo que es la belleza; pero, si podemos señalar a una persona en la que brille esa cualidad y decir: "¡Eso es belleza!», todos estaremos de acuerdo y lo veremos claro. Desde que la humanidad empezó a pensar en Dios se viene intentando definir Quién y Qué es... y sus mentes diminutas no consiguen llegar a una definición satisfactoria. Pero ahora podemos dejar de pensar por nosotros mismos, y mirara Jesucristo y decir: «¡Así es como es Dios!» Jesús no vino para hablar de Dios, sino para mostrar cómo es Dios, para que la persona más sencilla pudiera conocerle tan íntimamente como el más grande de los filósofos. (b) Jesús es el comunicador de la verdad. Les dijo a Sus discípulos que, si seguían con Él, conocerían la verdad (8:31). Le dijo a Pilato que el objeto de Su venida a este mundo había sido dar testimonio de la verdad (18:37). La gente se agolpará para escuchar a un maestro o predicador que pueda ofrecerles alguna dirección en el embarullado negocio de la vida y el pensamiento. Jesús es el único Que, en medio de las sombras; puede aclarar las cosas; el único Que, en las múltiples encrucijadas de la vida, nos puede indicar el verdadero camino; el único Que, en los confusos momentos de la decisión, nos permite escoger correctamente; el único Que, entre las muchas voces que reclaman nuestra atención y nuestra lealtad, nos dice lo que debemos creer. (c) Aunque Jesús ya no está corporalmente en la Tierra, nos ha dejado Su Espíritu para que nos guíe a toda la verdad. Su Espíritu es el Espíritu de la verdad (14:17; 15:26; 16:13). No se limitó a dejarnos un libro de instrucciones y un cuerpo de doctrina. No tenemos que buscar en un libro de texto difícil de entender para descubrir lo que tenemos que hacer. Todavía, hasta el día de hoy, podemos preguntarle a Jesús lo que tenemos que hacer, porque Su Espíritu está con nosotros en cada paso del camino. (d) La verdad es lo que nos hace libres (8:32). Siempre hay un cierto poder libertador en la verdad. Los niños adquieren a menudo ideas fantásticas y erróneas acerca de las cosas cuando piensan por sí mismos; y a menudo les producen miedo. Cuando se les dice la verdad, se emancipan de sus temores. Puede- que una persona tenga miedo de estar enferma; si va al médico, aunque el diagnóstico sea malo, se librará por lo menos de los temores vagos que antes la asediaban. La verdad que Jesús nos trae nos libera de la alienación de Dios; nos libera de la frustración, de nuestros temores y debilidades y derrotas. Jesucristo es el mayor libertador del mundo. (e) La verdad puede causar resentimiento. Hubo quienes trataron de matar a Jesús porque les había dicho la verdad (8:40). La verdad puede que condene a una persona; puede que le indique lo muy equivocada que estaba. «La verdad -decían los filósofos. cínicos- puede ser tan irritante como. la luz para los ojos doloridos.» Los cínicos declaraban que el maestro que no ha molestado nunca a nadie, nunca le ha hecho a nadie ningún bien. Puede que la gente cierre los oídos y las mentes a la verdad, que maten al que se la dice... pero la verdad permanece. Nadie ha destruido jamás la verdad por negarse a escuchar la voz que se la presentaba; y la verdad acabará por alcanzarle, más, tarde o más temprano. (f) La verdad se puede rechazar (8:45). Hay dos razones principales para no creer: porque es demasiado buena para ser verdad, o porque se está demasiado ligado a medias verdades de las que no se puede soltar. En muchos casos una media verdad es el peor enemigo de -la verdad total. (g) La verdad no es nada abstracto, sino algo que hay que hacer (3:21). Es algo que hay que conocer con la mente, aceptar con el corazón y poner por obra en la vida. LA PALABRA SE HIZO CARNE Juan 1:14 (conclusión) Y la Palabra de Dios se hizo una Persona, y tomó residencia en nuestro ser, lleno de gracia y realidad; y nosotros miramos con nuestros propios ojos Su gloria, gloria como la que recibe de su padre un hijo único,"" Toda una vida de estudio y pensamiento no podría abarcar",,, toda la verdad de este versículo. Ya hemos considerado dos de: las grandes palabras temáticas que contiene; ahora estudiaremos la tercera, gloria. Una y otra vez Juan la usa en relación con Jesucristo. Primero veremos lo que dice Juan acerca de la gloria de Cristo, y después veremos si podemos entender un. poco de lo que quiso decir. (i) La vida de Jesucristo fue una manifestación de gloria. Cuando realizó el milagro del agua hecha vino en Caná de Galilea, Juan dice que Jesús manifestó Su gloria (2:11). El ver a Jesús y experimentar Su poder y Su amor era entrar en una nueva gloria. (ii) La gloria que Jesús manifiesta es la gloria de Dios. No es de la humanidad donde la ha recibido (5:41). Él no buscaba Su propia gloria, sino la del Que Le había enviado (7:18). Es Su Padre el Que Le glorifica (8:50, 54). Es la gloria de Dios la que verá Marta en la resurrección de Lázaro (11:4). La resurrección de Lázaro es para la gloria de Dios, para que el Hijo sea glorificado (11:4). La gloria que estaba en Jesús, rodeándole, que brillaba y actuaba en Él, es la gloria de Dios. (iii) Y sin embargo, esa gloria Le era exclusiva. Al final Le pide a Dios que Le glorifique con la gloria que tenía antes que empezara el mundo (17:5). No irradia una luz prestada; Su gloria es Suya, y lo es por derecho propio. (iv) La gloria que es Suya es la que ha transmitido a Sus discípulos; El les ha dado la gloria que el Padre Le había dado a Él (17:22). Es como si Jesús participara de la gloria de Dios, y Sus discípulos participaran de la gloria de Cristo. La venida de Jesús es la venida de la gloria de Dios a la humanidad. ¿Qué quiere decir Juan con todo esto? Para contestar tenemos que volver al Antiguo Testamento. Entre los judíos era muy entrañable la idea de la Shejina. Shejina quiere decir lo que mora, y se usaba para la presencia visible de Dios en medio de Su pueblo. Repetidas veces nos encontramos en el Antiguo Testamento con la idea de que había ciertos momentos en los que la gloria de Dios se hacía visible. En el desierto, antes del maná, los israelitas «miraron hacia el desierto, y he aquí que la gloria del Señor apareció en la nube» (Exo 16:10 ). Antes de la promulgación de los Diez Mandamientos, «la gloria del Señor reposó sobre el monte Sinaí» (Exo 24:16 ). Cuando el tabernáculo estuvo instalado y equipado, «la gloria del Señor llenó el tabernáculo»(Exo 40:34 ). Cuando se dedicó el templo de Salomón, los sacerdotes no podían entrar a ministrar «porque la gloria el Señor había llenado la casa del Señor» (1Re 8:11 ). Cuando Isaías tuvo la visión en el templo, oyó cantar al coro angélico que «toda la Tierra está llena de Su gloria» (Isa 6:3 ). Ezequiel vio en éxtasis "la semejanza de la gloria del Señor» (Eze 1:18 ). En el Antiguo Testamento la gloria del Señor aparecía a veces en situaciones cuando el Señor estaba muy cerca. La gloria del Señor quiere decir sencillamente la presencia de Dios. Juan usa una ilustración hogareña: Un padre le da a su hijo único su propia autoridad y su propio honor. El príncipe heredero es investido con toda la gloria regia de su padre. Eso es lo que sucedió con Jesús: cuando vino a la Tierra, la humanidad vio en Él el esplendor de Dios, y en el corazón de ese esplendor estaba el amor. Cuando Jesús vino al mundo se vio en Él la maravilla de Dios, y esa maravilla era amor. Se vio que la gloria de Dios y el amor de Dios eran una y la misma cosa. La gloria de Dios no es la de un tirano despótico, sino el esplendor del amor ante el que caemos, no de terror, sino «perdidos de admiración, amor y alabanza» como dice un himno famoso.

