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Jeremías 9 - Nueva Biblia Española (1975)


1 ¡Quién diera agua a mi cabeza y a mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar día y noche a los muertos de la capital!

2 Quién me diera posada en el desierto para dejar a mi pueblo y alejarme de ellos; pues son todos unos adúlteros, una caterva de bandidos;

3 tensan las lenguas como arcos, dominan el país con la mentira y no con la verdad; van de mal en peor, y a mí no me conocen -oráculo del Señor- .

4 Guárdese cada uno de su prójimo, no se fíen del hermano, el hermano pone zancadillas y el prójimo anda difamando;

5 se estafan unos a otros y no dicen la verdad, entrenan sus lenguas en la mentira, están depravados y son incapaces de convertirse:

6 fraude sobre fraude, engaño sobre engaño, y rechazan mi conocimiento -oráculo del Señor- .

7 Por eso así dice el Señor de los ejércitos: Yo mismo los fundiré y examinaré, pues no puedo desentenderme de la capital de mi pueblo:

8 Su lengua es flecha afilada, su boca dice mentiras, saludan con la paz al prójimo y por dentro le traman asechanzas.

9 Y de esto, ¿no les tomaré cuentas? -oráculo del Señor- . De un pueblo semejante, ¿no he de vengarme yo mismo?

10 Sobre los montes entonaré endechas, en los pastos de la estepa elegías: Están requemadas, nadie transita, no se oye mugir el ganado, aves del cielo y bestias se han escapado.

11 Convertiré a Jerusalén en escombros, en guarida de chacales, arrasaré los pueblos de Judá dejándolos deshabitados.

Amenaza de ruina y exilio

12 ¿Quién es el sabio que lo entienda? A quien le haya hablado el Señor, que lo explique: ¿por qué perece el país y se abrasa como desierto intransitado?

13 Responde el Señor: Porque abandonaron la Ley que yo les promulgué, desobedecieron y no la siguieron,

14 sino que siguieron a su corazón obstinado y a los baales recibidos de sus padres.

15 Por eso, así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Les daré a comer ajenjo y a beber agua envenenada;

16 los dispersaré por naciones desconocidas de ellos y sus padres, les echaré detrás la espada hasta que los consuma.

17 Así dice el Señor de los ejércitos: Sean sensatos y hagan venir plañideras, envíen por mujeres expertas;

18 que vengan pronto y nos entonen una endecha, para que se deshagan en lágrimas nuestros ojos y destilen agua nuestros párpados.

19 Ya se escucha la endecha en Sión: "i Ay, estamos deshechos, qué terrible fracaso! Tuvimos que abandonar el país, nos echaron de nuestras moradas".

20 Escuchen, mujeres, la palabra del Señor, reciban sus oídos la palabra de su boca: Ensayen a sus hijas una endecha, cada una a su vecina una elegía:

21 "Subió la muerte por las ventanas y entró en los palacios, arrebató al niño en la calle, a los jóvenes en la plaza".

22 El Señor dice su oráculo: Yacen cadáveres humanos como estiércol en el campo, como gavillas tras el segador, que nadie recoge.

El conocimiento de Dios es la gloria del hombre

23 Así dice el Señor: No se glorie el sabio de su saber, no se gloríe el soldado de su valor, no se gloríe el rico de su riqueza;

24 quien quiera gloriarse, que se gloríe de esto: de conocer y comprender que soy el Señor, que en la tierra establece la lealtad, el derecho y la justicia y se complace en ellos -oráculo del Señor- .

25 Miren que llegan días -oráculo del5eñoren que pediré cuentas a todo circunciso:

26 a Egipto, Judá, Edom, Amón, Moab y a los beduinos de cabeza rapada. Porque todos, lo mismo que Israel, son incircuncisos de corazón.