LA PLENITUD INAGOTABLE Juan 1:15-17 Juan fue Su testigo, y su proclamación todavía resuena: «Éste es el Que yo os decía que, aunque viene detrás de mí, en realidad me lleva la delantera, porque era anterior a mí.» De Su plenitud es de donde hemos extraído todos, y de Él hemos recibido una gracia tras otra; porque lo que nos dio Moisés fue la Ley, pero la gracia y la verdad nos vinieron por medio de Jesucristo. Ya hemos visto que el Cuarto Evangelio se escribió en una situación en la que era necesario asegurarse de que no se le atribuyera a Juan el Bautista una importancia excesiva; así es que Juan empieza este pasaje con el testimonio de Juan el Bautista, en el que Le reconoce a Jesús el primer lugar. Juan el Bautista dice de Jesús: " El que viene detrás de mí era antes que yo.» Puede que con estas palabras quiera decir más de una cosa. (a) Jesús era en realidad seis meses más joven que Juan, así es que Juan puede estar diciendo sencillamente: «El Que es más joven que yo me lleva en realidad la delantera.» (b) Juan puede que estuviera diciendo: «Yo estaba en el campo antes que Jesús; yo ocupaba el centro del escenario antes que Él; puse manos a la obra antes que Él; pero todo lo que yo estaba haciendo era prepararle el camino para que viniera; yo era sólo la avanzada de la Fuerza principal, y el heraldo del Rey." (c) Puede que Juan esté pensando en términos mucho más profundos. Puede que esté pensando, no en términos del tiempo, sino de la eternidad. Puede que esté pensando en Jesús como el Que existía antes que empezara el mundo, en comparación con el Cual cualquier figura humana no tiene la menor importancia. Puede que las tres ideas estuvieran en la mente de Juan. No fue él el que exageró su propia importancia, sino algunos de sus seguidores. Para Juan, el puesto supremo Le correspondía a Jesús. Este pasaje continúa diciéndonos tres grandes cosas acerca de Jesús. (i) De Su plenitud es de donde hemos extraído todos. La palabra que usa Juan para plenitud es una gran palabra: pléróma, que quiere decir la suma total de todo lo que hay en Dios. Pablo la usa con cierta frecuencia. En Col 1:19 dice que todo pléróma habitaba en Cristo. En Col 2:9 dice que en Cristo habitaba el pléróma de la deidad en forma corporal. Quería decir que en Jesús moraba la totalidad de la sabiduría, el poder y el amor de Dios. Por eso Jesús es inagotable. Una persona puede acudir a Jesús con cualquier necesidad, y encontrarla suplida; o con cualquier ideal, y encontrarlo realizado. El que está enamorado de la belleza encontrará en Jesús la suprema belleza; y aquel para quien la vida consiste en la búsqueda del conocimiento, encontrará en Jesús la suprema Revelación. El que necesita valor, encontrará en Jesús la quintaesencia y el secreto del valor; y el que se siente impotente ante la vida encontrará en Jesús al Señor de la vida y el poder para vivir. El que es consciente de su pecado encontrará en Jesús el perdón y la fuerza para ser bueno. En Jesús, el pléróma, la plenitud de Dios, todo lo que hay en Dios, lo que Westcott llamaba «la fuente de la vida divina» se encuentra en Jesús y está a disposición de la humanidad. (ii) De Él hemos recibido una gracia tras otra. En el original griego dice literalmente gracia en lugar de gracia. ¿Qué quiere decir esa extraña frase? (a) Puede que quiera decir que en Cristo encontramos una maravilla que conduce a otra. Uno de los antiguos misioneros de Escocia. llegó una vez a uno de los reyes pictos, que le preguntó qué podría esperar si se hacía cristiano. El misionero le contestó: «Encontrarás maravilla sobre maravilla, y todas ellas verdaderas.» Algunas veces, cuando vamos viajando por una carretera muy bonita, se abre ante nosotros una vista tras otra. Al contemplar cada una pensamos que no puede haber nada más hermoso; y, al tomar una curva, se nos descubre algo aún más maravilloso. Cuando empezamos a estudiar un gran tema, como música, poesía o pintura, nunca llegamos al final. Siempre nos esperan nuevas experiencias de la belleza. Eso es lo que sucede con Cristo. Cuanto más sabemos de Él, más maravilloso nos resulta; cuanto más vivimos con Él, más encantos descubrimos; cuanto más pensamos en Él y con Él, más se nos ensancha el horizonte de la verdad. Esta frase puede que sea la manera que tiene Juan de expresar lo ilimitado que es Cristo. Puede que sea su forma de decir que a la persona que vive en compañía de Cristo le amanecerán nuevas maravillas en el alma que le iluminarán el entendimiento y le encantarán el corazón día tras día. (b) Tal vez debamos entender esta expresión literalmente. En Cristo encontramos gracia en vez de gracia. Las diferentes edades y situaciones de la vida requieren una clase diferente de gracia. Necesitamos una gracia en los días de prosperidad, y otra en los días de adversidad. Necesitamos una gracia en los días primaverales de la juventud, y otra cuando se empiezan a dilatar las sombras de la edad. La Iglesia necesita una gracia en los días de persecución, y otra cuando llegan los días de tolerancia. Necesitamos una gracia cuando nos sentimos en control de la situación, y otra cuando estamos desanimados, deprimidos y casi desesperados. Necesitamos una gracia para soportar nuestras propias cargas, y otra para sobrellevar los unos las cargas de los otros. Necesitamos una gracia cuando estamos seguros de las cosas, y otra cuando parece que ya no nos queda nada en el mundo. La gracia de Dios no es nunca una cosa estática, sino dinámica. Nunca falla ante una nueva situación. Cuando una necesidad invade la vida, una gracia la acompaña. Pasa esa necesidad y otra nos asalta, y con ella viene otra gracia. A lo largo de toda la vida estamos constantemente recibiendo gracia en lugar de gracia, porque la gracia de Cristo es adecuada para resolver triunfalmente cualquier situación. (iii) Moisés nos dio la Ley, pero la gracia y la verdad nos vinieron por medio de Jesucristo. En la antigüedad, la vida estaba gobernada por la ley. Uno tenía que hacer lo que fuera, le gustara o no, supiera por qué o no. Pero, con la venida de Jesús, ya no tratamos de obedecer la ley. de Dios como esclavos, sino de responder al amor de Dios como hijos. Mediante Jesucristo, Dios el Legislador aparece como Dios nuestro Padre, el Dios Juez es el Dios que ama a todas las almas.

LA REVELACIÓN DE DIOS Juan 1:18 Nadie ha visto nunca a Dios. Es el único, que es Dios, Que está en el seno del Padre, Quien nos lo ha dicho todo acerca de Dios. Cuando Juan escribió que nadie ha visto nunca a Dios, todos sus contemporáneos estarían totalmente de acuerdo con él. Estaban fascinados y deprimidos y frustrados por lo que consideraban la distancia infinita y la absoluta incognoscibilidad de Dios. En el Antiguo Testamento leemos que Dios le dijo a Moisés: «No podrás ver Mi rostro; porque no Me verá hombre, y vivirá» (Exo 33:20 ). Cuando Moisés le recuerda al pueblo la promulgación de la Ley, les dice: «Oísteis el sonido de palabras, pero no visteis ninguna forma; no había más que una voz» Deu 4:12 ). En el Antiguo Testamento nadie creía que se pudiera ver a Dios. Los grandes pensadores griegos pensaban lo mismo. Jenófanes dijo: «Todo son suposiciones.» Platón dijo: «Nunca se podrán encontrar Dios y el hombre.» Celso se reía de la manera como los cristianos llamaban a Dios "Padre", porque «Dios está más allá de todo.» Como mucho, dijo Apuleyo, la humanidad puede percibir un vislumbre de Dios como cuando resplandece un relámpago en una noche oscura: una fracción de segundo, .y . otra vez la oscuridad. Como dijo Glover: «Fuera Dios lo que fuera, estaba muy fuera del alcance de la gente normal y corriente.» Tal vez hubiera rarísimos momentos de éxtasis en los que alguien captaba un atisbo del que llamaban «el Ser Absoluto»; pero las personas ordinarias eran prisioneras de la ignorancia y de la fantasía. No habría nadie que estuviera en desacuerdo con Juan cuando dijo que a Dios no Le ha visto nunca nadie, Pero Juan no se detiene ahí; pasa a hacer la sorprenden y tremenda afirmación de que Jesús nos ha revelado totalmente cómo es Dios. Lo que ha venido a la humanidad es lo que J. H. Bernard llama " la exhibición de Dios al mundo en Cristo.» Aquí vuelve a resonar la nota clave del evangelio de Juan: " Si queréis ver cómo es Dios, mirad a Jesús." ¿Cómo es posible que Jesús pueda hacer lo que ningún otro ha podido? ¿De qué depende Su poder para revelar a Dios a la humanidad? Juan dice tres cosas acerca de Él. (i) Jesús es único. La palabra griega es monoguenés, que la versión Reina-Valera traduce como unigénito. Es verdad que eso es lo que quiere decir monoguenés literalmente; pero hacía mucho tiempo que había perdido ese sentido puramente físico, y se había decantado hacia dos sentidos especiales: único y¡ especialmente amado. Es obvio que un hijo único tiene un lugar exclusivo y un amor exclusivo en el corazón de su padre;. así es que esta palabra llegó a expresar la unicidad más que: ninguna otra cosa. Es la convicción del Nuevo Testamento que, no hay nadie como Jesús. Sólo Él puede traer a Dios a la humanidad, y a la humanidad a Dios. (ii) Jesús es Dios. Aquí tenemos la misma forma de expresión que encontramos en el versículo primero de este capítulo. No quiere decir que Jesús es idéntico a Dios, sino que es uno con Dios en mente y carácter y ser. En este caso tal vez sería mejor que pensáramos que significa que Jesús es divino, en el primer sentido de esta palabra, no en el de meramente primoroso, que es ahora tan corriente. Verle a Él es ver cómo es Dios. (iii) Jesús está en el seno del Padre. Esta es una expresión hebrea que quiere decir en la más íntima relación que puede darse. Hace referencia al niño con su madre; también se usa entre marido y mujer; un hombre habla de su esposa como la mujer de su seno (Num 11:12 ; Deu 13:6 ); se usa de dos amigos que están en plena comunión mutua. Cuando Juan usa esta frase aquí quiere decir que entre Jesús y el Padre existe la más completa e ininterrumpida intimidad. Precisamente porque Jesús tiene y mantiene esa intimidad con Dios, que Le hace ser Uno con Dios, es por lo que puede revelar a Dios a la humanidad. El Dios distante, incognoscible, invisible e inasequible ha venido al mundo en Jesucristo, y ya no puede ser un extraño para nosotros.

EL TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA Juan 1:19-28 Este es el testimonio de Juan cuando los judíos mandaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: -¿Quién eres tú? Él contestó aseverando con toda claridad: -Yo no soy el Mesías. -Entonces, ¿qué hemos de pensar? ¿Que eres Elías? -le siguieron preguntando. No lo soy- contestó. -¿Eres el Profeta prometido? No- contestó. Y ellos le dijeron: -¿Pues quién eres? Dínoslo claro para que podamos llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Quién pretendes ser? No soy más que la voz de uno que clama en el desierto -dijo-: «¡Allanadle el camino al Señor!», como dijo el profeta Isaías. Ahora bien, los que habían mandado los emisarios eran de los fariseos, y le siguieron preguntando: -Si no eres ni el Mesías, ni Elías, ni el Profeta prometido, ¿cómo es que bautizas? -Yo bautizo con agua -contestó Juan-; pero hay Uno entre vosotros al Que no conocéis. Me refiero al Que viene detrás de mí, al Que no merezco ni desatar las correas de las sandalias. Todo esto sucedió en Betania, al lado de allá del Jordán, que era donde Juan estaba bautizando. Juan empieza la parte narrativa de su evangelio con este pasaje. Ya nos ha presentado en el prólogo lo- que se propone hacer: está escribiendo su evangelio para demostrar que Jesús es la Mente, la Razón, la Palabra de Dios Que ha venido a este mundo como una Persona humana. Una vez que ha expuesto su idea central, ahora empieza la historia de la vida de Jesús. Juan es el evangelista que más cuidado pone en los detalles del tiempo. Empezando en este pasaje y prosiguiendo hasta 2:11 nos cuenta paso a paso la historia de la primera semana clave de la vida pública de Jesús. Los sucesos del primer día se encuentran en 1:19-28; la historia del segundo día, en 1:2934; el tercer día se desarrolla en 1:35-39; los tres versículos 1:40-42 nos cuentan la historia del cuarto día; los acontecimientos del quinto día se relatan en 1:43-51; el sexto día queda en blanco, y los acontecimientos del último día de la semana se encuentran en 2:1-11. En esta misma sección Deu 1:19 Hec 2:11 , el Cuarto Evangelio nos da tres clases diferentes de testimonio de la grandeza y unicidad de Jesús. (i) Está el testimonio de Juan el Bautista (1:19-34). (ii) Está el testimonio de los que aceptaron a Jesús como Maestro y se enrolaron como Sus discípulos (1:41-51): (iii) Está el testimonio de los poderes maravillosos de Jesús (2:1-11). Juan nos está presentando a Jesús en tres contextos diferentes, y en cada uno de ellos nos muestra la suprema maravilla de Su Persona. Ya hemos visto que el Cuarto Evangelio tenía que hacerse cargo de una situación en la que se le atribuía a Juan el Bautista una posición muy por encima de la que él mismo pretendía. Tan posteriormente como en el año 250 d C., las Recognitiones clementinae nos refieren que " había algunos de los discípulos de Juan que predicaban sobre él como si su maestro fuera el Mesías." En este pasaje vemos que esa era una opinión que el mismo Juan el Bautista había repudiado. Volvamos ahora. al mismo pasaje. En el mismo principio nos encontramos con una de las características del Cuarto Evangelio. Son emisarios de los judíos los que vienen a interrogar a Juan. La palabra judíos (iudaioi) aparece en este evangelio no menos de setenta veces, y los judíos están siempre en la oposición. Son los que se habían organizado contra Jesús. La mención de los judíos presenta a la oposición en la escena desde el principio. El Cuarto Evangelio representa dos cosas: la primera, como hemos visto, es la exhibición de Dios en Jesucristo; pero la segunda es la historia del rechazamiento de Jesucristo por los judíos, la historia del ofrecimiento de Dios y del rechazamiento del hombre, del amor de Dios y del pecado humano, de la invitación de Jesucristo y el rechazo del hombre. El Cuarto Evangelio es el evangelio en el que el amor y la advertencia se combinan viva y dramáticamente. La diputación que vino a entrevistar a Juan estaba formada por dos clases de personas. (a) Primeramente, había sacerdotes y levitas; su interés era muy natural, porque Juan era hijo de Zacarías, que era sacerdote (Luc 1:5 ). En el judaísmo, la única cualificación necesaria para ser sacerdote era la ascendencia. Si uno no era descendiente de Aarón, no tenía posibilidad de ser sacerdote; pero, si lo era, nada se lo podía impedir, salvo ciertos defectos físicos que la Ley especificaba. Por tanto, para las autoridades Juan el Bautista era de hecho sacerdote, y era muy natural que los sacerdotes quisieran descubrir por qué se estaba comportando de una manera tan extraña. (b) En segundo lugar, había emisarios de los fariseos. Es muy posible que detrás de todo esto estuviera el Sanedrín. Juan era un predicador que atraía a las multitudes. Una de las funciones del Sanedrín era encargarse de cualquiera que fuera sospechoso de ser un falso profeta.. El Sanedrín puede que se considerara obligado a comprobar si ese era el caso de Juan. Todo revela lo suspicaz que era la ortodoxia de cualquier cosa fuera de lo corriente. Juan no se ajustaba a la idea generalmente aceptada de un sacerdote. Ni tampoco de la de un predicador. Por tanto, las autoridades eclesiásticas del día k: miraban con sospecha. La Iglesia siempre corre peligro de condenar cualquier cosa nueva simplemente por serlo. En cierto sentido, puede que no haya otra institución en el mundo que se dé por ofendida con los cambios tanto como la Iglesia:, A menudo rechaza a grandes predicadores y se niega a emprender muchas grandes aventuras sencillamente porque sospecha de todo lo nuevo. EL TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA Juan 1:19-28 (conclusión) Los emisarios de la ortodoxia, podían pensar en tres cosas que Juan tal vez pretendiera ser. . (i) Le preguntaron si era el Mesías. Los judíos estaban" esperando, y todavía siguen esperando los que no son cristianos, al Mesías. No había una sola idea del Mesías. Algunos esperaban al que había de traer la, paz a toda la Tierra. Otros esperaban al que había de traer el reinado de la justicia. La mayor parte esperaba un gran héroe nacional que guiara a los ejércitos judíos a la conquista de todo el mundo. Algunos esperaban una figura sobrenatural directamente de Dios. Todavía más esperaban un príncipe de la dinastía de David. Era frecuente que surgieran supuestos Mesías que provocaban rebeliones. El tiempo de Jesús era especialmente inflamable. Era natural que le preguntaran a Juan si pretendía ser el Mesías. Juan rechazó de plano la sugerencia; pero la rechazó con un cierto matiz. En el original griego la palabra yo está subrayada por la posición que ocupa en la frase. Es como si Juan dijera: «.Yo no lo soy; pero, si supierais, el Mesías ya está aquí.» (ii) Le preguntaron si era Elías. Los judíos creían que, antes que viniera el Mesías, volvería a la Tierra Elías para ser Su heraldo y preparar al mundo para recibirle. Especialmente, vendría para resolver todas las disputas. Decidiría quiénes eran judíos y quiénes no lo eran; reuniría las familias que estaban enemistadas. Los judíos creían estas cosas hasta tal punto que la ley tradicional decía que el dinero y las propiedades que estaban en litigio, o las cosas que se hubieran encontrado y no se supiera de quién eran, debían esperar «hasta que viniera Elías.» La creencia en la venida de Elías antes que el Mesías se remonta a Mal 4:5 . Hasta se creía que Elías ungiría al Mesías como rey a la manera tradicional, y que resucitaría a los muertos para que participaran del Reinado Mesiánico; pero Juan dijo que esos honores no le correspondían a él. (iii) Le preguntaron si era el Profeta prometido y esperado. Algunas veces _se. creía que Isaías, o más bien Jeremías, volvería cuando. viniera el Mesías. :Esta creencia se remontaba- a la seguridad que Moisés le dio al pueblo en Deu 18:15 : «Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo; te levantará el Señor tu Dios; a él oiréis.» Era una promesa qué no olvidaba ningún judío. Esperaban y anhelaban que surgiera el Profeta que sería el más grande de todos, el Profeta par excellence. Pero Juan rechazó también la idea de que -le correspondiera ese honor. Así que le preguntaron quién era, y su respuesta fue que no era nada más que una -voz que llamaba al pueblo a preparar el camino para la venida del Rey.. La cita es de Isa 40:3 . Los cuatro evangelios la citan (Marcas 1:3; Mat 3:3 ; y Luc 3:4 ). La idea que encierra es la siguiente: Las carreteras del Oriente en aquellos tiempos no estaban pavimentadas; eran meros caminos. Cuando un rey tenía intención de visitar una provincia, o un conquistador quería recorrer sus dominios, las carreteras se allanaban y enderezaban y acondicionaban. Lo que Juan estaba diciendo era: "No importa quién sea yo, que no soy nadie; soy sólo una, voz que os dice que os preparéis para recibir al Rey, que viene de camino.» Juan era lo que debiera ser todo verdadero predicador y maestro: sólo una voz, un indicador que señala al Rey. Lo que menos le interesaba era que le miraran a él; quería que le olvidaran y que no vieran nada más que al Rey. Pero los fariseos estaban alucinados con una idea: ¿Qué derecho tenía Juan para bautizar? Si hubiera sido el Mesías, o Elías o el Profeta, habría sido normal. Isaías había escrito: «Empero Él rociará a muchas gentes» (Isa 52:15 R-V 1909). Ezequiel había dicho: «Esparciré sobre vosotros agua limpia; y seréis limpiados» (Eze 36:25 ). Zacarías había dicho: «En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia» (Zac 13:1 ). Pero, ¿por qué había de bautizar Juan? Lo que hacía el gesto aún más extraño era que el bautismo que se practicaba entonces no era para los israelitas, sino para los prosélitos, los que procedían de otros pueblos y religiones y se convertían a la fe de Israel. A un israelita no se le bautizaba nunca; ya pertenecía al pueblo de Dios por ser descendiente de Abraham y haber sido circuncidado. Pero los gentiles tenían. que ser lavados en el bautismo. Juan estaba haciendo con los israelitas lo que sólo había necesidad de hacer con los gentiles: Estaba sugiriendo que el pueblo escogido tenía que ser limpiado. Eso era de hecho lo que Juan creía; pero no contestó directamente. Dijo: «Yo no bautizo más que con agua; pero hay Uno entre vosotros, aunque no Le reconocéis, del Que no merezco ni desatar la correa de los zapatos.» Juan no podía haber mencionado nada más servil: el desatar la correa de las sandalias era obligación de los esclavos. Había un dicho rabínico en el que se decía que un discípulo debería estar dispuesto a hacer todo lo que fuera por su maestro excepto únicamente desatarle las sandalias. Eso era un servicio demasiado humillante aun para que se lo hiciera un discípulo a su maestro. Pero Juan dijo: «Viene Uno del que no merezco ser esclavo siquiera.» Hemos de suponer que para entonces ya había, tenido lugar el bautismo de Jesús, cuando Juan Le reconoció. Así es que Juan está diciendo otra vez: «Viene el Rey. Para recibirle como es debido tenéis que limpiaros lo mismo que los gentiles. Preparaos para la entrada del Rey en la Historia.» La misión de Juan era solamente preparar el camino. La grandeza que le correspondiera procedía de la suprema grandeza de Aquel Cuya venida anunciaba. Es el gran ejemplo de todos los que están dispuestos a obliterarse para que se vea a Jesucristo. Juan no era más que un dedo señalando a Cristo. Que Dios nos dé gracia para olvidarnos de nosotros mismos y acordarnos sólo de Cristo.

EL CORDERO DE DIOS Juan 1:29-31 Al otro día vio Juan a Jesús que se le acercaba, y dijo: =¡Ahí tenéis al Cordero de Dios que carga con el pecado del mundo! Este es el Que yo os decía que había un Hombre que venía detrás de mí pero que me llevaba la delantera porque es de antes que yo. Ni siquiera yo Le conocía; pero de todas maneras, la razón por la que vine bautizando con agua era que Él pudiera manifestarse a Israel. Con esto llegamos al segundo día de aquella semana clave de la vida de Jesús. Ya entonces habrían tenido lugar el bautismo y las tentaciones de Jesús, Que estaría a punto de iniciar la labor para la que había venido al mundo. De nuevo nos introduce el Cuarto Evangelio a Juan presentando espontáneamente a Jesús al pueblo con el máximo respeto. Le da ese título sublime que se ha entretejido indeleblemente en- el lenguaje de la devoción: El Cordero de Dios. ¿Qué tenía Juan en mente cuando pronunció ese título? Hay por lo menos cuatro figuras que han contribuido por lo menos en parte. (i) Es probable que Juan estuviera pensando en el cordero pascual. La fiesta de la Pascua estaba bastante próxima Jua 2:13 ). La antigua historia de la Pascua decía que fue la sangre de un cordero inmolado la que protegió las casas de los israelitas la noche que salieron huyendo de Egipto (Éxodo 12: I 1-13). Aquella noche, cuando el ángel de la muerte iba a pasar matando a los hijos mayores de los egipcios, los israelitas tuvieron que untar los lados de sus puertas con la sangre de un cordero inmolado para que, cuando la viera el ángel, pasara de largo. La sangre del cordero pascual los libró de la destrucción. Se ha sugerido que, cuando Juan el Bautista estaba viendo acercársele a Jesús, pasaban por allí camino a Jerusalén de las zonas rurales rebaños de corderos que iban a ser sacrificados en la fiesta de la Pascua. La sangre del cordero pascual libró de la muerte a los primogénitos israelitas en Egipto, y puede que Juan estuviera pensando: «Ahí tenéis al único Sacrificio que os puede librar de la muerte eterna.» Pablo igualmente se refirió a Jesús como el Cordero Pascual 1Co 5:7 ). Hay una liberación que sólo Jesucristo puede ganar para nosotros. (ii) Juan era hijo de sacerdote, y conocería todo el ritual del templo y de los sacrificios. Todas las mañanas y todas las tardes se sacrificaba en el templo un cordero por los pecados del pueblo (Exo 29:38-42 ). Mientras el templo estuvo en pie se hicieron estos sacrificios. Aun cuando la gente se moría de hambre en la guerra y el asedio, nunca se omitieron esos sacrificios hasta que el templo fue destruido totalmente el año 70 d C. Puede que Juan quisiera decir: "En el templo se ofrece un cordero todas las tardes y las mañanas por los pecados del pueblo; pero en este Jesús está el único Sacrificio que puede librar al mundo del pecado.» (iii) Hay dos grandes figuras del cordero en los profetas. Jeremías escribió: "Yo era como un cordero inocente que se lleva a degollar» Jer 11:19 ). E Isaías nos presenta la gran escena profética de Uno «que fue llevado al matadero como un cordero» Isa 53:7 ). Ambos grandes profetas contemplaron proféticamente al Que, con Sus sufrimientos y Sacrificio soportados humilde y amorosamente, redimiría a Su pueblo. Tal vez Juan estaba pensando: «Nuestros profetas hablaron de Uno que había de amar y sufrir y morir por el pueblo; Ése es el Que ha venido.» Es indiscutiblemente cierto que, en tiempos posteriores, la profecía de Isaías 53 llegó a ser para la Iglesia uno de los más preciosos anuncios de Jesús en todo el Antiguo Testamento. Es probable que Juan fuera el primero que hiciera la identificación. (iv) Hay una cuarta escena que debía de ser muy familiar a los judíos, aunque a nosotros nos resulta muy extraña. Entre el Antiguo y el Nuevo Testamento transcurrieron los días de las luchas heroicas de los Macabeos. En aquellos días el cordero, y más especialmente el carnero con cuernos, era el símbolo de un gran conquistador. Así se describe simbólicamente a Judas Macabeo, como sucedió con Samuel, David y Salomón. El cordero, aunque nos parezca extraño, representaba al campeón conquistador de Dios. Esta no era una imagen de debilidad .e inocencia gentil, sino más bien de majestad y poder conquistador. Jesús era el Campeón de Dios que luchó con el pecado y lo venció en combate singular. Hay tesoros maravillosos en esta frase El Cordero de Dios. Vuelve a aparecer casi obsesivamente en el Apocalipsis, veintinueve veces. Se ha convertido en uno de los títulos más preciosos de Cristo. En una palabra resume el amor, el sacrificio, el sufrimiento y el triunfo de Cristo. Juan dice que no conocía a Jesús. Eran parientes Luc 1:36 ), y es probable que se trataran en un tiempo. Lo que quiere decir Juan no es que no supiera quién era Jesús, sino que no sabía qué era Jesús. Se le había revelado de pronto que Jesús era en realidad el Hijo de Dios. De nuevo Juan deja bien claro cuál era su única misión: señalar a Cristo. Juan no era nada, y Cristo lo era todo. Juan no pretendía ninguna grandeza ni ningún reconocimiento para él; era sólo el hombre que, como si dijéramos, descornó el telón y dejó a Jesús ocupar en solitario el centro de la escena.

LA VENIDA DEL ESPÍRITU Juan 1:32-34 Entonces también dio Juan su testimonio: -Con mis propios ojos -dijo- vi al Espíritu Que descendía del Cielo como si hubiera sido una paloma, y el Espíritu permaneció sobre Él. Yo no Le conocía; pero fue el Que me envió a bautizar con agua el Que me lo dijo: «Cuando veas a Uno sobre el que desciende el Espíritu y que permanece sobre Él, Ese es el Que bautiza con el Espíritu Santo.» Eso fue lo que yo vi que pasó; y mi testimonio es que Éste es el Hijo de Dios. Algo había sucedido en el bautismo de Jesús que le había convencido a Juan sin dejarle la menor duda de que Jesús era el Hijo de Dios. Como lo comprendieron los padres de la Iglesia hace muchos siglos, fue algo que sólo podía verse con los ojos del alma y de la mente. Pero Juan lo vio, y estaba convencido. En Palestina, la paloma era un ave sagrada. No se cazaba ni comía. Filón se sorprendió del número de palomas que había en Ascalón, porque no se permitía cogerlas ni matarlas, y eran domésticas. En Gen 1:2 leemos que el Espíritu creador de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Los rabinos solían explicarlo diciendo que el Espíritu se movía y revoloteaba como una paloma sobre el antiguo caos, alentando en él orden y belleza. La figura de la paloma era una de las que los judíos usaban y amaban más. Fue en Su bautismo cuando el Espíritu descendió sobre Jesús con poder. Debemos recordar que todavía no se había revelado la doctrina cristiana del Espíritu Santo. Tendremos que esperar hasta los últimos capítulos del evangelio de Juan y hasta Pentecostés para verla surgir. Cuando Juan el Bautista habla del Espíritu Santo lo hace desde la perspectiva del Antiguo Testamento. ¿Qué idea tenían entonces los judíos del Espíritu? La palabra hebrea para Espíritu es riiaj, que quiere decir también viento. Los judíos asociaban siempre la idea del Espíritu con tres ideas básicas: el Espíritu era poder, como el poder de la tempestad; el Espíritu era vida, la misma dinámica de la existencia humana; el Espíritu era Dios; el poder y la vida del Espíritu estaban más allá de los logros y las capacidades humanas; la venida del Espíritu a la vida de una persona era la venida de Dios. Sobre todo, era el Espíritu el que controlaba e inspiraba a los profetas. «Yo estoy lleno de poder, del Espíritu del Señor, y de justicia y fuerza para denunciar á Jacob su rebelión y a Israel su pecado» (Miq 3:8 ). Dios le dijo a Isaías: "El Espíritu mío que está sobre ti, y Mis palabras que puse en tu boca...» (Isa 59:21 ). «El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado a predicar buenas nuevas...» (Isa 61:1 ). "Un nuevo corazón os daré, y un espíritu nuevo pondré en vuestro interior... pondré Mi Espíritu dentro de vosotros» (Eze 36:26-27 ). Podríamos decir que el Espíritu de Dios hacía tres cosas por la persona a la que viniera: Primera, traía a las personas la verdad de Dios; segunda, les daba la capacidad de reconocer esa verdad cuando la veían; tercera, les daba la habilidad y el valor de proclamar aquella verdad. Para los judíos, el Espíritu de Dios venía a la vida de las personas. En Su bautismo, el Espíritu de Dios vino sobre Jesús de una manera diferente de la que había venido sobre otras personas. Muchos profetas tenían lo que podríamos llamar experiencias aisladas del Espíritu. Algunos tenían momentos deslumbrantes, de poder extraordinario, de valor sobrehumano; pero esos momentos aparecían y desaparecían. Dos veces (versículos 32 y 33) Juan anota específicamente que el Espíritu permaneció sobre Jesús. No se trataba de una inspiración momentánea, sino que el Espíritu residió en Jesús con carácter permanente. Esa es también otra forma de decir que la Mente y el poder de Dios estaban en Jesús de manera exclusiva y única. Aquí podemos aprender mucho de lo que quiere decir la palabra bautismo. El verbo griego baptizein quiere decir hundir o sumergir. Se puede decir de la ropa que se mete en tinte; o de un barco que se hunde bajo las olas; o de un borracho que está empapado de bebida. Cuando Juan dice que Jesús bautizará con el Espíritu Santo quiere decir que Jesús puede traer el Espíritu de Dios a nuestra vida de tal . manera que todo nuestro ser quede inundado por el Espíritu. Ahora bien, ¿qué quería decir este bautismo para Juan el Bautista? Su propio bautismo quería decir dos cosas: (i) Quería decir limpieza. Quería decir que una persona era lavada de las impurezas que se le hubieran adherido. (ii) Quería decir dedicación. Quería decir que entraba en una vida nueva, diferente y mejor. Pero el bautismo de Jesús era el bautismo del Espíritu. Si recordamos la concepción judía del Espíritu podemos decir que cuando el Espíritu toma posesión de una persona suceden ciertas cosas. (i) Su vida se ilumina. Viene a ella el conocimiento de Dios y de Su voluntad. Sabe cuál es el propósito de Dios, lo que quiere decir la vida y cuál es su deber. Algo de la sabiduría y de la luz de Dios ha venido a su vida. (ii) Su vida se fortalece. El conocimiento sin poder es algo desazonador y frustrante. Pero el Espíritu nos da, no sólo el conocimiento de lo que es la voluntad de Dios, sino también la fuerza y el poder para obedecerla. El Espíritu nos da una triunfante idoneidad para enfrentarnos con la vida. (iii) Su vida se purifica. El bautismo de Jesús con el Espíritu había de ser un bautismo de fuego (Mat 3:11 ; Luc 3:16 ). La escoria de cosas malas, la aleación de cosas inferiores, la mezcla de impurezas se purifican en el crisol del bautismo del Espíritu Santo dejando a la persona limpia y pura. A menudo nuestras oraciones sobre el Espíritu son una especie de formalidades litúrgicas y teológicas; pero cuando sabemos lo que estamos pidiendo esas oraciones se convierten en un clamor desesperado del corazón.

LOS PRIMEROS DISCÍPULOS Juan 1:35-39 Al otro día estaba otra vez Juan con dos de sus discípulos, y vio que andaba por allí Jesús. -¡Mirad! -les dijo- ¡El Cordero de Dios! Dos de sus discípulos, al oírle, se pusieron a seguir a Jesús. Jesús se volvió y los vio seguirle. -¿Qué buscáis? -les preguntó. Y le contestaron: -Rabí -que quiere decir maestro-, ¿dónde te alojas? -Venid y ved -les contestó Jesús; y ellos fueron a ver dónde se alojaba, y ya se quedaron con Él todo aquel día, porque eran como las cuatro de la tarde. Es posible que no haya otro pasaje de la Escritura más lleno que este de pequeños detalles reveladores. Una vez más vemos a Juan el Bautista señalando más allá de sí mismo. Tiene que haberse dado perfecta cuenta de que al hablar así a sus discípulos acerca de Jesús los estaba invitando a dejarle a él y transferir su lealtad a este nuevo y más excelente Maestro; y sin embargo lo hizo. No cabían los celos en su noble corazón. Había venido a poner al pueblo en contacto, no consigo mismo, sino con Cristo. No hay nada más difícil que ocupar el segundo puesto cuando se ha gozado del primero; pero tan pronto como surgió Jesús en la escena, Juan no tenía otro pensamiento que el de mandarle a Él a la gente. Así es que los dos discípulos de Juan siguieron a Jesús. Puede que fueran demasiado tímidos para acercarse a Él directamente; el caso es que Le iban siguiendo a una distancia respetuosa. Entonces Jesús hizo algo muy característico: se volvió y les dirigió la palabra. Es decir: se encontró con ellos a mitad de camino. Les puso las cosas más fáciles. Les abrió la puerta para que pudieran entrar. Aquí tenemos un símbolo de la iniciativa divina. Siempre es Dios el Que da el primer paso. Cuando la mente humana empieza a buscar, y el corazón humano empieza a anhelar, Dios, nos sale al encuentro mucho más que hasta la mitad del camino. Dios no nos deja buscar y buscar hasta que Le encontremos, sino que nos sale al encuentro. Como dijo Agustín, no podríamos ni haber empezado a buscar a Dios si El no nos hubiera encontrado ya. Cuando acudimos a Dios, no descubrimos que Se ha estado escondiendo para mantener la distancia; acudimos a Uno que Se detiene a esperarnos, y que hasta toma la iniciativa de salir a buscarnos al camino. Jesús empezó por hacerles a aquellos dos la pregunta más fundamental de la vida: " ¿Qué buscáis?» Era muy pertinente hacer esa pregunta en Palestina en el tiempo de Jesús. ¿Serían legalistas que no buscaban más que conversaciones sutiles y rebuscadas sobre los detalles más diminutos de la Ley como los escribas y fariseos? ¿O serían ambiciosos oportunistas buscando la ocasión propicia o el poder como los saduceos? ¿O nacionalistas en busca de un político demagogo o un jefe militar que los guiara a sacudirse el yugo de los Romanos como hacían los celotas? ¿O tal vez humildes hombres de oración buscando a Dios y Su voluntad como " los reposados de la tierra»? ¿O serían simplemente pecadores desorientados y confusos, buscando una luz en el camino de la vida y el perdón de Dios? Sería bueno a veces que nos preguntáramos: " ¿Qué estoy yo buscando? ¿Cuáles son mi propósito y mi meta? ¿Qué es lo que quiero encontrar en la vida?" Hay algunos que lo que buscan es seguridad. Les gustaría tener una posición segura, con suficiente dinero para cubrir las necesidades de la vida y reservar algo para los imprevistos que puedan surgir; es decir, una seguridad material que elimine las preocupaciones esenciales sobre las cosas materiales. No hay nada de malo en este deseo, pero no es muy elevado, ni tampoco adecuado para inspirar toda la vida; además, en último análisis, tampoco se puede estar a salvo de los azares y avatares de la vida. Hay algunos que buscan lo que llamarían hacer carrera, algo que les proporcione poder, prominencia, prestigio, oportunidades para aplicar las habilidades y los talentos que creen poseer y realizar el trabajo para el que se consideran capacitados. Si lo que inspira esta actitud son motivos de ambición personal, puede ser mala; pero si es el deseo de servir a los semejantes y a la sociedad puede considerarse incluso elevada. Pero no es suficiente, porque sus horizontes están limitados a este tiempo y a este mundo. Hay algunos que lo que buscan es alguna clase de paz, algo que les permita vivir en paz consigo mismos, con sus semejantes y con Dios. En realidad lo que buscan esa Dios, y este objetivo sólo Jesucristo lo puede satisfacer. Los discípulos de Juan le respondieron a Jesús que querían saber dónde paraba. Le llamaron Rabí, -palabra hebrea que quiere decir literalmente Mi grande. Era el título de respeto que daban los estudiantes y los buscadores del conocimiento a sus maestros y a los sabios. Juan, el evangelista, estaba escribiendo para los griegos. Suponía que no conocerían la palabra, y se la tradujo por el término griego didáskalos, maestro. No era sólo por curiosidad por lo que aquellos dos hicieron aquella pregunta. Lo que querían decir era que querían hablar con Él, no sólo en el camino y de pasada, como meros conocidos ocasionales que pudieran cruzarse algunas palabras; querían detenerse con El lo suficiente para hablar de sus problemas y preocupaciones: La persona que quiera ser discípula de Jesús no se dará, por satisfecha con una palabra de pasada, sino querrá tener un encuentro personal con El, no como conocida sino como amiga, en Su propia casa. Jesús les contestó: " ¡Venid y ved!» Los rabinos judíos tenían la costumbre de usar esa expresión en su enseñanza. Decían a veces: «¿Quieres saber la respuesta a esa pregunta? ¿Quieres saber la solución a ese problema? Ven y ve, y lo razonaremos juntos.» Cuando Jesús les. dijo "¡Venid y ved!» los estaba invitando, no sólo a ir con Él para hablar, sino a ir a encontrar lo que sólo Él les podía descubrir. El autor de este evangelio termina el párrafo diciendo que «eran como las cuatro de la tarde.» Es muy probable que lo diga porque él era uno de aquellos dos, y podía hasta decid exactamente la hora del día y hasta la piedra que había al borde del camino donde encontró a Jesús. A las cuatro de la tarde de un día de primavera en Galilea, la vida se le ofreció comer algo completamente nuevo.

COMPARTA LA GLORIA Juan 1:40-42 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan hablar de Jesús y Le habían seguido. Al día siguiente de madrugada fue al encuentre, de su hermano Simón. -¡Hemos encontrado al Mesías! -le dijo. (La palabra Mesías quiere decir lo mismo que Cristo). Y se Le trajo a Jesús. Jesús se le quedó mirando fijamente, y le dijo: . -Tú eres Simón hijo de Jonás. Desde ahora te llamarás Kefa -que quiere decir lo mismo que Pedro, unan roca. La versión Reina-Valera dice que Andrés «halló primero a su hermano Simón.» En los manuscritos griegos hay dos variantes. Algunos tienen la palabra próton, que quiere decir. primero, y es lo que ha traducido la Reina-Valera; pero otros manuscritos ponen prói, que quiere decir por la mañana temprano, de madrugada. En nuestra traducción hemos seguido esta variante porque va mejor con la historia de la primera semana clave de la vida de Jesús al colocar este suceso al día siguiente. De nuevo Juan explica una palabra hebrea a sus lectores griegos. Mesías, en hebreo, y Jristós, en griego, quieren decir lo mismo: Ungido. En el mundo .antiguo, como modernamente en algunos países, se-ungía a los reyes en su coronación. Mesías y Jristós quieren decir El Rey Ungido por Dios. No disponemos de mucha información sobre Andrés, pero lo poco que sabemos nos pinta claramente su carácter. Es uno de los personajes más simpáticos de la compañía de los apóstoles. Tiene dos cualidades sobresalientes. (i) Andrés se caracteriza por estar dispuesto a ocupar un segundo lugar. Una y otra vez se le identifica como el hermano de Simón Pedro. Está claro que vivió a la sombra de su hermano. Muchos es posible que no supieran quién era Andrés, pero todo el mundo sabía quién era Pedro; así es que, cuando hablaban de Andrés, le identificaban como el hermano de Pedro. Andrés no formaba parte del círculo íntimo de los discípulos. Cuando Jesús devolvió la vida a la hija de Jairo, cuando ascendió al Monte de la Transfiguración, cuando arrostró la lucha suprema en Getsemaní, fueron Pedro, Santiago y Juan los que llevó consigo. Habría sido fácil que Andrés se diera por ofendido. ¿No había sido él uno de los dos primeros que siguieron a Jesús? ¿Es que el mismo Pedro no le debía a él el que le hubiera presentado a Jesús? ¿No habría sido natural que se le concediera a él, Andrés, un puesto especial entre los apóstoles? Pero todo eso ni siquiera se le ocurrió nunca a Andrés. Estaba contento de seguir en la penumbra mientras Pedro ocupaba el centro de la atención; se daba por contento de representar un papel secundario en la compañía de los Doce. Para Andrés los asuntos jerárquicos y los puestos de honor no tenían ninguna importancia. Lo único que importaba era estar con Jesús y servirle lo mejor posible. Andrés es «el santo patrón» de todos los que aceptan ser segundones con humildad y lealtad y sin resentimiento. (ii) Andrés se caracteriza por estar al loro para presentarle a otros a Jesús. Son sólo tres veces las que aparece Andrés en escena en la historia evangélica: la primera es aquí, cuando Le trae a Pedro a Jesús; la segunda, en Jua 6:8-9 , cuando Le trae a Jesús al muchacho de los cinco panecillos y los dos pescaditos; y la tercera,:el incidente de Jua 12:22 , cuando trae a los buscadores griegos a la presencia de Jesús. Andrés disfrutaba enormemente trayendo a otros a Jesús. Sobresale como el cristiano cuyo deseo supremo es el compartir la gloria: Tenía corazón de misionero. Desde que encontró la amistad de Jesús, pasó el resto de la vida introduciendo a otros a esa amistad Andrés es nuestro gran ejemplo del que no puede guardarse a Jesús sólo para sí. Cuando Andrés Le trajo a Pedro a Jesús, Jesús se quedó mirando fijamente a Pedro. La palabra que se usa de esa mirada es emblepein. Describe una mirada concentrada, intensa, a fondo, que no se conforma con ver las cosas que aparecen en la superficie sino que lee lo que hay en el corazón. Cuándo Jesús vio a Simón, como se le llamaba, entonces, le dijo: «Te llamas Simón, pero te llamarás Kefa, es decir, una roca.» En el mundo antiguo, casi- todos tenían dos nombres. El griego era la lengua internacional, y casi todos tenían un primer nombre, en su lengua materna, que era por el que los conocían sus familiares y amigos, y otro nombre griego, que era el que usaban en los negocios y en las cosas oficiales. Algunas veces un nombre era la traducción del otro: Petros era el equivalente griego de Kefa, el nombre arameo para roca; Tomás en arameo y Didimo en griego quieren decir mellizo; Tabita en arameo y Dorcas en griego quieren decir gacela. Algunas veces se escogía un nombre griego que sonara parecido al arameo. Un judío que se llamara Eliakim o Abel en su lengua podía escoger Alcimus o Apeles como nombres griegos equivalentes. Así es que Petros y Kefa o Cefas no son nombres distintos, sino el mismo en lenguas diferentes. En el Antiguo Testamento, el cambio de nombre indicaba a veces una nueva relación con Dios. Por ejemplo: Jacob pasó a llamarse Israel (Gen 32:28 ), y Abram se cambió por Abraham (Gen 17:5 ) cuando entraron en una nueva relación con Dios. Era como si la vida empezara de nuevo y se fuera una persona diferente, y necesitara un nuevo nombre. Pero lo realmente importante de esta historia es que nos dice cómo mira Jesús a las personas. No ve solamente lo que es en el momento, sino también lo que puede llegar a ser. Ve no sólo lo que es en la actualidad, sino lo que es en potencia. Jesús miró a Pedro y vio en él no sólo al pescador galileo sino también al que tenía la posibilidad de convertirse en la roca sobre la que se edificaría la Iglesia. Jesús nos ve no sólo como somos, sino como podemos ser; y Él nos dice: " Dame tu vida, y te haré lo que llevas dentro que puedes llegar a ser.» Una vez alguien vio a Miguel Angel reduciendo una roca enorme y deforme con el cincel, y le preguntó qué estaba haciendo. " Estoy liberando al ángel que está prisionero en el mármol» -le contestó el escultor. Jesús es el único que ve y que puede liberar al héroe que hay oculto en las -personas.

LA RENDICIÓN DE NATANAEL Juan 1:43-51 El día siguiente Jesús decidió marcharse a Galilea, y allí encontró a Felipe. Jesús le dijo: -¡Sígueme! Ahora bien, Felipe era de Betsaida, el pueblo de Andrés y Pedro. Felipe fue a encontrar a Natanael y le dijo: -¡Hemos encontrado al Que anunciaba Moisés en la Ley y también los Profetas! ¡Es Jesús hijo de José, de Nazaret! -¿Es que puede salir algo bueno de Nazaret? -le contestó Natanael. -¡Ven y ve! -le dijo Felipe. Cuando Jesús vio venir hacia Él a Natanael dijo: -¡Fijaos, ese sí que es un verdadero israelita sin doblez! -¿De qué me conoces Tú? -le preguntó Natanael. Y Jesús le contestó: Antes que te llamara Felipe, te vi cuando estabas debajo de la higuera. -¡Rabí, Tú eres el Hijo de Dios y el Rey de Israel! -exclamó Natanael. Y Jesús le dijo: -¿Me crees porque te he dicho que te he visto debajo de la higuera? ¡Pues cosas más maravillosas verás! Y añadió-: Es la pura verdad esto que os digo: Desde ahora en adelante vais a ver que se abre el Cielo, y que los ángeles de Dios ascienden y descienden por el Hijo del .Hombre. En este punto de la historia Jesús dejó el Sur .y Se marchó a Galilea, al Norte de. Palestina. Allí, , tal vez en Caná, se. encontró a Felipe, y le llamó. Felipe, como Andrés, no podía guardarse la Buena Noticia para él solo. Como dijo Godet: «Una antorcha encendida sirve para encender otras.» Así es que Felipe fue a buscar a su amigo Natanael, y le dijo que creía que había descubierto al largo tiempo esperado Mesías .en Jesús, el Hombre de Nazaret. Natanael reaccionó despectivamente. No había nada en el Antiguo Testamento que anunciara que el Escogido de Dios hubiera de proceder de Nazaret. Nazaret era un lugar corriente. Natanael mismo era de Caná, otro pueblo de Galilea, y es corriente que haya cierta rivalidad y celos entre los pueblos de la misma región. Natanael reaccionó diciendo que Nazaret no era la clase de pueblo del que se podía esperar nada bueno. Felipe fue prudente. No discutió, sino dijo sencillamente: «¡Ven y ve!» No serán muchos los que han sido conducidos a Cristo a base de discusiones. A menudo las discusiones hacen más daño que bien. La única manera de convencer a otro de la supremacía de Cristo es ponerle en contacto con Él. En general, es cierto lo que se dice de que no es la predicación razonada ni filosófica la que gana almas para Cristo, sino la presentación de la Persona de Cristo y de la Cruz. Hay un relato que nos cuenta que, a finales del siglo XIX, el gran agnóstico Huxley asistía a una tertulia que se reunía en una iraca campestre. Llegó el domingo, y la mayor parte de los miembros se prepararon para ir a la iglesia; pero, naturalmente, Huxley no tenía intención de ir. Se dirigió a uno que se sabía que tenía una fe cristiana sencilla y radiante, y le dijo simplemente: «Supongamos que usted no va hoy a la iglesia. Supongamos que se queda usted en casa y me dice sencillamente lo que significa para usted la fe cristiana y por qué es usted cristiano"" «Pero -contestó el hombre-, usted podría deshacer mis razones en un momento. Yo no soy bastante listo para discutir con usted.» Huxley contestó cortésmente: "No quiero discutir con usted; sólo quiero que, me diga lo que quiere decir para usted la fe cristiana:» El hombre se quedó en casa y le expuso su fe a Huxley con toda sencillez. Cuando terminó, había lágrimas en los ojos del gran agnóstica. «Daría con gusto la mano derecha -dijo- por tener una fe como la suya.» No fue un razonamiento inteligente lo que conmovió al gran agnóstico. Él podría haber destrozado de manera devastadora cualquier argumento que pudiera proponer, el creyente sencillo; pero la simple presentación de Cristo le dejó sin argumentos. La mejor presentación del Evangelio es decir: «Ven y ve.» No cabe duda que tenemos que conocer a Cristo personalmente antes de invitar a otros a venir a Él. El verdadero evangelista tiene que haber tenido un encuentro personal con Cristo en primer lugar para poder presentarle a otras personas. Así que Natanael vino, y Jesús pudo ver lo que había en su corazón. «Aquí -dijo Jesús- llega un verdadero israelita en el que no cabe la falsedad.» Ese era un tributo que apreciaría cualquier israelita. «Bienaventurado el hombre -había escrito el salmista- al que el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo corazón no hay engaño» (Sal 32:2 ). «Nunca hizo maldad -había dicho el profeta del Siervo del Señor- ni hubo engaño en su boca» (Isa 53:9 ). Natanael se sorprendió de que se pudiera dar tal veredicto a primera vista, y Le preguntó a Jesús que de qué le conocía. Jesús le dijo que ya le había visto cuando estaba debajo de la higuera. ¿Qué puede querer decir eso? Para los judíos la higuera era el símbolo de la paz. Su idea de la paz era cuando uno podía estar tranquilo a la sombra de su parra o de su higuera (cp. 1Re 4:25; Miq 4:4 ). Además, como la higuera es un árbol frondoso, era costumbre sentarse a meditar a la sombra de sus ramas. Parece ser que eso era lo que Natanael había estado haciendo, y probablemente había estado pidiéndole a Dios que viniera pronto el Mesías: Habría estado pensando en las promesas de Dios; y ahora se daba cuenta de que Jesús, no sólo le había visto cuando estaba debajo de la higuera, sino también había visto lo que había en lo más íntimo de su corazón. No fue tanto el que Jesús le hubiera visto cuando estaba debajo de la higuera lo que sorprendió a Natanael, sino el que Jesús hubiera leído los pensamientos de su corazón. Natanael se dijo: «¡Aquí hay Alguien que comprende mis sueños, un Hombre que conoce mis oraciones! ¡Aquí hay Uno que ha contemplado los anhelos más íntimos y secretos que yo no sé ni expresar con palabras! ¡Aquí hay un Hombre que puede traducir los suspiros inarticulados del alma! ¡Este Hombre no puede ser más que el Ungido de Dios que Se nos había prometido y estábamos esperando!» Natanael capituló incondicionalmente ante el Hombre que le había leído y comprendido y apaciguado y llenado el corazón. Puede que Jesús sonriera. Hizo referencia a la antigua historia de Jacob en Betel, que vio una escala dorada que conducía al Cielo Gen 28:12-13 ). Era tanto como decir: " Natanael, Yo puedo hacer mucho más que leer tu corazón. Puedo ser para ti y para todos el verdadero Camino, la escala que conduce al Cielo.» Es por Jesús, y sólo por Él, como las almas pueden escalar el camino que conduce al Cielo. Este pasaje nos presenta un cierto problema. ¿Quién era Natanael? Según el Cuarto Evangelio fue uno de los componentes del primer grupo de discípulos, pero en los otros tres evangelios ni siquiera se le nombra. Se han sugerido unas cuantas explicaciones. (i) Se ha sugerido que Natanael no es una persona real sino imaginaria, y representativa de todos los verdaderos israelitas que rompieron las ligaduras y los moldes del orgullo y los prejuicios nacionales y se entregaron a Jesucristo. (ii)-Sobre la misma base se ha hecho la sugerencia de que Natanael representa, o a Pablo, o al Discípulo Amado. Pablo fue el gran ejemplo de un israelita que aceptó a Cristo, y el Discípulo Amado es un discípulo ideal: Según esto, Natanael es una figura imaginaria. Si no se le mencionara nada más que aquí, podría convencer; pero aparece otra vez en Jua 21:2 , donde no hay duda que se trata de una persona real. (iii) Se le ha identificado con Mateo, porque ambos nombres, Mateo y Natanael, quieren decir lo mismo, Don de Dios. Ya hemos visto que en aquel tiempo se tenían dos nombres; pero, en tal caso, uno de ellos sería griego y el otro judío. Y en este caso los, dos nombres son judíos. (iv) Hay una explicación más sencilla: A Natanael le trajo a Jesús Felipe. El nombre de Natanael no aparece nunca en los otros tres evangelios; y en el Cuarto Evangelio no se menciona nunca a Bartolomé. Ahora bien: en la lista de discípulos de Mat 10:3 y de Mar 3:18 , Felipe y Bartolomé aparecen juntos, como si fuera natural e inevitable relacionarlos. Además, Bartolomé es realmente un apellido, porque quiere decir hijo de Tolmai o Tolomeo. Bartolomé debe de haber tenido otro nombre " de pila»; y por lo menos es posible que Bartolomé y Natanael sean la misma persona. Esto encaja perfectamente en los Hechos del caso. En cualquier caso, es verdad que Natanael representa al israelita cuyo corazón ha sido limpiado de orgullo y prejuicios y que ha visto en Jesús al Que satisface los anhelos del corazón buscador y expectante.